La rebelión popular en marcha

“¡Huelga general!” y “¡Gobierno, dimisión!”: las dos consignas más coreadas en las diarias y multitudinarias movilizaciones que se realizan en todas las ciudades de España contra la guerra y contra el gobierno de Aznar hablan claramente de la perspectiva de una rebelión popular que recorre la Península. Es un programa –fuera el gobierno de la guerra– y un método –la movilización política de masas y la huelga general– lo que los explotados de España están plebiscitando en las calles.


En los últimos días, en medio de marchas multitudinarias diarias, se destacaron la huelga de 24 horas de los estudiantes secundarios y la huelga de 15 minutos, muy seguida por los trabajadores, convocada por las dos centrales sindicales. En las bases, señala un dirigente de las Comisiones Obreras, “existe un clamor popular a favor de una huelga general contra la guerra” (El País, 27/3). (Este “clamor”, sin embargo, no le ha impedido a la Ejecutiva de CC.OO. rechazar por 15 votos contra 11 el llamado a la huelga general.)


Mientras las marchas cubren plazas y avenidas, se desarrolla una serie de escraches contra los locales del partido de Aznar y contra sus dirigentes y candidatos para las elecciones municipales del próximo 25 de mayo. Algunos han sido atacados a huevazos, otros con pintura. Como los nuestros hace un año, los dirigentes del partido de Aznar tienen miedo al repudio popular. (Los dirigentes del Psoe y de Izquierda Unida condenaron estos escraches, cuando su obligación es defender incondicionalmente la movilización popular, en todas sus expresiones, contra la guerra.)


La movilización y el repudio popular aislaron al gobierno y lo pusieron a la defensiva. Aznar se refugia en su mayoría parlamentaria y, cada vez más, en la represión policial. De una manera cada vez más sistemática, las tropas antimotines atacan las manifestaciones con la excusa de los “grupos violentos” (el repudio de los dirigentes del Psoe e Iu a los escraches sirve, en este caso, como cobertura “democrática” a la represión).


Como en Gran Bretaña, también en España las marchas contra la guerra concentran tanto el repudio a la masacre del pueblo de Irak como el hartazgo popular a la política de flexibilización, precarización laboral y austeridad que viene desarrollando Aznar. La masividad de las marchas contra la guerra tiene su antecedente en las enormes manifestaciones obreras contra el “paquetazo” antilaboral y antisindical de Aznar y en las grandes movilizaciones contra la forma en que el gobierno manejó el hundimiento del petrolero Prestige en las costas de Galicia, hace pocos meses.


La profundidad de la movilización popular contra la guerra y el gobierno se mide en el hecho de que plantea a la luz del día las cuestiones políticas más graves de la “democracia” española. El corresponsal de Clarín (27/3) hace notar que “las protestas ya comienzan a apuntar al rey”, al que se acusa de “no distanciarse claramente de la política bélica de Aznar”. Si lo hace, la corona dejará aún más expuesto al primer ministro y podría provocar su caída; si no lo hace, las movilizaciones contra la guerra podrían adquirir, cada vez más, no sólo un carácter antigubernamental sino también antimonárquico. Por primera vez desde la muerte de Franco, se vuelve a plantear en España, por la presión de las movilizaciones, la cuestión de la monarquía.


Todos los elementos de la situación parecen indicar que España marcha a una rebelión popular. Aznar puede haber ganado la foto que lo presenta como un “estadista mundial” junto a Bush y Blair en las islas Azores, pero ha perdido a España.