Internacionales
16/8/2018
La red de curas abusadores de Pensilvania y sus encubridores
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El escándalo revelado en los últimos días de que al menos mil chicos y chicas menores de edad fueron abusados sexualmente por 301 sacerdotes de la Iglesia católica durante más de tres décadas en la ciudad de Pensilvania, Estados Unidos, se suma a los cientos y miles de casos similares que involucran funcionarios de la iglesia católica en todo el mundo. Los abusos sexuales por parte de curas tienen en común no solo el sadismo y la perversión por parte de sus perpetradores, sino el encubrimiento de las diócesis a las que pertenecen y del propio Vaticano.
En muchos casos, esta red de abuso sexual organizado (la iglesia católica) ha contado con la complicidad y participación de la policía y el poder político del lugar.
En los casos que hoy vieron la luz en Pensilvania, Estados Unidos, se detallan ejemplos escabrosos de cómo se llevaron adelante los abusos. En el informe que la fiscalía general de Pensilvania dio a conocer, también se narran detalles, de cómo los curas abusadores le entregaban cruces de oro a los niños abusados para distinguirlos de los otros.
No es necesario abundar en los ejemplos que se detallan en las 1.356 páginas del informe para ilustrar el nivel de perversión y sadismo que pesa sobre cada uno de los casos. El asunto es que las denuncias fueron archivadas durante años por la iglesia, bajo el rótulo “contacto inapropiado” por parte de tal o cual cura. En uno de los casos, la iglesia desestimó la denuncia de un chico de 15 años porque éste habría “buscado” al sacerdote y lo “sedujo” para iniciar una relación.
Cuando la denuncia presentaba muchas evidencias la diócesis le otorgaba a los curas la “baja médica” o baja por “fatiga nerviosa”. Si el caso traspasaba las paredes de la iglesia, se lo trasladaba directamente a un lugar donde nadie sabrá que es un pedófilo, aunque no sin carta de recomendación, como es el caso de un cura abusador al que se le hizo carta de recomendación para que trabajara en el complejo Walt Disney World.
Desde las revelaciones del periódico The Boston Glove, publicadas en 2002, sobre 87 sacerdotes pederastas contra al menos 300 chicos y chicas y su encubrimiento desde las altas esferas eclesiásticas –retratado en la película Spotlight– las denuncias no dejaron de acumularse. Los Ángeles, San Luis, Santa Fe, Chicago, Palm Beach, Tucson, Rhode Island, Pittsburg, Portland, Baltimore, Filadelfia, Dallas, New Hampshire… Poco antes de que estallara el caso de Pensilvania, se dio a conocer la decisión del papa Francisco de ordenar la “reclusión” del ex arzobispo de Washington, de 88 años, y destacada figura del catolicismo yanqui, Theodore McCarrick, por las denuncias de abusos sexuales contra niños, niñas y adultos. La exhumación de denuncias ha dado lugar a la serie documental The Keepers, que se puede ver por Netflix, sobre los abusos sexuales cometidos durante décadas por un cura, director de una escuela católica, contra decenas de niñas y la complicidad y participación de policías y empresarios de la zona de Baltimore. La serie desentraña el asesinato de una monja que enfrentó al cura abusador.
Este proceder de ocultamiento y encubrimiento de los delitos de abuso sexual contra niños, niñas, adolescentes y monjas, por parte de la curia católica es común a todos los escandalosos e innumerables casos que se hicieron públicos en todo el mundo –incluida la Argentina– y que ha puesto en jaque a sus autoridades. Es el caso de Chile, donde la Iglesia se encuentra sumida en una crisis histórica por la enorme cantidad de casos de abuso y llevaron a la renuncia de 34 obispos, de las cuales el Papa Francisco aceptó, por el momento, solamente cinco.
El rol social de la iglesia y el abuso como marca registrada
La enorme cantidad de denuncias de abusos y vejaciones cometidas a lo largo de décadas, en todo el mundo, encubiertas por las autoridades clericales y en connivencia con los gobiernos debe alertar sobre el rol reservado a la Iglesia católica para perpetuar la explotación capitalista y someter a los explotados. El abuso implica la sumisión del individuo al poder de su victimario, y con estas mismas características, la iglesia católica juega un rol en la sociedad que busca garantizar la sumisión, la obediencia y la inmovilización de las masas ante condiciones de vida paupérrimas.
Los Estados de todo el mundo financian a la Iglesia eximiéndola de impuestos, entregándoles la educación de miles de niños y niñas, porque necesitan que exista una institución que contenga a los sectores que más sufren las condiciones de vida a las que las somete el capitalismo.
La iglesia católica se presenta a sí misma como la reserva moral de la Humanidad. En todo caso, lo que revela es un cinismo sin parangón.
La separación de la Iglesia del Estado, la confiscación de todos sus bienes y el castigo a los responsables de estos latrocinios son cuestiones de salud pública.