Las elecciones parlamentarias en Francia

El 12 y 19 de junio son las elecciones legislativas

El pasado domingo 12 tuvo lugar la primera vuelta de las elecciones parlamentarias en Francia. El domingo próximo será la vuelta definitiva. Se eligen 577 parlamentarios de la Asamblea Nacional (AN), por voto uninominal a dos vueltas y circunscripción electoral.

El sistema electoral es complicado y es el producto del régimen político de la burguesía francesa, que se caracteriza por un bonapartismo agudo, que concentra los poderes en el presidente de la República. Sólo 5 diputados fueron electos en la primera vuelta y en la segunda participan los 2 primeros del 12 de junio y en poquísimos casos hay un tercer participante si ha logrado el 12,5% de los votantes inscriptos.

Desde hace unos 20 años, con la reforma de la Constitución de la V° República, las elecciones legislativas son inmediatamente posteriores a la elección presidencial y se espera que las legislativas confirmen las presidenciales y que el nuevo presidente disponga de una cómoda mayoría parlamentaria. Este mecanismo acentúa los poderes monárquicos del presidente (antes la elección presidencial era por 7 años y en su transcurso había una elección parlamentaria por 5 años). Además, la AN no dispone de iniciativa en los proyectos de ley y puede considerarse que en estas circunstancias es poco más que una cámara de registro de la voluntad del presidente. A esta caricatura ha quedado reducida la “democracia” en el país de la revolución.

El fracaso de Macron

Macron fue elegido en abril contra Marine Le Pen (candidata semifascista) con el 58% de los votos, en una alianza de hecho entre la derecha no fascista y la izquierda. En Prensa Obrera, destacamos en ese momento la debilidad política profunda con que comenzaba el segundo mandato del macronismo, que se inscribía en un cuadro internacional de crisis económica capitalista, de los efectos de la pandemia y de la crisis climática y en Europa en particular por la invasión de Ucrania por parte de Rusia y el estallido de la guerra.

Las elecciones parlamentarias debían ser un simple expediente para confirmar el dominio del presidente re-electo. En cambio, se transformaron en una verdadera pesadilla y abrieron un nuevo curso a la crisis política, cuya evolución es imprevisible en estos momentos.

En la primera vuelta, la alianza de la izquierda conducida por Jean-Luc Mélenchon y La France Insoumise (LFI, La Francia Rebelde) ganó en número de votos a la alianza de los 3 “partidos” que constituían la mayoría presidencial -La República en Marcha, con su nuevo nombre de Renaissance, Horizontes y Modem. Los nombres solos ya indican que se trata más de agrupamientos de politicastros y aventuraros en búsqueda de prebendas y no de partidos políticos con tradición, implantación pequeñoburguesa y algunas ideas básicas.

Por primera vez en la historia de la V° República el nuevo presidente perdía la primera vuelta de las elecciones legislativas, con el riesgo de no obtener una mayoría absoluta en la segunda vuelta e incluso de no obtener ni siquiera una mayoría relativa sólida. En esta semana, el macronismo ha sido ganado por el pánico, es una calesita que da vueltas y dice disparates contradictorios y la burguesía se pregunta como se va a superar esta impasse y como podrá aplicar sus medidas anti-obreras y anti-populares (por ejemplo, aumentar la edad de la jubilación de 62 a 65 años) en un cuadro de inflación, aumento exponencial de la deuda pública, recesión, retroceso y desagregación del mercado mundial. Por ejemplo, el editorial del lunes de Le Figaro (La Nación, en Francia) se refiere a “Un grave revés para el presidente”. La única reacción política de la mayoría presidencial ha sido por ahora la de lanzar una campaña en los medios afirmando que la izquierda se va a comer crudos a los chicos si gana las elecciones y que el país entrará en la confusión y el caos totales.

Esta derrota tan significativa del macronismo ya había sido anunciada por el hecho que el presidente se demoró un mes, nada menos, en nombrar el nuevo gobierno, cuya primera ministra iba a ser una dirigente de derecha y alcaldesa de una capital provincial y terminó siendo una obscura ministra durante 5 años, sin experiencia política anterior y con un carisma de molusco. Una figura sin ninguna relevancia, que no puede hacer sombra al presidente.

