Internacionales
4/11/2010|1153
La verdad sobre la ocupación de Irak
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El sitio de Internet WikiLeaks, especializado en publicar informaciones militares secretas, hizo conocer 400.000 documentos estadounidenses sobre la guerra de Irak desde el año 2004 hasta principios de 2010. De ellos surge una información que destruye literalmente la “historia oficial”. La publicación de los documentos secretos, la filtración más grande que se haya producido en la historia, fue airadamente condenada por la Secretaría de Estado norteamericana y por el jefe del Estado mayor de las fuerzas armadas. Han salido a luz no sólo la magnitud de la masacre producida por la invasión, sino la red encargada de ejecutarla, el armado de la impunidad y los negocios capitalistas organizados en torno a lo que fue (y es) una operación de saqueo y colonización políticos.
Según la organización Iraq Body Count, que contabiliza solamente las muertes documentadas, los informes dados a conocer admiten 15.000 muertes de civiles que no habían sido registradas, sólo para ese período. Esto lleva a una cifra total de más de 150.000 muertes desde el inicio de la invasión (en 2003), de las cuales -adviértase este dato- el 80% son civiles (Amy Godman, Democracy Now, reproducida por www.argenpress, octubre).
Esta cifra, por sí sola, representa el 5% de la población de Irak.
La cifra puede ser muchísimo más alta. Estas cifras “sólo corresponden a los civiles de los cuales los estadounidenses tuvieron información. Algunos fueron llevados a la morgue de Bagdad en mi presencia y fue el oficial a cargo quien me dijo que el Ministerio de Salud iraquí había prohibido a los médicos practicar autopsias de los civiles llevados por soldados estadounidenses… ¿Tendría que ver con los 1.300 reportes independientes norteamericanos sobre tortura en las estaciones policiales iraquíes?” (Robert Fisk, en The Independent, 25/10).
La masacre de civiles es el producto del régimen de terror organizado por los yanquis, con los colaboracionistas iraquíes. Los informes señalan voladuras de puentes, instalación de coches bomba, fuego mortífero desde helicópteros, acciones que alcanzan un clímax hacia fines de 2006, uno de los períodos más cruentos de la guerra, que son llevadas adelante por las fuerzas de seguridad iraquíes armadas por las tropas de ocupación. “Fue la limpieza sectaria sistemática lo que llevó la matanza a su punto máximo” (New York Times, 26/10). Esta fue llevada adelante por los “grupos de tareas” organizados por el gobierno de las corrientes chiítas -mayoría étnica y religiosa- y de los kurdos, y una parte importante de sus víctimas fueron miembros de la minoría sunnita -de la que era originario Saddam Hussein. Sobre la acción de estos grupos, existía una impunidad garantizada por una resolución que establecía que “si las fuerzas de Estados Unidos no estuvieran involucradas en el maltrato de detenidos, no se realizará investigación alguna hasta que lo disponga una instancia superior” (informe del 16/5/05, contenido en los informes secretos divulgados y reproducido por New York Times, 27/10). La política de impunidad fue trazada desde lo más alto del poder político norteamericano -Donald Rumsfeld, secretario de Defensa bajo Bush, interrumpió una conferencia de prensa referida a los casos de tortura en Irak, planteando que los soldados “no están obligados a detenerla (la masacre) físicamente. Su deber es reportarla” (The Independent, ídem anterior).
Bajo este “sistema” de impunidad, hubo vía libre para los “grupos de tareas” y los informes dan cuenta de cientos de casos de torturas, violaciones y homicidios cometidos por policías y militares iraquíes, en lugares abiertos y en prisiones. La acción de las tropas estadounidenses se concentró en los puestos de control, en los que el asesinato en forma directa o a través de helicópteros fue otro capítulo de la masacre.
Los informes no dejan ningún lugar a dudas sobre las responsabilidades: “los oficiales de ambas partes estaban al tanto” (AFP, Clarín, 24/10).
Los documentos dados a conocer implicarían, por otra parte, a Irán en el financiamiento y armamento de las milicias chiítas enfrentadas al gobierno colaboracionista. Pero sobre este punto existe una controversia: “por todo Irak había material iraní de la guerra Irak -Irán de 1980/88 y la mayoría de los ataques contra los estadounidenses fueron llevados a cabo en esta etapa por insurgentes sunnitas”, no chiítas (The Independent, ídem anterior).
“Yanquis, go home”
Los informes denuncian el papel de las contratistas de seguridad, constituidas por mercenarios bien pagos. Las revelaciones de WikiLeaks, en este punto, ponen en debate uno de los resortes claves de la intervención norteamericana desde el momento que la continuidad de la ocupación de Irak -luego de la “retirada” dispuesta- reposa en gran parte en las contratistas y en Afganistán. Al día de hoy, hay más contratistas que militares. Las filtraciones han producido una serie de declaraciones que ponen en duda la posibilidad real de que las tropas norteamericanas se retiren de Irak a fin de 2011, ante el riesgo de que el país caiga en el “desorden” (La Nación, 24/10). En esta crisis política -según algunos sondeos- “aproximadamente seis de cada diez norteamericanos se oponen aún a lo que Obama considera buenas guerras, como las que se libran contra Al Qaeda y los Talibanes” (The Economist, 28/8).
Fuera las tropas imperialistas de Irak y del Medio Oriente.