Las confusiones del Centro Internacional Christian Rakovsky

Con Putin contra la clase obrera rusa e internacional.

El Centro Rakovsky emitió dos declaraciones sobre la guerra

En torno a la guerra entre la Otan y Rusia, asistimos a un abanico de posiciones en las filas de la izquierda. Unas, que se inclinan a apoyar sin más la “resistencia ucraniana” respaldada por la Otan y el imperialismo de conjunto; la otra que respalda en la guerra a Putin. Esta última tiene como exponente al Centro Christian Rakovsky (DIP de Turquía, EEK de Grecia, MTL de Finlandia, RPK de Rusia, OKP de Rusia y Asociación Unión Soviética de Rusia), quienes vienen de emitir sendas declaraciones: una, anterior a la guerra, publicada el 13 de febrero de 2022; la otra, del 30 de abril de 2022, ya iniciada la misma, con motivo de la celebración del día internacional de los trabajadores.

La incursión rusa no se trata, sin embargo, de una empresa emancipadora, en la medida en que la oligarquía del Kremlin recurre a la masacre para apropiarse de los réditos de la restauración capitalista, y no de sacudirse el yugo de la explotación capitalista a la que ella conduce, en la que está en juego el reparto de su cuota con el imperialismo. No es casual que consideren a la Federación Rusa como la continuadora de la URSS: ni una palabra sobre cómo la alianza de la Otan se ha ido expandiendo desde la disolución y colapso de la Unión Soviética, cada vez más amenazante hacia la Federación Rusa, “el principal estado sucesor de la antigua federación de naciones”. En rigor, asistimos a un embellecimiento del actual régimen político ruso, cuya existencia está vinculada a la liquidación del Estado obrero y a sus relaciones de propiedad, para dar paso a su contrario.

Esta consideración nos clarifica sobre las razones del respaldo al bando gran ruso en la invasión. Así lo refleja una de las consignas con la que concluye la declaración del 30 de abril: “reconocer el derecho a la autodeterminación de las Repúblicas populares de Donetsk y Lugansk!”. Pero la invasión rusa no se hace en función de las aspiraciones de los pueblos del este ucraniano sino que usan el sentimiento del Donbass en función de los apetitos y ambiciones de la elite dirigente restauracionista de Rusia. Para el Kremlin, Ucrania es simplemente una prenda de negociación con Occidente y no encarna una cruzada liberadora de los pueblos. El este ucraniano, en caso de prosperar la incursión rusa, lejos de conquistar su “autonomía”, pasará a ser un territorio más bajo la opresión de Moscú, como ya viene ocurriendo con otras naciones oprimidas (Chechenia, Kazajistán) bajo la tutela y área de influencia rusa. Por su lado, no se puede descartar un arreglo entre las partes en pugna como corolario de la guerra -una de las variantes posibles del conflicto- que culmine con un reparto y desguace de Ucrania, a expensas del pueblo ucraniano, tanto del este como del oeste, blancos de una guerra de rapiña que los tienen como principales víctimas.

Es indudable que la responsabilidad fundamental de la guerra, e incluso de su prolongación, es del imperialismo, especialmente el norteamericano, pero no se puede eximir de responsabilidades al Estado ruso presidido por Putin. La crisis capitalista mundial ha colocado a ambos contendientes en un choque cuya función desde la vereda imperialista es desplazar y derrotar al viejo socio para apropiarse del proceso restauracionista. Tal es la razón de la extensión de la Otan alrededor de las fronteras rusas, la misma que ha llevado a Putin a invadir Ucrania. Para pasar en limpio: Putin manda al ejército ruso a invadir Ucrania no en nombre de los intereses de la clase obrera rusa, sino de la burguesía oligárquica de ese país, y ha actuado como una nación opresora, con los métodos del imperialismo invadiendo a una nación oprimida. Ambos (el imperialismo y la oligarquía rusa) se disputan la explotación de la fuerza de trabajo de esa nación (con salarios y jubilaciones de miseria) y la enorme riqueza energética (carbón, petróleo, gas) y en materia de alimentos.

