Internacionales
25/8/2020
La sublevación de la juventud tailandesa contra el régimen militar y la monarquía
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Hace aproximadamente más de un mes que se suceden importantes movilizaciones contra el gobierno pro-militar y la monarquía tailandesa en diversos lugares del país, encabezadas por un movimiento estudiantil que supo abrirse paso a pesar de los escollos planteados por el estado de emergencia, decretado a raíz de la pandemia, que prohíbe los “encuentros multitudinarios”. El movimiento de lucha plantea la disolución del gobierno militarista junto a la convocatoria de nuevas elecciones, el cese a la persecución de activistas y una reforma constitucional que limite el poder de las Fuerzas Armadas y de la monarquía.
El detonante de la acción callejera fue la disolución dispuesta por el Tribunal Constitucional tailandés de Anakot Mai (Nuevo Futuro), un partido político liderado por el empresario Thanathorn Juangroongruangkit, que ha llegado a convertirse en la tercera fuerza del Parlamento luego de las elecciones de marzo de 2019 obteniendo el apoyo de amplios sectores de masas debido a su pose “progresista” y “antimilitar”. Las tendencias a la movilización se acrecentaron en junio tras la desaparición de Wanchalearm Satsaksit, un activista que vivía exiliado en Camboya desde 2014. El 18 de julio hubo un nuevo punto de inflexión, y a partir de ese día las movilizaciones comenzaron a desenvolverse casi a diario. El pasado domingo 16, Bangkok (la capital) se vio inundada por alrededor de 10.000 jóvenes que se congregaron junto al Monumento a la Democracia, logrando consagrarse como una de las movilizaciones más importantes desde la consumación del último golpe de Estado en 2014 y que fuera liderado por el actual primer ministro, el general Prayuth Chan-ochoa.
Poder político
En 1932, un putsch llevado a cabo por un grupo de militares puso punto final a la monarquía absoluta del rey Prajadhipok (Rama VII), dando lugar a una monarquía de tipo constitucional. Desde entonces, fueron 12 los golpes de Estado encabezados por fuerzas militares y 19 las reformas constitucionales. Entremedio, hasta el día de hoy, el país ha oscilado entre dictaduras militares y gobiernos de carácter “democrático”, en un cuadro de gran inestabilidad.
El gobierno pro-militar de Prayuth Chan-ochoa llegó al poder en 2014 por intermedio de un golpe de Estado emprendido por las Fuerzas Armadas bajo liderazgo del actual primer ministro y apoyado por toda la clase capitalista. Se trató de un golpe reaccionario en toda la línea que terminó con el mandato de la ex primera ministra Yingluck Shinawatra del nacionalista partido Puea Thai y hermana del ex primer ministro Thaksin Shinawatra, un magnate de las telecomunicaciones que tuvo el mismo destino al ser depuesto por un golpe en 2006. Tras realizarse la asonada golpista, la dictadura militar suspendió el parlamento y la Constitución, y durante 100 días mantuvo tutelada la vida social de la población a través de la ley marcial, un instrumento represivo utilizado por la cúpula militar para detener a cientos de personas en nombre de garantizar la “paz” y el “orden”. En ese sentido, se cerraron más de una docena de canales de televisión y se ordenó la prohibición de entrevistas a académicos críticos del poder militar, inclusive su actividad en el ámbito universitario. El elenco de la cúpula golpista ha logrado mantenerse en el poder bajo una fachada democrática tras resultar victorioso de las fraudulentas elecciones de 2019 (se reformó la constitución en beneficio del gobierno militar y se persiguió a la oposición) por medio del partido Palang Pracharat.
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El otro elemento cuestionado por el movimiento estudiantil es el rey Maha Vajiralongkorn (Rama X), el cual es un pilar fundamental en el sostenimiento del régimen militar. Rama X, quien se encuentra aislado en un hotel de Alemania, buscó consolidar su posición dentro del sistema político tailandés mediante el reforzamiento de su injerencia al interior del Ejército, y a su vez colocando bajo la supervisión de su poder la Oficina de Propiedades Reales (brazo financiero de la monarquía tailandesa), cuya fortuna ronda entre los 50.000 y 60.000 millones de dólares y que antes fuera gestionada de “forma independiente”. En Tailandia, el monarca se ha valido también de la famosa Ley de Lesa Majestad, que estipula el castigo para cualquier persona que ose criticarlo, sometiéndola a sufrir una pena de hasta 15 años de prisión.
El estudiantado en lucha ha tomado nota de la profundización del deterioro en el tejido social que trae aparejado el derrumbe económico. El gobierno divulgó cifras que auguran un recrudecimiento de estas tendencias, pues en el segundo trimestre de 2020 el PBI de Tailandia sufrió una contracción del 12,2%, formalizando el peor desempeño financiero del país desde el estallido de la crisis que en 1997 produjo la caída de los “tigres asiáticos”. La recesión a la que ha ingresado el país está ligada del mismo modo a la caída del turismo como producto del cierre de fronteras y de la caída en las exportaciones y servicios. Se trata, de todos modos, de una crisis preexistente que se manifestó a principios de año con una caída del 2% del PBI, y que de 2017 a 2019 fue partera de duros golpes a la economía doméstica con la pérdida de medio millón de empleos y un aumento en el endeudamiento familiar (El País, 20/3/19). Como en todo el mundo, la crisis capitalista opera socavando las bases de sustentación del régimen político y acicateando la intervención de las masas.
Perspectivas
La madurez del movimiento de lucha estudiantil se acrecienta con el correr de los días. Una acción combativa que tuvo su origen con el protagonismo de estudiantes universitarios ahora ve engrosar sus filas con estudiantes secundarios, e incluso provenientes de las escuelas “de élite”. Y también se ha constatado la participación de activistas LGBT y de trabajadores, sumados al calor de la movilización popular.
La forma más acabada de organización estudiantil se expresa en el grupo “Free Youth Movement” (Juventud Libre), aunque aún el conjunto de los estudiantes carece de una dirección que los lidere. Las fuerzas de la oposición patronal, como Nuevo Futuro, intentan incidir sobre el movimiento, lo que plantea el problema de que éste mantenga una independencia política.
Está planteada la tarea de profundizar la lucha para terminar con la monarquía y el gobierno militar. Pero también debe impulsarse una fuerte agitación sobre los sectores obreros, a fin de que unan sus demandas concretas en la perspectiva de una unidad obrero-estudiantil para derrotar definitivamente a todo el régimen político. Viva la sublevación de los jóvenes tailandeses.
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