Internacionales
10/10/1996|514
Los espías que supisteis conseguir
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Cristovam Buarque es un profesor universitario, con un posgrado en la Universidad de la Sorbonne. Personaje del mundillo universitario, fue el primer presidente electo de la Universidad de Brasilia. Economista e ingeniero, frecuentador habitual de los foros internacionales, Buarque habla fluidamente tres lenguas y ha publicado más de una docena de gruesos libros. Por todo esto, fue elegido por la burocracia sindical y profesional del PT como candidato a gobernador del Distrito Federal por el frente que integró con varios partidos patronales en las elecciones de 1994. Recién llegado al partido y sin militancia política conocida, Buarque se consagró gobernador por el Frente Brasil Popular, integrado incluso nacionalmente por el PSTU, o sea el morenismo.
Durante la campaña electoral, Buarque recibió una ‘ayudita’ de 200.000 dólares de la Obedrecht, el principal pulpo de la construcción en Brasil. Una vez en el poder, Buarque ordenó retomar las obras de construcción del subte de Brasilia, a un costo de más de 1.000 millones de reales. La Oberdrecht, plink, caja.
El asunto de la Obedrecht, que ya había ‘colaborado’ con otros candidatos y funcionarios municipales y parlamentarios del PT, reveló la participación del capital más poderoso en las ‘cajas negras’ del ‘Partido dos Trabalhadores’ de Brasil.
Pero entre coima y coima, Buarque se dio maña para montar un servicio, con personal y medios de la Policía Militar, para espiar a los partidos de oposición, a los sindicatos petistas, al Movimiento sin Tierras y a los propios organismos dirigentes del PT: todas estas organizaciones fueron infiltradas, sus reuniones espiadas y sus dirigentes seguidos. La oficina de este ‘servicio’ funcionaba a pocos metros de las del propio gobernador ‘progresista’ (Veja, 25/9). Según relata la revista, uno de los principales dirigentes espiados, Chico Vigilante, diputado federal del PT, se empeñó en encubrir el trabajo de infiltración que el gobernador había montado para los servicios del Estado capitalista.
Una vez más, el frente popular demuestra su carácter de instrumento contrarrevolucionario para destruir la independencia de las organizaciones obreras, y aún su misma existencia.