Los ejes del conflicto entre Estados Unidos y Rusia

Fuera la Otan de Ucrania y de todo el exespacio soviético

Una nueva reunión entre el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, y el canciller ruso Sergéi Lavrov, culminó este martes sin resultados, en el marco de la crisis que envuelve a la Otan y a Moscú. Estados Unidos insiste, contra el reclamo de Vladimir Putin, en dejar abierta la puerta a una futura incorporación de Ucrania a la alianza atlántica y defiende el despliegue militar de ésta en países lindantes con Rusia. Moscú, en tanto, mantiene sus tropas en la frontera con Ucrania.

Desde el comienzo de las tensiones, Estados Unidos le aportó alrededor de noventa toneladas de armamento al gobierno de Kiev. El Reino Unido envió material bélico y un grupo de soldados. La Otan ha redesplegado parte de su arsenal en la región. Los países bálticos, Polonia y la República Checa le ofrecen ayuda militar a Ucrania. Para forzar la capitulación de Moscú, Estados Unidos amenaza con sanciones económicas aún mayores a funcionarios y empresarios.

Sin embargo, en los últimos días se han acentuado los intentos, especialmente por parte de Francia y Alemania, por llegar a un entendimiento. En este sentido se inscribe la conversación entre Putin y el presidente galo Emmanuel Macron. Berlín, debido a su sensible ubicación geográfica y a los lazos económicos con Moscú, ya había puesto reparos al despliegue militar, exponiendo las fisuras en el frente occidental. La Unión Europea es tan imperialista como Estados Unidos, pero busca un perfil propio en la crisis, debido a que sus intereses no son exactamente los mismos que los de Washington.

Un conflicto armado implicaría riesgos para todas las partes, y la propia escalada actual ya empieza a hacer sentir sus primeras consecuencias. Volodímir Zelenski, el presidente ucraniano, le ha pedido en más de una ocasión a la Casa Blanca que no exagere la tensión y modere su discurso. Ocurre que la crisis actual ha disparado el riesgo país, en una nación arruinada que enfrenta vencimientos de deuda por 13 mil millones de euros este año (El País, 31/1). A su vez, está percibiendo menos ingresos por el flujo de gas que pasa por su territorio en dirección al resto de Europa, debido a que Moscú recortó los envíos.

Visto en un cuadro global, una guerra elevaría los precios del gas y del petróleo, que ya vienen en alza, atizando la inflación. Sería un factor de agravamiento de la crisis capitalista. Las tentativas por desescalar el conflicto, de todos modos, no tienen el éxito asegurado, porque operan en medio de un campo minado; es justamente la crisis capitalista la que incuba las tendencias bélicas.

El motor del conflicto actual es el proceso de colonización económica del este europeo por parte del imperialismo, a partir de la disolución de la Unión Soviética. Este proceso apunta en última instancia contra Rusia. En el caso de Ucrania, la restauración capitalista en curso ha implicado un desmantelamiento industrial y su transformación en el país más pobre de Europa.

Putin denuncia el extraordinario retroceso de Ucrania y el empobrecimiento de su población, pero ha sido cómplice del sofocamiento de los levantamientos de las masas en Bielorrusia y Kazajistán. La orientación del líder ruso consiste en defender el lugar de su camarilla y de los oligarcas rusos en el proceso de restauración capitalista. Opera a través de medios puramente diplomáticos y militares -o sea, “por arriba”-, sin convocar a las masas, por temor al potencial revolucionario de una intervención independiente de éstas.

La escalada actual plantea la movilización de los trabajadores del mundo por el retiro de las tropas imperialistas del este europeo y la disolución de la Otan. Por una Ucrania unida, independiente y socialista.

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