Los “cristales rotos” y los “pogroms” del sionismo

El nuevo levantamiento nacional palestino no es una “sorpresa”, dijo una conocida analista, Flora Lewis; más bien lo es que “la relativa calma haya durado más que lo previsto, dado el nivel de la decepción” (International Herald Tribune, 8/10). No se puede descalificar este levantamiento nacional por la muerte de tres soldados israelíes, tomados por ‘mustabarin’ *los odiados militares sionistas que se “infiltran entre los palestinos” y tienen un “perfecto dominio de la lengua y las costumbres árabes” (El País, 13/10). Los propios “judíos pro palestinos denuncian la política de apharteid israelí” (La Nación, 17/10) y se movilizan detrás de las consignas “‘Basta de masacres’, ‘Basta de asesinatos’, ‘Basta de ocupación’, ‘Fuera colonos de los territorios ocupados’…” (ídem).


No se puede comparar la resistencia y la indignación de las piedras de los niños y los jóvenes palestinos sin ningún porvenir, con el plomo mortal de los helicópteros artillados, los tanques y los misiles israelíes. Hasta el corresponsal israelí de Clarín ha demolido con sus crónicas la versión sionista de la teoría de los ‘dos demonios’. Shlomo Slutsky denominó “virtuales pogroms” (los ataques que sufrían los judíos bajo el zarismo) “a la serie de actos de vandalismo” que costaron la vida de más de un centenar de palestinos, entre ellos diez palestino-israelíes (11/10), y miles y miles de heridos. Esta escalada *dice el mismo Slutsky* “no tiene precedentes en los 52 años de existencia del Estado de Israel”, no sólo “por su magnitud y dispersión a lo largo de todo el país”, sino porque incorpora e ese millón de ‘ciudadanos israelíes de segunda’, que hasta ahora ‘agachaba la cabeza’ y resistía pasivamente.


Mientras los pueblos y las aldeas palestinas se hunden “en la indigencia” (Financial Times, 10/10), la minoría de 190 mil colonos que se apropió de las mejores tierras palestinas y está encerrada en ‘fortiticaciones’ en toda la Cisjordania y en la franja de Gaza, “acosan y atacan a los palestinos al grito de ‘muerte al árabe’” (El País, 11/10). “La violencia de las columnas paramilitares de los colonos y de los judíos utraortodoxos se afianza en el país. Los incidentes salpican todas las ciudades, incluídas Tel Aviv, Jerusalén, San Juan de Acre, Haifa, Tiberíades o Nazaret, pero sobre todo actúan en el interior de los territorios autónomos de Cisjordania. Patrullan y reprimen de acuerdo con las directrices impartidas por el Consejo de Colonos, que ha ordenado: ‘Defender nuestras tierras con nuestras manos’…” (ídem). Este mismo Consejo ha reclamado que “se corte el suministro de electricidad a los pueblos palestinos, que se confisque los pases para los viajes de sus dirigentes y que se imponga una batería de penalidades a su población” (Financial Times, 10/10).


Las organizaciones de médicos palestinos “han documentado diversos casos de secuestros y asesinatos por los colonos” (ídem). Los colonos *denuncia un habitante de un poblado de 3.000 palestinos cercano a Hebrón, que está pegado a un ‘asentamiento’* “nos tienen secuestrados. Las calles están bloqueadas. Vivimos en estado de sitio. Pero esto no es lo peor; por la noche nos anuncian por los altavoces una sesión de disparos. Como si fuera una canción o un himno, descargan sus armas al aire. Para demostrarnos que nos tienen en un puño”. Y un médico agrega: “Ayer, la orgía nocturna de disparos se acompañó de un ataque en toda la regla por parte de las milicias de colonos, muchos venidos de otros asentamientros, que se dedicaron a tirotear las ventanas y destrozar los pocos comercios que aún tenían las puertas abiertas… Fue peor que la noche de los cristales rotos” (la famosa orgía hitleriana contra los judíos, en 1938, en vísperas del Holocausto).


La nueva Intifada ha puesto de relieve que los ‘acuerdos’ y las ‘negociaciones’ han profundizado la colonización y opresión sionista-imperialista. La nuevas ‘negociaciones’ a lo más que aspiran es a contener la sublevación.