Internacionales
22/1/2004|834
Las trampas de la universalización
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Las dictaduras de Pinochet o la de Videla, Massera y compañía, o la dictadura de Suharto en Indonesia son las formas más descarnadas de la dictadura del capital. Pero esto no provoca una defensa a secas de la democracia, la cual es otra de las formas de la dictadura burguesa. Es una cuestión de grados, que mide la vigencia de las libertades para la clase obrera. Pero no hace falta ser demasiado sagaz para ver que una democracia como la sionista es incluso más cruenta que una dictadura antiobrera. Por eso resulta altamente nefasta la universalización positiva (abstracta) del término democracia y la universalización negativa (abstracta) del término dictadura (“la democracia sin límites”, Ollivier).
A modo de último justificativo, Ollivier se atreve a este razonamiento: “Sin mencionar que después de todas las experiencias históricas del siglo XX, la palabra “dictadura”, con o sin calificativo, es aborrecible desde entonces. En primer lugar, por nosotros mismos.”
Esta afirmación no contempla la lucha que se establece a través de los aparatos ideológicos del Estado que, a favor de la burguesía que detenta su dictadura, hace uso de todos los medios para posibilitar una carga de sentido única e irreversible en ciertas palabras. Los revolucionarios podemos aceptar esta concesión a las corrientes filosóficas que plantean que el discurso y sus formas son la realidad: al sintagma ‘dictadura del proletariado’, nosotros le damos el significado revolucionario que realmente le corresponde. Esto no significa, tampoco, un embellecimiento de ese régimen transicional. Cronstandt fue reprimida para salvaguardar la dictadura de los trabajadores en Rusia y, con ello, la perspectiva de la revolución mundial. Fue uno de los hechos más tristes de la revolución, según Trotsky, pero lo defendemos, tomamos partido, rescatamos su justo valor en esa coyuntura.
La dictadura del proletariado no es aborrecible a igual título que todas las dictaduras, como dice Ollivier. Es el hecho supremo del amor social hacia la clase a la que pertenecemos. Es la defensa del futuro de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos: la defensa irrestricta del gobierno obrero, la represión de los intentos de la burguesía por reinstaurarse en el poder. No nos queda otra opción a nosotros, los peces insurreccionalistas moviéndonos en las aguas turbulentas de la época del Argentinazo: derrotar a este régimen democrático, luchar por la dictadura de la clase trabajadora en el poder.