La vigencia del Che

La revolución cubana fue un inmenso laboratorio histórico. Su dirección revolucionaria salió de las filas de un partido nacionalista burgués. El asalto al Moncada, en 1953, lo realiza aún como integrante del partido Ortodoxo. Su evolución hacia un antimperialismo de carácter revolucionario, la llevó a una lucha armada concebida como una lucha política y de masas; a la disolución del ejército burgués y al armamento general de la población, y a la expropiación de los grandes capitalistas, entre 1959 y 1961/2. En respuesta a la invasión norteamericana de abril de 1961, tomaron las armas dos millones de trabajadores.


Sin autoproclamarse nunca un ‘teórico’, el Che fue el más intrépido y osado de los revolucionarios cubanos, no sólo en el combate contra Batista, sino fundamentalmente en las conclusiones a que fue arribando en los años posteriores. Con sus caracterizaciones acerca de la política contrarrevolucionaria de la burocracia de todos los Estados obreros; en la denuncia del estrangulamiento económico que ejecutaban las burocracias rusa y china sobre los países dependientes, incluida Cuba (el famoso discurso de Argel), y sobre todo, en su comprensión de que la revolución debía ‘extenderse’ (ser mundial), es decir, su incansable lucha por la destrucción del imperialismo; sólo ya por esto, el Che pasará a la historia del movimiento obrero latinoamericano y mundial como un “águila que alcanzó cimas”,parafraseando el homenaje de Lenin a Rosa Luxemburgo.


Por todo ello, los ‘viejos aparatchniks’ del Kremlin que ya habían hecho de las suyas como sicarios en la guerra civil española, los Ghioldi y Codovilla, se la tenían ‘jurada’. Temían que, en último término, los planteos de Guevara llevaran a un programa revolucionario internacional alternativo al contrarrevolucionario del stalinismo. Dice ‘Pombo’, su compañero en Bolivia, en las memorias recientemente publicadas, que el Che estaba leyendo, en la guerrilla, “un libro de Trotsky sobre la revolución rusa”(1).


Los ‘trotskistas’ argentinos


Toda una caterva de ‘trotskistas’ contemporáneos, sin embargo, se ha lanzado a competir en los ataques al Che, como aún lo hacen los stalinistas.


El peruano Ricardo Napurí, del Mas, un hombre que pierde el pelo pero no las mañas, dice que el Che fue un “Quijote”, “derrotado … por una realidad que su generoso voluntarismo histórico no pudo cambiar”(2). Si “hasta su aventura del Granma, el Che se caracterizaba a sí mismo como un nuevo Quijote, sin saber a dónde lo conducirían los ‘molinos de viento’…”, después hará una‘quijotada’, es decir, una tarea ahistórica, una ‘misión imposible’ que una “generación de jóvenes y combatientes … seguimos tratando de imitar a los ‘barbudos’, con fe y esperanza más que con la razón política y revolucionaria” (sic, ídem). Es evidente que ni Jorge Castañeda ni Regis Debray, que han basureado ‘elegantemente’ al Che, podrían haber escrito algo más ignominioso.


Napurí, naturalmente, ignora que todo revolucionario tiene algo de Quijote. Lo tenía Marx, cuando habló de “tomar el cielo por asalto”, y lo tenía Lenin, cuando citando a Napoleón, dijo: “lo intentaremos y luego veremos”, al justificar la revolución de Octubre en función de una esperada revolución en Alemania.


Mercedes Petit, otra dirigente morenista, ahora en la fracción zamorista (Mst), también escribe acerca “de sus aciertos y de sus errores” (del Che): “Para entender mejor su vida y su muerte, tenemos que recordar también su concepción del ‘foco’ guerrillero. Haciendo una lectura muy parcial de la experiencia del movimiento antidictatorial que acabó con Batista, Guevara sostuvo que un reducido grupo de combatientes, actuando en al campo con voluntad y disciplina, podría transformarse en un poderoso ‘ejército popular’ capaz de aplastar al enemigo. (…Así las)experiencias foquistas … acabaron todas en el fracaso”(3). El análisis de esta ‘trotskista’ es realmente ‘Petit’ (en francés, estrecho). Quizás esto explique porqué los que denigran ahora al Che por‘foquista’, puedan ir juntos con los herederos de Codovilla en una ‘alianza’ centroizquierdista a las elecciones del próximo 26.


Culminando con este arco, Jorge Guidobono, dirigente de uno de los tantos despojos en que se desparramó aquella corriente, ha descubierto en el Che al “teórico más destacado”(4) de la revolución cubana. Ya dijimos antes que no pretendió esto para sí.


Todos estos dislates tienen un común denominador: son ‘esquemas’ y ‘modelos’ que pretenden justificar los hechos consumados, para mejor tapar su completa falta de previsión política, por no decir algo peor.


Historia lamentable


Nahuel Moreno caracterizó la llegada de Fidel y el Che a La Habana, en 1959, como un golpe proyanqui, una “libertadora” de Aramburu y Rojas.


El morenismo fue la corriente que llegó más tarde que nadie en la izquierda al ‘campo’ de la revolución cubana.


Sintomáticamente, Ricardo Napurí, en el reportaje ya citado, denigra al único representante de la izquierda que tuvo el mérito de caracterizar correctamente a la revolución cubana, Silvio Frondizi(5). La desfachatez de Napurí no tiene nombre, endosándole a Frondizi la política de su maestro Moreno, cuya verdadera posición no menciona una sola vez.


Con motivo de la revolución cubana, el movimiento juvenil de la Argentina se transformó por aquellos años en un hervidero. En el viejo Partido Socialista levantan cabeza toda una serie de corrientes pro-revolución cubana, que van a tener su expresión más elocuente en la elección a senador porteño de Alfredo Palacios en 1962. El stalinismo, mientras tanto, le seguía dando la espalda a la revolución. A fines de 1961, el PC vuelca todo su aparato para impedir que el congreso de la FUA vote como presidentes honorarios de sus sesiones a la Revolución Cubana y a Fidel Castro(6) (la propuesta fue hecha por un delegado de 19 años, conocido hoy como Jorge Altamira). Cuando la crisis de los misiles de 1962, el presidente de la FUA, del PC, declaró que “hoy no se juega la defensa de una revolución …(sino) la paz mundial”(7). El PC incuba ya la crisis que lo llevará a perder a toda la FJC en 1966/7.


Los morenistas, mientras tanto, siguieron llamándose “fieles soldados de Perón”, en un ‘entrismo’ en el peronismo que sólo culminará en 1964. Años después, sin embargo, Moreno se pasa de rosca, al campo del ‘foquismo’ y de la mimetización total al castrismo, negando la necesidad del partido de la clase obrera (Congreso del PRT de 1967).


La vigencia del Che tiene que ver con la tarea histórica que defendió e impulsó: la revolución socialista internacional.