Levantamiento popular en Haití


Hay una rebelión popular en Haití. Decenas de miles de manifestantes salen a las calles, ocupan edificios y levantan barricadas en repudio a las maniobras de la ONU y la Comisión Electoral para birlarle el triunfo a René Préval, un aliado del ex presidente Aristide.


 


La represión de las fuerzas de la ONU —balas de plomo contra multitudes desarmadas— ya se ha cobrado dos muertos y varios heridos. La pueblada domina partes enteras de la capital, en particular las grandes barriadas populares. La exigencia de los manifestantes es que sea reconocida, en forma inmediata y sin condiciones, la victoria de Préval en las elecciones del pasado 7 de febrero.


 


Los primeros cómputos le otorgaban a Préval una votación del 60%. Poco a poco, comenzó a caer. La Comisión Electoral, en un hecho inédito a escala internacional, contabilizó los votos en blanco (4%). Gracias a estas argucias —y a la manipulación de los votos, según denunciaron dos miembros de la Comisión Electoral— a Préval se le reconoce “oficialmente” el 49%. Todo esto para forzar una “segunda vuelta” contra un candidato (Leslie Manigat) que no llegó al 11% de los votos.


 


No son “pruritos democráticos” los que llevan a la ONU y a la Comisión Electoral al fraude para habilitar la segunda vuelta. Un triunfo abrumador de Préval, un antiguo aliado del depuesto Aristide, sería la manifestación más rotunda del fracaso de la ocupación. Con su fracaso a cuestas, la ONU acaba de extenderle el mandato a las tropas por otros seis meses.


 


El repudio popular a los ocupantes, que se manifestó en el voto, es la consecuencia de que —con la presencia de las “fuerzas de paz” de la ONU y de los gobiernos centroizquierdistas de América Latina— la miseria, la represión, el hambre, los asesinatos y la prostitución infantil (la “nueva esclavitud” en Haití) crecieron geométricamente.


 


El objetivo del fraude electoral es forzar a Préval a aceptar un gobierno de coalición con los derrotados. Es decir, a desconocer los resultados, a anular en la práctica las elecciones y armar “a dedo” un gabinete para que sigan gobernando los mismos que el pueblo repudió. La ONU está llevando a Haití al borde de un nuevo estallido: la tan mentada “estabilidad”, que tantas veces se usó para justificar la ocupación, le importa un pito.


 


“Con o sin segunda ronda”, editorializa El País (14/2), “las recientes elecciones deberían ser el punto de partida para reconstruir el tejido político-social del país”. Es decir, el diario de Zapatero plantea la segunda ronda para forzar a Préval a aceptar el cogobierno con Manigat. Los ocupantes pretenden forzar esta capitulación antes de la segunda vuelta y hay quienes anticipan que “si las circunstancias lo presionan, Préval irá en la dirección de la negociación” (La Nación, 14/2).


 


No es este el punto de vista del pueblo movilizado: “‘Vamos a poner un millón de personas en las calles en las próximas horas’, anticipó John Joseph, un líder comunitario. ‘La gente no aceptará esto’…” (ídem).