Levantamiento en Kurdistán


El Kurdistán turco fue conmovido por una verdadera intifada (“serhildan”) en los últimos días de marzo y en los primeros de abril. Toda una semana, Diyarbakir, la mayor ciudad de la región, y muchas otras del Kurdistán del Norte, fueron escenario de manifestaciones de masas que levantaron las reivindicaciones más radicales. Hubo ataques a los símbolos del sistema por parte de los jóvenes y luchas callejeras cuando la policía y la gendarmería intervinieron violentamente. Los acontecimientos dejaron doce muertos, todos civiles (cuatro de ellos niños, el menor de tres años); varias ciudades fueron ocupadas por el ejército. El Kurdistán turco ocupa una vasta zona en el oeste del país, donde habitan 20 millones de kurdos, que representan más de un cuarto de la población de Turquía y 60% del total, que se extiende por las fronteras vecinas de Irán, Irak y Siria.


 


El 21 de marzo se celebra el Newroz, un tradicional festival de primavera de los kurdos. Esta celebración tomó un significado político desde que la lucha kurda ganó un carácter de masas a comienzos de los años '90. Este año, una vez más, llegaron cientos de miles de personas a Diyarbakir y a otras ciudades del norte de Kurdistán, desafiando abiertamente el tabú que rodea al PKK, el movimiento guerrillero que encabezó la lucha kurda desde comienzos de los '80, y cuyo líder, Abdullah Ocalan, languidece bajo condiciones de aislamiento extremo en una prisión de máxima seguridad. También hubo celebraciones en el oeste de Turquía; la mayor, en Estambul, reunió a cien mil personas, incluyendo secciones de la izquierda turca, entre las que se encontraban los revolucionarios del grupo marxista “Lucha Obrera”.


 


Todo esto resultó ser mucho para el estómago del Estado turco, que asesinó catorce guerrilleros, inmediatamente después del Newroz. A los funerales concurrieron decenas de miles de personas. Los comercios bajaron sus cortinas. Los jóvenes rompieron las vidrieras de los comercios abiertos y quemaron bancos y edificios gubernamentales. La policía y los llamados “equipos especiales” dispararon indiscriminadamente. Los días siguientes, jóvenes furiosos marcharon con banderas del PKK y retratos de Ocalan. Las escenas recordaban el estallido de los suburbios de París en noviembre pasado. Durante días, en decenas de ciudades en el norte de Kurdistán se alternaron manifestaciones de masas pacíficas y protestas de jóvenes que lanzaban piedras a la manera palestina.


 


Esta rebelión indudablemente señala un estado de ánimo revolucionario entre las masas kurdas. La burguesía kurda, por su parte, ha retrocedido frente a la violencia de la reacción de la juventud y está rogando urgentes reformas para reducir la excitación.


 


Turquía está contra la pared en lo que respecta a la cuestión kurda. El chovinismo turco juega directamente a favor del movimiento fascista, que se fortalece. Esto es indigerible para los sectores dominantes de la burguesía, con su orientación estratégica de integrarse a la Unión Europea. El gobierno (pro-islámico) y las fuerzas armadas (fieramente pro-occidentales y anti-islámicas) están enfrentados en una serie de cuestiones, incluyendo la política frente a la cuestión kurda.


 


En los días posteriores, la reacción de la burguesía turca fue extremadamente contradictoria, con actitudes belicistas mezcladas con reclamos apenas disimulados al PKK y a Ocalan para que calmen a las masas. En una reacción sorprendente, la primera en la historia de más de veinte años de conflicto, el primer ministro Erdogan, bajo la forma de un “lapsus”, llamó a la guerrilla a abandonar las armas y “venir a la mesa (de negociación) a discutir todo”.


 


La represión también está a la orden del día. El gobierno, bajo la presión de los militares y la policía, completó una largamente esperada serie de enmiendas a la “ley anti-terrorista”, que reintroduce provisiones duramente represivas removidas hace algunos años. El ejército reunió tropas en el Kurdistán del Norte, especialmente a lo largo de la frontera con Irak, donde están estacionados varios miles de guerrilleros del PKK. La incursión en Irak es una amenaza que -aunque no es imposible- no parece probable; todo depende de las negociaciones entre Turquía y Estados Unidos sobre la cuestión de Irán.


 


Los kurdos tienen por delante días difíciles, ya que el Estado turco intenta penalizarlos por la rebelión de Diyarbakyr. Días difíciles esperan también a la izquierda y a las extremadamemente escasas fuerzas del movimiento obrero que se oponen al chovinismo turco. En resumen, un caso extremo de desarrollo desigual marca la situación concreta en Turquía: el ascenso de un estado de ánimo revolucionario en el Kurdistán turco y el ascenso del chovinismo, y el despertar del fascismo, en la propia Turquía.


 


Una combinación verdaderamente explosiva, que plantea una inmensa responsabilidad a los marxistas revolucionarios.