Las manifestaciones en Rusia

Este fin de semana se llevaron a cabo nuevas manifestaciones en reclamo de la liberación de Alexei Navalny, el referente opositor que fue detenido al regresar a Rusia, tras una estancia en Alemania, donde se recuperó de un envenenamiento que atribuye al régimen de Vladimir Putin.

Las movilizaciones fueron reprimidas y hubo miles de detenciones. En las marchas, se expresó una fuerte indignación contra Putin por las recientes revelaciones del canal de Youtube de Navalny, que mostró el enorme palacio con que cuenta el líder ruso en las orillas del Mar Negro.

Conviene, sin embargo, tener bien claro de entrada quién es Navalny. Empezó militando en el partido ultraliberal Yabloko en el 2000, del que fue expulsado en 2006 por apoyar la llamada “Marcha rusa”, convocada por grupos xenófobos como el Movimiento contra la Inmigración Ilegal. En 2007 fundó el Movimiento Nacional para la Liberación Rusa, que planteaba “poner freno a la degradación de la civilización rusa y crear las condiciones para la preservación y el desarrollo del pueblo ruso, su cultura, su idioma y su territorio histórico”. Entre varias expresiones xenófobas, comparó a los inmigrantes del Cáucaso con cucarachas a exterminar (Sin Permiso, 1/4/17).

Aunque con el paso de los años fue moderando su discurso, por cálculos electorales, su planteo sigue siendo una mezcla de liberalismo y nacionalismo reaccionario. En las elecciones de 2017 fue candidato del Partido Republicano de Rusia – Partido de la Libertad del Pueblo, una formación política liderada por funcionarios del gobierno de Boris Yeltsin, que encabezó la primera gran oleada de la restauración capitalista en el país. Su programa de ese año planteaba, por ejemplo, “que la financiación de las escuelas se distribuya según el rendimiento de sus alumnos” (ídem).

Navalny dirige una Fundación Anticorrupción, desde la que ha sabido valerse de las denuncias sobre las fechorías del gobierno ruso y de parte de la oligarquía dominante para posicionarse políticamente. En los últimos comicios no pudo ser candidato debido a múltiples causas judiciales por malversación de fondos y fraude, que según él son una fabricación del gobierno. De todos modos, impulsó la táctica del “voto inteligente”, que consiste en concentrar el voto opositor en el candidato mejor posicionado frente al candidato del oficialismo (Rusia Unida), una táctica que le dio réditos a la oposición en algunos distritos de Moscú.

Tanto la Unión Europea (UE) como Estados Unidos han expresado su preocupación por la situación de Navalny. En el caso de la UE, no descarta la aplicación de nuevas sanciones. Esto se debe a que Navalny forma parte del elenco político que promueve un salto en la restauración capitalista, que beneficiaría al imperialismo.

Las manifestaciones se producen en un momento difícil para Putin. Si bien logró imponer vía referéndum una reforma constitucional que lo habilita para gobernar hasta 2036, el país sufre el impacto sanitario y económico de la pandemia. A la vez, la economía es fuertemente dependiente del gas y el petróleo, por lo que se ve sometida a los vaivenes de los precios de estos commodities, que el año pasado se derrumbaron. A esto se suma el efecto de las sanciones internacionales.

Putin intenta transferir los costos de la crisis sobre las masas. El gobierno ha ido aplicando ajustes en salud, educación y -el golpe mayor- una reforma jubilatoria que subió la edad de retiro. La represión y supresión de libertades democráticas es un complemento de esa política.

Es necesario hacer emerger las reivindicaciones de los trabajadores y desarrollar una oposición revolucionaria y de izquierda a Putin, sin ningún apoyo a la oposición proimperialista.

El régimen bonapartista de Putin, la restauración capitalista y la lucha por un partido revolucionario de la clase obrera (prensaobrera.com)