Fuera de sus medidas antipopulares, Macron no presentó ningún programa de gobierno y trató en realidad de que no hubiera campaña electoral. El régimen político que se presentó en 2017 como una “revolución política”, 5 años después presentó un cuadro de descomposición. De un bonapartismo que se pretendía vigoroso y audaz en su ofensiva anti-obrera se pasó a un gobierno senil e incapaz de tomar iniciativas. No es casual que este régimen se haya recostado en el apoyo de la policía y de la represión y haya convertido a la “seguridad” y sus agentes en su eje social. El ridículo del estadio de Francia [ndR: desorganización e incidentes en la final de la Champions League de fines de mayo] tiene sus antecedentes en la represión feroz de los chalecos amarillos, de los jóvenes de los barrios pobres, de la población en operativos armados.

Claro está que el fracaso de Macron ante la guerra y la invasión de Ucrania por Rusia, la derrota en África de la intervención militar y su expulsión vergonzosa de Asia-Pacífico con la anulación de contratos militares, revelaron y agravaron el retroceso sistemático del imperialismo francés en la economía mundial.

El ascenso de la izquierda del régimen

La derrota electoral de Macron se produjo a favor de la Nupes (Nueva Unidad Popular, Ecológica y Social), una nueva “unidad de izquierdas” promovida y dirigida por LFI y Jean-Luc Mélenchon.

Los resultados electorales fueron favorables también a Renovación Nacional, el partido semifascista de Marine Le Pen. En las elecciones presidenciales, en la primera vuelta, se constituyeron 3 grandes bloques políticos (el presidencial, la izquierda y el semifascistizante), cada uno con alrededor del 30% de los votos. Fue un fracaso también de los partidos tradicionales de gobierno: el PS obtuvo apenas 1,75% (un fracaso histórico) y el Partido Republicano menos del 5%. A los ecologistas tampoco les fue bien, con un porcentaje similar. En relación a los resultados de abril, las cifras de la elección legislativa no tradujeron un “giro a la izquierda” significativo; lo que sucedió es que los partidos de izquierda se unieron y lograron presentarse como el medio para derrotar a Macron, los partidos del gobierno retrocedieron y Marine Le Pen tuvo una campaña conservadora, preocupada por la estabilidad burguesa y con la ambición de ganar algunas decenas de diputados y esperar la próxima elección presidencial.

Este hecho nos permite una enseñanza importante. En un período histórico de crisis del capitalismo, deberán transitarse procesos donde las iniciativas políticas de enfrentamiento con el gobierno burgués de turno, a través de los mecanismos burgueses, pueden representar un factor de agrupamiento de las masas; más aún si la vanguardia obrera, la juventud combativa, la población oprimida de los barrios populares, no logran estructurar un cuadro político y una organización con independencia política de la burguesía y de carácter revolucionario, contra el orden burgués y el sistema capitalista y sus gobiernos. Sera un paso para apuntalar la constitución y organización independiente de la clase obrera en su propio partido.

Mélenchon fue tercero en la primera vuelta de la elección presidencial. Se presentó solo, como LFI y logró una adhesión masiva en sectores populares y de la juventud, por ejemplo en el departamento de la Seine-Saint Denis y sus barrios y en otros barrios pobres de las capitales de provincia, como Marsella y Tolosa. Percibió que había alcanzado un techo electoral, como opositor institucional del gobierno, sin perspectivas. Era y es el jefe de un movimiento que sólo puede progresar electoralmente. Lanza entonces la iniciativa, novedosa en su trayectoria política de unificar a la izquierda bajo el comando de la LFI, con el PC, los ecologistas y sobre todo con los socialistas. Fueron el 1,75% de la elección presidencial pero su presencia en la novedosa “unidad” es el símbolo, junto con los ecologistas, de su amplitud y de su posibilidad de llegar al poder. Los viejos caciques del socialismo con el ex-presidente Hollande a la cabeza rechazaron el acuerdo y quedaron marginados.

LFI no es siquiera un partido político; no tiene congresos ni dirección electa; la línea política no se discute, la definen Mélenchon y su grupo de dirigentes contados con los dedos de la mano. No se lo puede calificar de neorreformista, porque es ante todo una aventura política para salvar el orden burgués en crisis, con medidas iniciales de aumentos de salarios y de revalorización del Parlamento. Mélenchon gana fuerza ante la debacle del denominado neoliberalismo y con la abstención de toda agitación anticapitalista. Ignora a las organizaciones obreras y los agrupamientos sindicales y le da la espalda a las movilizaciones obreras y populares. Se construye una popularidad con sus ataques contra la policía y la represión en los barrios y contra los musulmanes.

