La revolución indonesia en una nueva etapa

La revolución indonesia ha entrado en una nueva etapa. “En apenas cien días –constata una corresponsal extranjera– la euforia que siguió a la caída de Suharto dio paso a la desesperación y a una agitación rampante y espontánea’ (The Washington Post, 10/9). Por su lado, el régimen de Habibie, ex vicepresidente y ‘protegido’ de Suharto, está paralizado y “a la defensiva” (Le Monde, 10/9).


 


La acción de las masas


Los estudiantes vuelven a jugar un papel determinante. Luego de que varios miles de estudiantes manifestaron en las principales ciudades, los dirigentes de una coordinadora que agrupa a 35 universidades de todo el país anunciaron el lanzamiento de una campaña nacional por la renuncia de Habibie.


En el movimiento obrero se asiste a una explosión de huelgas, manifestaciones y puebladas. En Medan, en la isla de Sumatra, “miles de trabajadores del transporte público” (The Washington Post, 15/9) ocuparon las calles durante varios días para reclamar la rebaja de los alimentos; los obreros apedrearon los edificios públicos y los comercios. En Java, la otra gran isla del archipiélago indonesio, “8.000 obreros textiles” (International Herald Tribune, 5/9) fueron a la huelga por el aumento de los salarios, quemaron automóviles de la empresa y apedrearon sus edificios. En la otra punta de esta isla, varios miles de empleados de la industria del pescado, furiosos por sus salarios de miseria, “incendiaron una decena de barcos” antes de atacar los comercios de la ciudad de Cilacap (Le Monde, 10/9). Estas grandes explosiones de furia de los obreros industriales, en regiones tan distantes del archipiélago indonesio, dejan entrever un movimiento huelguístico, reivindicativo y de organización, de carácter general y extendido en todo el país.


En este cuadro convulsivo en todas las grandes ciudades indonesias —con excepción de la capital Yakarta— y también en los pueblos y las aldeas del interior, se registran saqueos de los depósitos, de los comercios y de los transportes de alimentos. Los saqueos son, en realidad, requisas de los alimentos acaparados por los capitalistas por parte de la población hambrienta.


Mientras tanto, en las zonas rurales –hacia donde se han desplazado varios cientos de miles de trabajadores despedidos en las ciudades– también se desarrolla una gigantesca movilización.


Un experto rural occidental, citado por The Washington Post (15/9), afirma que en el campo reina “una anarquía generalizada”.


Al mismo tiempo, florecen las reivindicaciones autonómicas de Timor Oriental y Nueva Guinea. También tienen lugar movilizaciones hacia los comandos del ejército para reclamar el juicio y castigo a los responsables de los secuestros, torturas, violaciones y asesinatos de opositores y estudiantes en los últimos días de la dictadura de Suharto.


 


“La cuestión N° 1”


Desde la caída de Suharto, el precio del arroz –el alimento básico del pueblo– aumentó un 300%; en consecuencia, “casi la mitad de la población no tiene recursos para comprar ni siquiera la provisión mínima de arroz” (The New York Times, 10/9). La crisis de los alimentos es el resultado de la ruptura de la cadena de distribución como consecuencia de la revolución (muchos de los privilegiados del régimen, que monopolizaban la venta de arroz, han huido), del acaparamiento capitalista y de la propia política oficial. El gobierno acaba de derogar, por exigencia del FMI, el subsidio al aceite comestible, lo que multiplicó su precio en pocas horas. El acuerdo con el Fondo Monetario establece la supresión de los subsidios a todos los alimentos populares, incluido el arroz, lo que “puede tener un impacto más dañino que la supresión del subsidio a los combustibles” … que encendió la movilización que derrocó a Suharto (ídem).


El gobierno intentó resolver el desabastecimiento otorgando nuevas licencias de distribución a ‘empresarios nacionales’… pero “los nuevos comerciantes incrementaron el acaparamiento (para lucrar con mayores precios) y el contrabando (para venderlo a precios mayores en los países vecinos)” (ídem). Ahora hay rumores de que el gobierno establecería un control de cambios para revaluar la rupia y abaratar los alimentos.


El régimen indonesio es un rehén de los capitalistas, pero las masas necesitan comer. Por eso, “la cuestión del arroz es hoy la número 1 (porque) es socialmente muy explosiva” (ídem). Un especialista reconoce que si el gobierno fracasa en resolverla –en realidad ya fracasó– “estaremos en grandes problemas” (ídem).


 


Tiempo de descuento


“Todos estamos preocupados por ello”, confiesa un diplomático occidental (The Washington Post, 9/9), ante la posibilidad de la caída de régimen del Habibie.


La parálisis del régimen es total. Fracasó en resolver la cuestión alimentaria. No ha logrado contener el movimiento de masas con una demagogia democratizante. El derrumbe económico se agrava y no hay perspectivas de mejora: hoy hay 5 millones de desocupados y la mitad de la población está viviendo en la pobreza; se estima que, el año próximo, otros 20 millones perderán su empleo y los dos tercios de la población vivirán en la pobreza. La recesión se profundiza y un banquero reconoce que “todavía la crisis no tocó fondo” (The Washington Post, 10/9). El acuerdo para la refinanciación de la deuda externa privada firmado en junio con el FMI fracasó porque no resolvió “la incapacidad de las empresas para pagar sus deudas” (The Wall Street Journal, 10/9).


La pérdida de autoridad del régimen es manifiesta. “En Yogyagarta, una masa de 100.000 personas instaló en las funciones de gobernador al popular sultán Bunowo, sin esperar el acuerdo, legalmente obligatorio, de Yakarta” (Le Monde, 10/9). En las altas cumbres del poder, resume el corresponsal del diario francés, “el derrumbe económico agudiza la desorientación”.


“Necesitamos imponer la ley y el orden”, exige la presidenta de PT Astra, el mayor productor de automóviles del país (The Wall Street Journal, 16/9), pero el régimen “no parece tener los medios para hacer reinar, por sí mismo, el orden público” (Le Monde, 10/9). El corresponsal de The Wall Street Journal (16/9) afirma que “la inquietud social… está reduciendo la capacidad de las fuerzas armadas y del gobierno para mantener el orden”. Agrega: “Se han reanudado los disturbios del tipo que en mayo obligaron a renunciar a Suharto”. La conclusión del corresponsal es que “el ejército se encuentra a prueba”.


¿Qué salida se plantean la burguesía y el imperialismo? Al ritmo que se desarrollan la crisis y la movilización de las masas, las elecciones previstas para el año próximo son demasiado lejanas. Todo esto plantea la emergencia de un gobierno de coalición con las fuerzas opositoras –los ‘musulmanes modernos’como los llama Le Monde (10/9), es decir centroizquierdistas.


El derrumbe económico capitalista y la movilización de los explotados de la ciudad y el campo han devorado la dictadura de Suharto y ahora están devorando a su heredero Habibie. En apenas cien días…