Los “Chalecos Negros” ocupan el Panteón de París por los derechos de los migrantes

(ex trabajador del Panthéon en 2015-2016)

En el día de ayer un grupo de centenares de inmigrantes, encabezados por el colectivo La Chapelle Debout, ocuparon el Panteón (Panthéon) de París para reclamar por sus derechos y la regularización. Reproduciendo un gesto de la Comuna de París, que tuvo al edificio como su último bastión y depósito de armas, los sin-papeles (“sans-papiers”) denunciaron en este templo dedicado a los próceres (“les grands hommes”) de la nación francesa las condiciones de vida de los inmigrantes en Francia.


Frente a ello, fueron desalojados por la policía por la CRS -división especializada de represión de la policía francesa, que rodeó el edificio-, y al menos 37 de ellos detenidos. La protesta continuaba afuera. Del otro lado, en la Place du Panthéon, una concentración de manifestantes, inmigrantes y hasta algunos parlamentarios acompaña a los ocupantes en su reclamo de regularización.



Los Chalecos Negros, como se auto-denominaron en sintonía con el último movimiento de masas de Francia (los Chalecos Amarillos), denuncian un sistema de opresión y precarización donde primero son repelidos, luego perseguidos y explotados y hasta cazados a los tiros.


 


La Chapelle Debout, que lucha hace más de cuatro años por sus derechos, lideró esta medida de fuerza. Se han vuelto especialistas en este tipo de medidas impactantes para visibilizar esta lucha, como fueron las interrupciones de vuelos con deportaciones de inmigrantes y ocupaciones de edificios abandonados para reclamar por alojamiento. El colectivo nació solidarizándose con la ocupación por parte de sans-papiers de la estación La Chapelle del subte, con un gran asentamiento bajo las vías elevadas. En 2016, en otro gesto que señala la convergencia de luchas, adoptaron el agregado Debout al calor del movimiento Nuit Debout (“Noche de Pie”) de ocupación de plazas y huelga contra la reforma laboral impulsada por François Hollande y continuada por Emmanuel Macron. Para ese momento, numerosas organizaciones de estudiantes y trabajadores en lucha adoptaron el apelativo Debout reflejando la unidad obrera-estudiantil en un movimiento que precedió y preparó las huelgas de los ferroviarios y a los Chalecos Amarillos durante el período Macron.


El gobierno de Macron se sitúa en la línea de continuidad con el imperialismo europeo, cuya política hipócrita implica el doble juego de someter a la miseria y a las guerras a los vecinos africanos y demás países subdesarrollados y luego repeler a los tiros en las fronteras a los migrantes forzados a abandonar su país en barcazas precarias rumbo a España, Italia y Grecia. Para quienes logran pisar tierra firme en el Espacio Schengen, tras la guardia costera, los espera la “acogida” de la desidia de los campamentos de refugiados, cuando no los disparos de las fuerzas represivas y de las cuadrillas fascistas. La mayoría de los migrantes, cuando puede, procede a desplazarse hacia las potencias del Norte en busca de trabajo, condición cada vez más difícil de obtener en los quebrados países del Mediterráneo. Sin embargo, al atravesar una peligrosa ruta de peregrinación y vías férreas (con países como Hungría que han llegado a bloquear sus fronteras y estaciones de trenes); al llegar a Francia, Alemana, Gran Bretaña o a los “estados de Bienestar” nórdicos, se encuentran con lo que “les ofrece” el mercado: trabajos en negro y condiciones de vivienda sumamente precarias, cuando no es debajo de los puentes. Los Estados les hacen sentir que las condiciones mínimas de la ley laboral son “un privilegio” de los trabajadores ciudadanos (de segunda). En Francia, la propia policía tiene órdenes de proceder a raffles (corridas) donde se echa a los migrantes de los espacios públicos. Las fuerzas les gritan “¡Váyanse de aquí!” y los sans-papiers responden “¿A dónde?”. Para colmo, aquellos que consiguen un permiso de trabajo, tienen que esperar por lo menos siete años para aspirar a obtener una ciudadanía francesa y acceder a los derechos, en las mismas condiciones que denuncian los Chalecos Amarillos.


