Los contagios por Covid han explotado en China

Escenas alarmantes en las salas de emergencia de los hospitales.

Unas 9.000 personas mueren cada día en China a causa del Covid-19, una cifra que prácticamente duplica su estimación de hace una semana, a medida que las infecciones se propagan por el país más poblado del mundo, según señaló en un informe la empresa británica de datos sanitarios Airfinity (Infobae, 29-12). Las infecciones empezaron a extenderse por China en noviembre, y se aceleraron este mes después de que Beijing desmantelara sus políticas de Covid cero.

Las muertes acumuladas en China desde el 1 de diciembre han alcanzado probablemente las 100.000, con un total de 18,6 millones de infecciones, según el comunicado de Airfinity. Esta entidad espera que las infecciones por Covid en China alcancen su primer pico el 13 de enero, con 3,7 millones de casos al día. Esta cifra contrasta con las oficiales que mencionan apenas unos miles de casos diarios, después de que se desmantelara en gran medida una red nacional de centros de pruebas de PCR al pasar las autoridades de la prevención de infecciones al tratamiento de las mismas. Desde el 7 de diciembre, cuando China dio un brusco giro a su política, las autoridades han notificado 10 muertes por Covid. Las autoridades sanitarias declararon recientemente que definen como muerte por Covid la de una persona que fallece por insuficiencia respiratoria causada por el Covid-19, excluyendo las muertes por otras enfermedades y afecciones, incluso si el fallecido ha dado positivo en las pruebas del virus.

Airfinity prevé que el 23 de enero se alcance un máximo de 25.000 muertes al día, con un total acumulado de 584.000 muertes desde diciembre. Y si persistiera esta tendencia contempla 1,7 millones de muertes en toda China para finales de abril, según su declaración. La falta de información oficial ha llevado a la Organización Mundial de la Salud y a algunos gobiernos a exigirle a Pekín mayor transparencia sobre nuevos casos, la severidad de estos y el número de hospitalizaciones

Los centros de salud han empezado a colapsar. Ha pasado a ser usual las escenas alarmantes en las salas de emergencia de los hospitales, con pacientes -muchos de ellos ancianos- acostados en camillas, llenando los pasillos en espera de un diagnóstico o para ser internados con los familiares parados cerca de ellos, obstaculizando el paso. Este contacto cercano entre los enfermos y personas supuestamente no infectadas podría disparar los casos.

La unidad de emergencias del hospital Zhongshan, uno de los más importantes en China, estaba manejando unos 1.000 pacientes diarios, entre 700 y 800 más que en la misma época el año pasado (La Nación, 29-12).

Las autoridades chinas han empezado convocar a los trabajadores de la salud jubilados para ayudar con la avalancha de casos y para reemplazar a los doctores y enfermeras que se han contagiado de Covid. El nivel de contagio del personal de salud, según diferentes crónicas, superaría el 50 % y llega en algunos casos hasta el 90 %. Hay denuncias de trabajadores de la salud que señalan que “le habían dicho que se presentaran a trabajar aunque tuvieron positivo y fiebre” (La Nación, 27-12).

También hay preocupación de que muchos hospitales ya no tengan reservas de medicamentos específicos para tratar la Covid y solo estén ofreciendo fármacos contra síntomas específicos como la tos. Por otra parte, China ha quedado rezagada con su programa de vacunación de Covid. Además, las vacunas que desarrolló y produce son consideradas menos efectivas para proteger contra las infecciones graves por Covid que las vacunas ARNm utilizadas en el resto del mundo.

Río revuelto

La relajación de las medidas de control venía siendo reclamada por la burguesía china pero, en especial, por el capital internacional que veían con preocupación el perjuicio a sus negocios y que traían como consecuencia la paralización de la producción y la ruptura de la cadena de suministros. La política de Beijing de contemporizar con las exigencias patronales ha terminado por potenciar la propagación de los contagios en forma gigantesca.

Este viraje brusco e improvisado revela el callejón sin salida de política del gobierno de Xi Jinping. No se nos puede escapar que la política de control y aislamiento severos permitieron que en China no se produjera la tragedia que se vivió en las principales economías capitalistas, pero este hecho no nos puede hacer perder de vista que Beijing no brindó prácticamente asistencia económica, en medio de las cuarentenas, a las decenas de millones de afectados por las medidas, en particular a quienes tienen un trabajo informal, cuentapropistas y también pequeños comerciantes que debieron cerrar sus puertas durante ese período. Esto ha creado una corriente creciente de rechazo y malestar en el pueblo, que está predispuesto desfavorablemente cuando se anuncia cualquier reimplantación de nuevos confinamientos.

Lo cierto es que la decisión de levantamiento de los controles y apuntar a la “inmunidad de rebaño” ha abierto un situación explosiva, cuyo alcance y consecuencias se irán develando en las próximas semanas. Por lo pronto, el colapso de la salud puede crear un escenario ingobernable y ser un caldo de cultivo para que se abra paso una reacción popular. Las protestas que en el pasado se dirigieron contra los confinamientos masivos se dirigirían, esta vez, contra la falta de asistencia sanitaria y apoyo económico a la población, expuesta al crecimiento exponencial de la pandemia. Recordemos que ya hay un mar de fondo entre los trabajadores donde anida un creciente descontento que se nutre de la marcada desaceleración de la economía del país, donde la desocupación de la juventud orilla el 20 %. El gigante asiático se está convirtiendo en un polvorín social, lo que se expresa en la curva ascendente de protestas y huelgas. Las protestas en Foxconn, la principal planta del mundo en la producción de celulares, que ocuparon semanas atrás la primera plana de los diarios, es emblemático de este proceso. Los trabajadores entraron en huelga no solo por la cuestión sanitaria sino por reclamos salariales.

A la par de ello, en río revuelto, la clase capitalista no se priva de sacar provecho de la actual crisis y apunta a acelerar la apertura y una desregulación mayor de China –no solo en el ámbito sanitario sino en todos los planos- en vistas a avanzar en el proceso de restauración capitalista aún inconcluso.

Lo que está claro, en el marco de este tembladeral, es que el debut de Xi Jinping, luego de salir airoso en del XX Congreso que lo ha consagrado en una suerte de presidente vitalicio, no ha sido de los más auspicioso. El líder chino está sufriendo un duro golpe a su ascendiente y autoridad y habrá que ver sus consecuencias en una crisis que recién comienza. No hay que descartar, en este contexto, que el gobierno se vea obligado a nuevos giros

Asistimos, en definitiva a un panorama agitado y fluido, atravesado por los el fuego cruzado de la burguesía, el imperialismo y las masas, cuyos intereses son disimiles, contradictorios y hasta antagónicos entre sí.

Independencia obrera

En este contexto, los trabajadores tiene que enarbolar su propio programa para intervenir en la crisis en curso: control popular y de los trabajadores de las medidas que se adopten para enfrentar el nuevo brote de Covid, protocolos obreros, asistencia económica a todos los damnificados, provisión gratuita de los tests y demás insumos médicos, reforzamiento de los presupuestos de salud Fuera la represión y persecución estatal. Por la libertad de organización política y sindical de los trabajadores. Por un plan de inmunización masiva, que incluya las vacunas más eficaces que se fabrican mundialmente. China debe tener acceso a las mismas sin ningún condicionamiento o extorsión de los laboratorios y de las potencias imperialistas. Una plataforma de esta naturaleza contribuirá a ir delineando un programa de salida obrera y socialista frente la crisis.