Los espías que supisteis conseguir

Cristovam Buarque es un profesor universitario, con un posgrado en la Uni­versidad de la Sorbonne. Personaje del mundillo universitario, fue el primer presidente electo de la Universidad de Brasilia. Economista e ingeniero, fre­cuentador habitual de los foros interna­cionales, Buarque habla fluidamente tres lenguas y ha publicado más de una docena de gruesos libros. Por todo esto, fue elegido por la burocracia sindical y profesional del PT como candidato a go­bernador del Distrito Federal por el fren­te que integró con varios partidos patro­nales en las elecciones de 1994. Recién llegado al partido y sin militancia políti­ca conocida, Buarque se consagró gobernador por el Frente Brasil Popular, integrado incluso nacionalmente por el PSTU, o sea el morenismo.


Durante la campaña electoral, Buar­que recibió una ‘ayudita’ de 200.000 dólares de la Obedrecht, el principal pul­po de la construcción en Brasil. Una vez en el poder, Buarque ordenó retomar las obras de construcción del subte de Brasi­lia, a un costo de más de 1.000 millones de reales. La Oberdrecht, plink, caja.


El asunto de la Obedrecht, que ya había ‘colaborado’ con otros candida­tos y funcionarios municipales y parla­mentarios del PT, reveló la participación del capital más poderoso en las ‘cajas negras’ del ‘Partido dos Trabalhadores’ de Brasil.


Pero entre coima y coima, Buarque se dio maña para montar un servicio, con personal y medios de la Policía Militar, para espiar a los partidos de oposición, a los sindicatos petistas, al Movimiento sin Tierras y a los propios organismos dirigentes del PT: todas estas organiza­ciones fueron infiltradas, sus reuniones espiadas y sus dirigentes seguidos. La oficina de este ‘servicio’ funcionaba a pocos metros de las del propio goberna­dor ‘progresista’ (Veja, 25/9). Según relata la revista, uno de los principales dirigentes espiados, Chico Vigilante, di­putado federal del PT, se empeñó en encubrir el trabajo de infiltración que el gobernador había montado para los ser­vicios del Estado capitalista.


Una vez más, el frente popular de­muestra su carácter de instrumento contrarrevolucionario para destruir la independencia de las organizaciones obreras, y aún su misma existencia.