La Nupes se estructura bajo la hegemonía de LFI y con su programa, sobre la base de una distribución de candidaturas que debería permitir ganancias importantes, para el PS en agonía, para los verdes marginados y para el PC burocrático y estancado. Cada uno tendrá sus diputados y la promesa de ministros en la eventualidad de la llegada al poder. En la distribución de candidaturas, la LFI mostró la hilacha y excluyó sistemáticamente a los candidatos posibles del movimiento barrial. Hay apenas un puñado de dirigentes de una lucha sindical u obrera.

¿Cuáles son las perspectivas?

¿Qué va a pasar el próximo domingo? El gobierno va a sufrir un nuevo retroceso y la crisis se agravará. Todo indica que perderá la mayoría absoluta y tendrá enormes dificultades para mantener su bonapartismo, cuando la crisis requiere su reforzamiento. ¿Hasta qué punto la burguesía dejará de lado al macronismo como su régimen político imperante? De todas maneras, es claro que entramos en una etapa de agravamiento de los enfrentamientos burgueses, con las aventuras de carácter fascista en acecho.

La Nupes ganará una importante representación parlamentaria pero difícilmente podrá postular al gobierno en forma inmediata. El régimen electoral da lugar a que la coalición gubernamental tenga 250 diputados y la Nupes 150 con la misma cantidad de votos nacionalmente.

Los revolucionarios no deben contentarse de ninguna manera con denunciar simplemente el programa de Mélenchon. Ante todo se trata de cómo intervenir en la crisis, de cómo influenciar y reagrupar a los sectores combativos y luchadores que fueron ganados a esta perspectiva política, porque vieron un medio, el único disponible, para terminar con Macron.

La adaptación y el oportunismo no estructuran ninguna perspectiva. El volante de esta semana del NPA (Nuevo Partido Anticapitalista) se titula “Movilización general para derrotar a Macron votando a la Nupes”. Se considera simplemente como un ala de la “unidad de la izquierda”. Renuncian formalmente a cualquier estructuración exterior porque ya no resulta necesaria. El volante termina afirmando que “necesitamos intervenir todas y todos juntos, construyendo dinámicas unitarias que permitan victorias sociales y políticas”. El camino está trazado. El NPA aceptó negociar inicialmente con LFI para formar parte del nuevo agrupamiento. Solamente con su desesperación para encontrar un lugar bajo el sol, pudieron plantear e imaginar que la Nupes iba a incorporar al NPA y excluir al PS (condición esta puesta por el NPA). No había ninguna dificultad programática. Es cierto que había sido el caso en la Municipalidad de Burdeos en el 2020, cuando el candidato presidencial Philippe Poutou fue elegido concejal en la misma lista que LFI. Cuando se trata del poder es otra cosa y la LFI hará pactos con el NPA sólo si la situación política se descompone y hay que recurrir también a los extremos.

La denuncia del circo electoral, de las ilusiones democráticas de las masas y la proclamación de la necesidad del programa revolucionario no pueden ser de por sí los componentes de la actividad de una organización revolucionaria. Lo que hay que plantearse es cómo intervenir en el movimiento de las masas. Para refrescar un poco la historia, vale la pena recordar como Lenin defendió la intervención en las elecciones en una situación no revolucionaria luego de 1905. Hay que leer y releer en particular los escritos de Trotsky sobre China para no confundirse con las ilusiones: si una ilusión política en la democracia burguesa contribuye a organizar el movimiento de masas, el partido revolucionario debe intervenir para que esta organización sea independiente y lo más combativa posible, al tiempo que debe señalar que ninguna democracia burguesa que dé satisfacción a las necesidades de las masas es históricamente posible en este período y que toda confianza en las instituciones burguesas conduce a la catástrofe. Programa y organización independientes para luchar por las reivindicaciones, aprovechando las ilusiones si facilitan la intervención del movimiento obrero.

Todo apoyo político a la Nupes debe ser excluido, al tiempo que hay que llamar al combate unitario para acabar con Macron, a la formación de comités de lucha y al eventual apoyo a candidatos obreros y combativos que compartan esta perspectiva.

París, 14 de junio