La revolución árabe y el sionismo

El levantamiento del bloqueo en el cruce de Rafah con Gaza por parte de la Junta Militar egipcia está ligado a los cambios producidos por la revolución popular y actualizada por el reciente acuerdo de ‘reconciliación nacional' firmado entre Hamas y Al Fatah, apadrinado por El Cairo. Este acuerdo prevé elecciones para reestablecer una Autoridad Palestina única y apoya la decisión de buscar en la ONU una declaración unilateral (sin acuerdo previo con Israel) de un Estado palestino. La liberación del cruce de Rafah fue denunciada por Israel, que goza, sin embargo, del derecho a supervisar todo lo que pase por el paso fronterizo. La Junta Militar opera con el acuerdo de los imperialismos norteamericano y europeo, que han decidido encauzar la cuestión palestina para controlar mejor el curso de la revolución árabe.

El acuerdo

El acuerdo entre Hamas y Al Fatah establece la convocatoria a elecciones -las que habían sido postergadas indefinidamente luego del triunfo de Hamas en 2006- y pelear por el reconocimiento unilateral del Estado palestino ante la ONU. El acuerdo entre las dos organizaciones fue recibido con entusiasmo por importantes sectores de la población, que comprenden que la división frente a la ocupación extranjera representa un crimen, pero esto no le quita su contenido contrarrevolucionario. Tanto Hamas en Gaza como Al Fatah en Cisjordania reprimieron los movimientos de solidaridad con la revolución árabe en sus territorios. La declaración unilateral de independencia simplemente consagra el status quo, no altera la situación de soberanía sobre el terreno y apoya la orientación en curso en Cisjordania -que consiste en afianzar el poder mediante planes económicos neoliberales, mientras continúa la colaboración de seguridad con los servicios sionistas.

Israel y Obama

El 15 de mayo hubo masivas protestas en conmemoración del 63º aniversario de la Nakba (la expulsión de los palestinos de sus hogares para dar lugar a la formación del Estado de Israel). Desde Siria y Líbano, las movilizaciones en las fronteras asediaron literalmente los territorios ocupados, a lo cual el régimen sionista respondió a la Gaddafi y Assad, con una brutal represión que tuvo un saldo de decenas de muertos.

Para contrarrestar la movida de la declaración unilateral, Obama ofreció reflotar las negociaciones de paz. La respuesta israelí lo dejó públicamente en ridículo: Netanyahu pronunció en el Congreso de los Estados Unidos uno de los discursos más virulentos de la historia del sionismo, que fue ovacionado de pie por la totalidad del Capitolio. Netanyahu ratificó la expansión territorial del sionismo, reivindicó la condición sionista de Jerusalén y Cisjordania (Judea y Samaria, insistió) y no se movió un milímetro de la condición judía de Israel, donde viven un millón y medio de ciudadanos árabes. El gobierno israelí mostró que no se dejará intimidar por la extorsión de una declaración unilateral de soberanía de Hamas y la OLP. En estas condiciones, el Estado palestino sobreviviría con un respirador artificial, asistido por el financiamiento del imperialismo.

La Autoridad Nacional Palestina viene impulsando el desarrollo de una "burguesía" palestina, la cual sería la base material para la formación del Estado. El desarrollo de esta burguesía se ha realizado al amparo del gobierno de Mahmoud Abbas y ha sido beneficiada ampliamente por los fondos del imperialismo, muchos de los cuales provienen de la CIA. Esta política se remonta al 2001, donde por consejo del FMI se formó el Fondo de Inversión Palestino para "fortalecer al sector privado". Desde entonces, se ha desarrollado una fabulosa especulación inmobiliaria (los mil metros cuadrados de tierra ascienden a un millón de dólares en Ramallah).

Es la misma política que ahora el G8 y el FMI buscan recrear (en particular, en Túnez y Egipto), con el objetivo de "establecer las condiciones bajo las que los sectores privados de estas economías puedan prosperar...". Esta fantasía ignora, obviamente, que durante los últimos años tanto el norte de Africa como Medio Oriente fueron receptoras de inversiones millonarias. El reforzamiento de la explotación imperialista en la región en el cuadro de la bancarrota capitalista fue lo que desembocó en la oleada revolucionaria que vive el mundo árabe.

Hacia dónde

La llave de la revolución árabe se juega en Túnez y Egipto, por un lado, donde las masas tienen la iniciativa y en Libia, Yemen y Siria, del otro, donde el imperialismo se ha puesto en contra de sus regímenes políticos, en función de dominar a la oposición democratizante -que en Libia es, definitivamente, contrarrevolucionaria. En este marco se juega la lucha nacional palestina: el sionismo pone como condición de un compromiso con los regímenes que el imperialismo intenta instalar en Medio Oriente, bajo los golpes de la revolución árabe, la realización integral de las aspiraciones sionistas. La cuestión palestina ha entrado de lleno en el recorrido de la revolución árabe. Obama y las potencias europeas, aunque pretendan lo contrario, intentan legalizar el status quo -o sea legitimar la ocupación y la colonización sionista. La contradicción entre los objetivos elementales de la revolución árabe, de un lado, y el imperialismo y el sionismo, del otro, es irreconciliable.

Mientras tanto, el espíritu insurreccional ha ganado a amplios sectores de las poblaciones árabes. El gobierno tunecino ha decidido defender contra viento y marea las elecciones de julio para una Asamblea Constituyente, porque "el retraso corre el riesgo de provocar agitación social y reforzar la inestabilidad política del país", según reconoció Maya Iribe, del Partido Democrático Progresista. Por su parte, la Junta Militar egipcia se encuentra en pie de guerra contra el movimiento obrero mediante el procesamiento de activistas, la represión y la prohibición de huelgas, lo que encuentra como respuesta permanentes movilizaciones, luchas y nuevas organizaciones obreras.