Las elecciones en Francia

Por primera vez en la historia electoral de la llamada V República, un candidato saliente pierde las elecciones de primer turno. Aunque mejoró el resultado que le adjudicaban las encuestas previas (27,1 contra 25,5%), la derrota de Sarkozy es un factor acelerador de la crisis política en Francia y de su crisis financiera. El lunes posterior a los comicios, las Bolsas internacionales sufrieron un verdadero colapso -que descuenta el ingreso de Francia a la fila de los candidatos al defol, como España e Italia.

La prensa internacional atribuye la derrota de Nicolas Sarkozy al crecimiento del Frente Nacional (FN). Los comentaristas adoran resaltar el avance de la “ultraderecha”, que esgrimen como prueba de que la bancarrota capitalista no viene preñada de una tendencia a la revolución social. Anunciaron, al principio, que había obtenido el 20,5% de los sufragios, lo que provocó que el debate nacional se centrara en este dato en el momento crucial de la noche del domingo; consiguió, en realidad, 17,9%. Dicen que la derecha creció en más de un millón de votos respecto de su resultado sorprendente de 2002, cuando llegó a la segunda vuelta; es al revés, bajó de caudal, pues hace diez años otro candidato de derecha, con el 2,3%, sumó a un total que llegó al 19%. Más interesante es lo que sigue: “El Frente Nacional -informa Le Monde (25/4)- prospera en la Francia geográfica marginal (…); (hay) un rechazo acentuado al FN en las zonas urbanas, una adhesión siempre mayor en los territorios situados afuera de las áreas urbanas”. En otro artículo, Le Monde insiste: “El Frente Nacional se refuerza en Francia pero se debilita en las ciudades (…); Marine Le Pen recoge los frutos de sus esfuerzos en dirección a las zonas rurales”. De cualquier manera, fue el FN, no la izquierda (en sus distintas variantes), la que desarrolló una campaña más crítica respecto de la crisis mundial, al plantear la salida de Francia de la zona euro e incluso la nacionalización de los bancos. La derecha, como ha ocurrido otras veces en la historia, explota su demagogia populachera contra una izquierda que colabora en forma sistemática con el régimen capitalista. De cualquier modo, la lectura atenta de los resultados marca una tendencia a la izquierda y la posibilidad de que un gobierno del Partido Socialista (PS) reemplace a la derecha gobernante actual. El Frente de Izquierda, con eje en el Partido Comunista, y escisiones del PS y del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), y los grupos trotskistas, sumó el 12% de los votos.

La preocupación política oficial gira ahora menos en el resultado que deparará la segunda vuelta, el 6 de mayo próximo, que en el impacto que esta elección tendrá en las legislativas de junio. La ‘ruralización’ impuesta por el gobierno en el diseño de las circunscripciones electorales, abre la posibilidad de que, por primera vez, el Frente Nacional obtenga una bancada numerosa, y que esto acabe por disgregar al partido de Sarkozy, la Unión por un Movimiento Popular (UMP). Quedaría declarada, en ese caso, una verdadera debacle del régimen político, en un marco de creciente evidencia de que la banca francesa necesita un rescate urgente de la Unión Europea. Por el lado de la izquierda se ofrece un panorama similar, ya que todo indicaría que el PS (apenas más de un cuarto del electorado) gobernaría en soledad, sin el aporte del Frente de Izquierda (FI). Para éste, también, el desafío pasa ahora por las legislativas, donde tendrá enormes dificultades para obtener una representación significativa (reúne hoy a 19 diputados salientes) que, en todo caso, quedará monopolizada por el Partido Comunista. Los resultados de las parlamentarias pueden sellar el destino del FI. La llamada ‘extrema izquierda’ (Lutte Ouvriere (LO) y Nuevo Partido Anticapitalista), que en 2002 reunió el 10% de los votos y que en 2007 recogió (principalmente por parte de la entonces Liga Comunista Revolucionaria, hoy NPA) arriba de dos millones, quedó relegada a la marginalidad (0,6% y 1,15%, respectivamente). El Frente de Izquierda usurpó el lugar ganado por los trotskistas, que fueron devorados por el inmovilismo político en el caso de LO, y por las contradicciones internas de una formación heterogénea, oportunista (nos referimos a las del ‘partido abierto y plural’, como se define el NPA).

La bancarrota de la Unión Europea se concentra de aquí en más en Francia, en especial por el inmovilismo de la izquierda oficial. Hollande, el candidato del PS, se ha limitado a proponer una re-discusión del “pacto fiscal” que firmaron Merkel y Sarkozy, un planteo irrelevante que alcanza, sin embargo, para amenazar el frente franco-germano que pilotea el derrumbe. Más irrelevantes son las propuestas ‘anticapitalistas’ del FI: elevar el salario mínimo en un 20%, a 1.750 euros, pero solamente hasta el final del mandato. Los planteos de Marine Le Pen (salida del euro y nacionalización de bancos) dejan expuesta la división de la burguesía francesa frente a la crisis. Le Pen ha declarado abiertamente que busca la derrota completa de Sarkozy y ocupar por entero el espacio derechista. Para el segundo turno, esto significará un menor aporte para Sarkozy frente a Hollande.

Las conclusiones que plantea la elección francesa son: 1) la crisis capitalista ha alcanzado a pleno el carácter de una crisis política de conjunto; 2) hay un impasse enorme en el movimiento obrero y la izquierda, que los incapacita por el momento para postularse como una alternativa -que solamente podrá ser revolucionaria.