Chauvinismo prorruso antiinternacionalista

Es curioso que lo dicho sea soslayado por el Centro Rakovsky, cuya posición es ostensiblemente favorable a la invasión rusa en la declaración del 13 de febrero. Aunque la guerra no se había iniciado, el centro Rakovsky adelantaba su apoyo a la Federación Rusa: “Sin apoyar a regímenes restauracionistas (se cuidan bien de no mencionar a Putin), oligárquicos o bonapartistas, la clase obrera internacional y su vanguardia no deben permanecer neutrales ante la agresión imperialista, sino luchar para derrotarla. Tienen que manifestar su solidaridad en la acción apoyando una movilización política de las propias masas en estos países para derrotar al imperialismo (se refiere específicamente a los países bajo la esfera de la Otan, entre ellos Grecia y Turquía, pero también Polonia y otros en la misma situación). La lucha antiimperialista, para salir victoriosa, tiene el deber de no quedar atrapada en el nacionalismo ciego, al servicio de las elites gobernantes, sino adquirir un carácter permanente hasta la propia derrota de la restauración capitalista, que abre el camino al imperialismo y la colonización, hasta la expropiación de los oligarcas por una reconstrucción de la economía bajo control obrero, todo el poder a los verdaderos soviets, sin burócratas, democracia obrera plena y una activa política internacionalista de apoyo a todos los movimientos revolucionarios y de liberación del mundo”.

El Centro Rakosky no solo identifica la invasión rusa como “una lucha antiimperialista”, sino que esta podría convertirse en la tumba de la oligarquía restauracionista. Una verdadera ensalada “rusa”, especialmente si se siembra la ilusión de que colocando a la vanguardia obrera tras la política belicista de Putin van a organizarse soviets (hoy inexistentes). Esa política, lejos de abrir las puertas a la construcción de organizaciones políticas de las masas independientes del régimen bonapartista, son su sepultura. La política expansionista y de anexión divide a los proletariados ruso y ucraniano, refuerza el régimen represivo, restauracionista y de opresión putiniano. En lugar de abrir paso a una senda revolucionaria, va a contramano de ese objetivo.

Menchevismo

El Centro Rakovsky apela a Lenin enfatizando sobre el hecho de que esta política es la continuadora del gran dirigente bolchevique: “Marchamos tras los pasos de Lenin, quien se negó a enviar a los trabajadores y campesinos en los campos de batalla con fines imperialistas y llamó a la revolución socialista para detener la guerra para siempre” (13/2). El Centro Rakovsky olvida que Lenin se negó a enviar a obreros y campesinos (rusos) a la guerra combatiendo la política belicista del zar, pero también del gobierno burgués que lo sucedió, y que el menchevismo defendía la continuidad de la guerra. El centro Rakovsky no actúa siguiendo a Lenin, sino a Kerensky porque de un modo vergonzante apoya la política belicista de Putin en lugar de llamar a movilizarse por la paz a las masas rusas como un puente para terminar con el zar Putin y la oligarquía restauracionista, en la perspectiva de un gobierno obrero en Rusia. De este modo le deja al ala liberal rusa pro-Otan el papel de oposición política en la Federación Rusa.

El Partido Obrero ha sido fiel a la política y tradición bolchevique leninista e internacionalista planteando la consigna “Guerra al guerra”, cuya función es unir a los trabajadores y oprimidos de Rusia y Ucrania contra una guerra cuyos intereses les son ajenos y opuestos, para enfrentar a la oligarquía restauracionista en Rusia y los regímenes pro-Otan en el resto de las naciones de Europa. A la guerra de rapiña entre ambos bandos, en la que Ucrania ha sido convertida en botín de un disputa de alcance internacional, le oponemos la bandera de una Ucrania unida y socialista y la lucha estratégica por los Estados Unidos Socialistas de Europa, incluyendo Rusia. Se trata de las únicas premisas posibles en defensa de una política genuina de independencia de clase, obrera e internacionalista.

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