El Panthéon


Un párrafo aparte merece la historia del Panthéon, un monumento histórico en cuyas paredes puede leerse la historia reciente de Francia. La elección del blanco no es casual: el edificio hoy día es una oda a los valores burgueses republicanos que exporta el Estado francés. A la reivindicación de las consignas de la Revolución Francesa (Libertad, Igualdad y Fraternidad) en el marco de la economía burguesa. Este proletariado nómade no tiene ni libertad de circulación, ni igualdad de oportunidades económicas, ni qué hablar de derechos, totalmente pisoteados por el racismo, y la única fraternidad que encuentran es las de los colectivos y partidos que se acoplan a su lucha, frente a una sociedad que los condena a la marginalidad. Las mismas condiciones que se negaban a los sans-culottes de ayer se niegan a los sans-papiers de hoy.


El Panthéon, concebido en 1758 como una iglesia neoclásica, para el tiempo de su culminación en 1791 fue sorprendido por la Revolución Francesa y convertido en un templo para los “grandes hombres” de la República francesa, comenzando por Voltaire y Rousseau, los “padres” de la Revolución. El propio Napoléon I reconvirtió la nave principal en Iglesia, la restauración conservadora (1814-1830) lo hizo por completo y los reyes burgueses lo volvieron Mausoleo de nuevo. Napoléon III, tras su pelea con la ciencia foucaultiana y su reconciliación con el clero, lo reconvertiría en Iglesia y así quedaría hasta después de la Comuna de París de 1871. Los comuneros resistirían hasta último momento en el Panthéon (su depósito de armas) las balas de la Tercera República, cuyas marcas se encuentran en la puerta principal. Tras el fusilamiento de la Comuna, la Tercera República ornaría el monumento de pinturas sobre la historia de Francia imbricada con la Iglesia Católica. En 1905, con la ley “definitiva” de Separación de la Iglesia y el Estado, esta misma Tercera República lo redecoraría con estatuas y signos de una ideología “exclusivamente republicana”. Cabe aclarar que se encuentran pantheonizados grandes pensadores, artistas y científicos (una de ellas Marie Curie, una de las únicas tres mujeres de los 78 pantheonizados); sin embargo, la retórica prevaleciente es la del homenaje a la Patria y a la Ciudadanía, tarea de “próceres”. Con esta mística, hoy día la Quinta República reprime a los sans-papiers que toman el Panthéon para reclamar por sus derechos, retomando la tradición histórica de la acción directa de los comuneros y los sans-cullottes de 1873 y 1789.


Los cánticos adentro y afuera de los Chalecos Negros nos cuentan las raíces históricas de esta lucha: “¡Ayer colonizados, hoy desplazados, mañana regularizados!”. Hoy día los Chalecos Negros forman parte de un proletariado francés pluriétnico y de diversas nacionalidades. El caldo de cultivo del racismo y la segregación que sufre este proletariado nómade se conjugan con la olla a presión de una clase trabajadora francesa, cada día más cargada por un Estado que no tributa a los grandes capitalistas evasores de impuestos. Así, en una Francia convulsionada, sobre todo desde el 2015, se suceden los estallidos de bronca y las manifestaciones de rebeldía. Todas estas expresiones de lucha han dado pasos hacia la llamada convergencia de luchas; no pueden ser capitalizadas por un Estado francés impotente frente a estas demandas y ya es la hora de que la izquierda francesa logre aglutinar esa fuerza en pos de un programa de la propia clase trabajadora. Un gobierno de trabajadores para enfrentar a la “bancocracia” de Bruselas y a la extrema derecha que busca hacer demagogia sobre las reivindicaciones de los Chalecos Amarillos.


Nos solidarizamos con los Chalecos Negros, el eslabón más precarizado y oprimido de los Chalecos Amarillos, en su lucha por la regularización y por la unión de todos los trabajadores contra este sistema opresivo.


¡Por la regularización de todos los sin-papeles!


¡Solidaridad con los sin-papeles!


¡La clase obrera es una y sin fronteras!