Internacionales
13/6/2019|1552
López Obrador acuerda con Trump que México sea “su muro”
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Con el compromiso de “mayores controles migratorios”, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador cedió a la extorsión de Trump. En los últimos días, México estuvo en vilo por la amenaza proferida por el presidente norteamericano el pasado 30 de mayo: el lunes 10 de junio habría entrado en vigencia un arancel del 5% a las exportaciones mexicanas si el gobierno no aumentaba los controles “a la inmigración y el narcotráfico”. Si se hubiera aplicado, el tributo habría llegado al 25% en pocos meses. La respuesta de López Obrador a esta extorsión imperial incluyó, como parte de una negociación desesperada, la rápida confirmación del despliegue de 6.000 agentes de la Guardia Nacional en la frontera con Guatemala. Luego, en la madrugada del sábado, el gobierno mexicano aceptó que recibirá desde Estados Unidos a 8.000 migrantes en proceso de asilo. De esta forma, y aunque todavía se desconocen los términos específicos del acuerdo, Trump avanza significativamente hacia el propósito de que México se transforme en un “Estado-muro” de la gran masa de migrantes que huye hacia Estados Unidos.
Muchos analistas han interpretado el desenlace como una victoria política de Trump, puesto que, si bien los aranceles quedan en suspenso, el magnate habría logrado su verdadero “verdadero objetivo” -el incremento de la acción represiva frente a la migración en masa, y la constitución de México como “Estado tapón”.
Se trata de una parte de la verdad, pues la guerra comercial ocupa un lugar destacado en la crisis yanqui -el tema migratorio no puede considerarse al margen de la guerra económica y, en definitiva, de la crisis capitalista. Los comentaristas observan azorados la multiplicidad de frentes que abre Trump (China, Japón, Venezuela, México, Canadá, Europa en general), sin resolver ninguno de ellos, y en el caso particular que tratamos, su sorpresa se acrecienta porque “tan sólo hace ocho meses, los negociadores de Trump llegaron a un acuerdo con funcionarios mexicanos y canadienses que, según ellos, remplazaría el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Su nueva amenaza llega incluso antes de que el Congreso estadounidense haya aprobado el acuerdo, y envía la señal a los socios estadounidenses de que las disputas y las amenazas continuas ahora son la norma en el comercio global, por lo menos mientras Trump sea presidente” (New York Times, 31/5).
La guerra comercial, sin embargo, no tiene nada de sorprendente, ni puede achacarse a las características “imprevisibles” del mandatario norteamericano, en la pobre explicación que muchos medios de comunicación intentan brindar. En realidad, es la manifestación de los profundos antagonismos que desarrollan las burguesías en la arena mundial para hacer frente a una crisis que se profundiza sin posibilidad de salida armónica. Lejos de la mentada “fortaleza económica” del imperialismo norteamericano, sus bases se han revelado precarias -la ralentización del crecimiento es un hecho. Más allá del carácter personal de Trump, los choques y las amenazas de profundos dislocamientos comerciales expresan una crisis inocultable.
Los seis meses de AMLO
Al mismo tiempo, México aceptó rápidamente la extorsión condicionado por su propia crisis económica. El mismo día que Trump profirió su amenaza, las agencias Moody's y Fitch rebajaron la calificación de la deuda mexicana. Estas alertan a México del “deterioro de su panorama económico”. Destacan que “la petrolera estatal y su deuda continúan siendo un riesgo para las cuentas públicas, a pesar de los incentivos fiscales y la refinanciación de la deuda que la Administración de López Obrador ha anunciado recientemente” (El País, 6/6).
El diario El País leyó este comentario como una presión del capital financiero para retomar la política de subastas petroleras y avanzar en la privatización de Pemex.
López Obrador no tiene el propósito de ir a fondo contra el gran capital, como ha quedado en evidencia en sus primeros seis meses de gobierno. Ni su política ni su programa van contra las bases estructurales que conforman a México como una tercerizada completamente dependiente de la burguesía yanqui. El famoso régimen de la “maquila”, que no es otra cosa que un paraíso de precariedad laboral en beneficio de empresas yanquis o canadienses, sigue intacto.
A su vez, las principales promesas de campaña de AMLO ya cayeron en saco roto. Las más importantes, vinculadas con el tema de este artículo, refieren a la represión y la inmigración. Lejos de la “propuesta” de retirar a los militares de las calles, López Obrador reforzó la presencia del Ejército en una “lucha contra el narco” que no cumplió ninguno de sus objetivos declamados y, por el contrario, reforzó un entramado mafioso que cuenta entre sus consecuencias con la mayor tasa de homicidios en más de dos décadas -incluidas verdaderas masacres, todas impunes. Este cuadro de descomposición social incluye un alarmante crecimiento de los linchamientos.
“En lo que respecta a la migración, López Obrador comenzó su mandato dándoles la bienvenida a los migrantes que se dirigían al norte y criticó el enfoque de aplicación de la ley del gobierno anterior. Pero recientemente su gestión ha adoptado una línea más dura y ha aumentado la detención y la deportación de personas provenientes de Centroamérica y de otros países que ingresan a México” (La Nación, 31/5). De modo que, aunque inicialmente rechazó en términos discursivos “la política de Trump frente a la crisis migratoria”, la capitulación de este fin de semana fue largamente preparada.
Un planteo frente al drama migratorio
Finalmente, los principales perjudicados son los trabajadores y trabajadoras migrantes, expulsados de sus países en las peores condiciones. El drama social de los desplazamientos poblacionales forzados en masa, que se expuso en su brutalidad con la caravana migratoria de 2018, está lejos de resolverse.
El primer responsable es el imperialismo norteamericano, que impulsó en la región centroamericana dictaduras sanguinarias (como Guatemala) y una política de apoyo a sus oligarguías y de guerra contra las masas campesinas y obreras que dejó cientos de miles de muertos y que destruyó esos países. Esa política injerencista se vio más recientemente, en 2008, en su apoyo al golpe en Honduras, uno de los países desde los que se produce ahora la estampida migratoria hacia México y Estados Unidos. En este cuadro de descomposición social, las masas son víctimas del crimen organizado que asola a la región.
Los trabajadores de México necesitan intervenir en esta crisis, y rechazar el acuerdo del gobierno con Trump. Frente a toda esta podredumbre espantosa, reivindicamos el derecho libre a la migración; abajo la represión, asilo incondicional; por el reparto de las horas disponibles sin afectar los salarios para generar trabajo genuino; por la solidaridad internacional de la clase obrera para enfrentar a los gobiernos represores. En definitiva, por la Unidad Socialista de América Latina contra un régimen social que fabrica en masa la miseria y las guerras.