La reelección de Netanyahu

Las elecciones israelíes arrojaron un virtual empate entre los votos del actual primer ministro Benjamin Netanyahu y el líder de la coalición centroderechista “Azul y Blanco”, Benny Gantz. Sin embargo, Netanyahu retendría el poder porque sumaría una mayoría de 61 bancas sobre 120 a través de una alianza del Likud (su partido) con un conjunto de partidos de derecha y ultraderecha. De este modo, “Bibi” –que ya contaba con un mandato previo a fines de los ’90- se encamina a ser el líder con mayor permanencia en el cargo desde Ben Gurion, el fundador del Estado de Israel.


La votación confirma la preeminencia de las fuerzas derechistas en el actual cuadro político del país. A las 36 bancas obtenidas por el Likud se suman las 15 de los partidos ultraortodoxos (Shas y Judaísimo Unido por la Torá), las 5 de la Derecha Unida (fuerte entre los colonos judíos de Cisjordania), y las 6 de Israel Beitenu (el partido del ex ministro Avigdor Liberman). Si logra cerrar este bloque, Netanyahu se mantendrá en el poder.


Netanyahu había resuelto el adelantamiento electoral ante la deserción de uno de sus socios (Liberman) y las presiones de los ultraortodoxos. Para sostener la coalición, Netanyahu deberá mantener un significativo flujo de fondos hacia estos últimos y la eximición del servicio militar en el caso de los jóvenes. En otras ocasiones, el debate sobre estos puntos ha generado agudas tensiones en el bloque de derechas.


El otro motivo del adelantamiento electoral obedeció al avance de las causas judiciales por corrupción, por las que la fiscalía general pensaba procesar a Netanyahu. Se supone que el primer ministro encarará ahora una norma que le garantice inmunidad.


Un gobierno criminal


Netanyahu ha encabezado un gobierno de colonización y ofensiva abierta contra los palestinos, y de férrea oposición a los acuerdos con Irán. Ha montado un clima de terror para instrumentalizar a la población. En su mandato, se multiplicaron los asentamientos en Cisjordania, se rompieron las negociaciones de paz, se declaró a Israel como “Estado judío” (un paso más en la discriminación de los palestinos israelíes, que constituyen el 20% de la población), y se asesinaron a más de 250 manifestantes durante las marchas del retorno en la frontera con Gaza, que también fue bombardeada. Durante la campaña, Netanyahu prometió la anexión de los asentamientos cisjordanos, como un modo de capturar el voto de los colonos. Actualmente, hay más de 600 mil colonos diseminados entre Cisjordania y Jerusalén Este.


El creciente derechismo de Netanyahu se verifica en un dato. Como un modo de ensanchar su base de sustentación en el parlamento, promovió la participación electoral de Poder Judío, un residuo de la fuerza creada por el rabino racista Meir Kahane que plantea un “desplazamiento forzoso de población palestina a Jordania y la prohibición de los matrimonios de religión mixta” (El País, 22/2). Esta participación fue finalmente bloqueada por la justicia israelí.


Netanyahu recibió el entusiasta apoyo de Trump durante la campaña (quien reconoció a Jerusalén como capital y también la soberanía sionista sobre los Altos del Golán (un territorio ocupado por los sionistas, perteneciente a Siria, con lo cual se impulsa el descuartizamiento de este país asolado por la guerra civil), pero también de Bolsonaro y Putin.


El “centro” y el centroizquierda


En oposición a Netanyahu se conformó una coalición llamada “Azul y Blanco” –por los colores de la bandera- encabezada por… el jefe de las Fuerzas Armadas durante la invasión de Gaza en 2014 (Benny Gantz), que dejó más de 2 mil palestinos muertos. Este era el grupo “de centro”, lo que da un indicio de la inclinación derechista del panorama político. En “Azul y Blanco” revisten también el periodista Yair Lapid (que formó una fuerza de buena performance electoral en 2014 y 2015) y otros ex referentes castrenses (incluyendo a un ex ministro de defensa de Netanyahu). Un dato interesante es que también integró esta lista un alto dirigente de la Histadrut, la central sindical tradicionalmente ligada al laborismo.


Probablemente, el tándem Lapid-Gantz no alcanzó un mayor desempeño por meterse en un torneo de derechismo con Netanyahu, al que un sector de la población israelí terminó prefiriendo respecto a su copia desmejorada.


Las elecciones consagraron también un derrumbe del centroizquierdismo. El Partido Laborista quedó relegado a 6 bancas, tras las 27 que había obtenido en 2015 en alianza con la ex ministra Tzipi Livni. El hundimiento de este bloque –igualmente responsable de las masacres contra las masas árabes y palestinas- corre a la par del hundimiento de la “solución de dos estados” promovida en su momento por Obama, que el sionismo ha ido inviabilizando a partir de la sistemática y creciente ocupación de los territorios palestinos. La “solución de dos estados” apuntaba a la creación de un seudo-estado palestino, atomizado, cercado y vigilado por Israel. El Meretz, otra fuerza del espectro centroizquierdista, obtuvo 4 bancas (una menos que en la anterior elección).


Las fuerzas árabes sumaron 10 bancas entre el Balad y el Hadash -esta última una alianza árabe-judía liderada por un dirigente del PC-, que se desdibujan como resultado de su división. Un tercer sector más radicalizado llamó a la población árabe a boicotear la farsa electoral. En las últimas elecciones, las fuerzas árabes se transformaron en el tercer bloque político a partir de la alianza Lista Conjunta.


Perspectivas


La victoria de Netanyahu despertó la euforia de Trump, pero también el recelo de otro sector del imperialismo y de la Unión Europea, que temen por la deriva que puede generar una mayor derechización.


Por lo pronto, puede atizar una polarización aún mayor con la población árabe y palestina. Es el temor que recoge un columnista del New York Times: “los opositores creen que la medida [anexiones en Cisjordania] desataría una nueva intifada o terminaría consumando el régimen de apartheid sobre el que advierte desde hace tiempo la izquierda israelí. O ambas cosas a la vez” (citado por La Nación, 11/4).


Se espera, por lo pronto, que Trump presente su “plan de paz” para la región, que institucionalizaría nuevos avances reaccionarios (anexión directa de una parte de la Cisjordania donde habitan los palestinos, etc.).


Defendemos el derecho al retorno del pueblo palestino a su tierra histórica. Repudiamos el bloqueo y la represión contra Gaza. Para lograr la confraternización de los pueblos de la región, es necesario derrotar al imperialismo y el sionismo para poner en pie una Federación Socialista de Medio Oriente.