Internacionales
20/7/2006|955
Los objetivos del sionismo y el imperialismo en Líbano y en la Autoridad Palestina
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Los asesinatos sionistas en la Franja de Gaza desataron una ola de solidaridad en las masas de Medio Oriente, que fue ignorada por las dictaduras colaboracionistas de los estados árabes, pero finalmente encontró una expresión en la milicia islámica de Hezbollah, que atacó una posición del ejército israelí, mató a siete soldados, capturó a otros dos y ofreció canjearlos por los presos políticos en Israel. Más allá de todas las diferencias programáticas y tácticas entre los marxistas y los islámicos (y son una legión), hay que reconocer que a través de este simple acto de solidaridad con el oprimido pueblo palestino, Hezbollah se puso al frente de la lucha anti-imperialista y anti-sionista en la región. El líder del Hezbollah, Sheik Hassan Nasrallah, apeló reiteradamente, no a intereses sectarios, sino a la unidad de los “pueblos árabes y musulmanes” o de la “nación islámica” contra el sionismo y sus aliados norteamericanos.
Israel respondió al ataque de Hezbollah con los mismos métodos terroristas que empleó en la Franja de Gaza y en Cisjordania: la sistemática destrucción de la infraestructura económica, el terror contra la población civil, el bombardeo indiscriminado de barrios enteros en ciudades densamente pobladas -como consecuencia del cual fueron asesinados más de 80 palestinos y más de un centenar de libaneses- y, en términos generales, con el más absoluto desprecio por la vida de los civiles e incluso de sus propios soldados capturados. En los últimos días, ocho palestinos murieron en el puesto fronterizo de Rafah, entre Egipto y la Franja de Gaza, mientras esperaban cruzar, sin refugio ni adecuada provisión de agua. Una catástrofe humanitaria, como consecuencia de la falta de alimentos, es inminente en Gaza.
Las similitudes entre las acciones sionistas en Líbano y en la Autoridad Palestina son sorprendentes, no sólo en lo que se refiere a sus métodos militares sino también, lo que no es menos importante, respecto de sus objetivos. Aparentemente, las razones para ambas operaciones son frenar el disparo de cohetes (Qassam desde la Franja de Gaza; Katyushkas desde Líbano) y liberar a los soldados israelíes capturados por las milicias de Hamas y Hezbollah. En realidad, el objetivo del régimen sionista y del imperialismo norteamericano es provocar un “cambio de régimen” (un eufemismo para la instalación de un gobierno títere) fomentando la guerra civil entre los palestinos y entre los libaneses: entre Fatah y Hamas en la Autoridad Palestina; entre Hezbollah y los cristianos en Líbano. Además, el ataque contra Líbano y Hezbollah busca también intimidar a los regímenes de Siria e Irán, dos de los “estados delincuentes” que el imperialismo norteamericano ha intentado atacar en los últimos años.
Históricamente, la burguesía cristiana en Líbano tendió a colaborar con el imperialismo (primero con el francés y el británico; más tarde con el norteamericano) y con el sionismo, contra los movimientos palestinos, panárabes o panislámicos. El objetivo de los masivos bombardeos israelíes en Líbano es “forzar al gobierno libanés a asumir su responsabilidad por lo que sucede en el sur”, es decir, forzar al ejército libanés a imponer su autoridad en las regiones chiítas; en otras palabras, desarmar a Hezbollah. Lógicamente, esto no puede realizarse sin una reorganización del gobierno libanés y un choque armado del ejército libanés con Hezbollah. En otras palabras, lo que los sionistas buscan es provocar la guerra civil en Líbano, como han intentado hacer en la Autoridad Palestina. Para este fin enviaron armas a Abu Mazen en junio; y cuentan con la posibilidad de que, amenazando con destruir toda la infraestructura del Líbano, puedan empujar a la burguesía cristiana a jugar un papel colaboracionista similar contra Hezbollah.
Lo que no tienen en cuenta -acostumbrados como están a asesinar a guerrilleros palestinos prácticamente desarmados- es que en esta oportunidad enfrentan a una organización que ha sido armada durante la última década por Irán y que, por lo tanto, tiene la capacidad de responder a los ataques de Israel, a pesar de la desproporción de las fuerzas militares. Todo apunta a un desenvolvimiento que está lejos de ser favorable a Israel, que sufrió 11 bajas militares y 12 civiles. Desde que comenzó la guerra con Líbano, se ha producido una fuerte caída de la Bolsa de Tel Aviv, y la burguesía israelí perdió 6.000 millones de shekels (aproximadamente 1.500 millones de dólares) en valor accionario. Por esta razón Israel rechazó la oferta libanesa de cese del fuego, con el pleno respaldo de la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, que advirtió que “no tiene sentido alcanzar un cese del fuego en la medida en que Hezbollah y Hamas son capaces de disparar cohetes contra Israel”. En el plano militar, el Pentágono notificó al Congreso norteamericano que planea venderle a Israel combustible de aviones JP-8, por un valor de más de 210 millones de dólares, con el objetivo de “permitir a Israel mantener la capacidad operacional de su flota aérea”. Existe el peligro real de que Israel ataque Siria. Irán, por su parte, ha sido amenazada hace ya tiempo con la agresión militar del imperialismo norteamericano, que trabaja en tándem con Israel en estas cuestiones.
El régimen sionista siempre está insensiblemente dispuesto a usar a los judíos como carne de cañón para hacer avanzar los planes imperialistas en la región, o como dijo el representante israelí en las Naciones Unidas a la propia televisión israelí, “hacer el trabajo sucio (en Medio Oriente) para otros”. En la medida en que los días pasan y las bajas israelíes se acumulan, el gobierno israelí está crecientemente preocupado acerca de lo que llama “la retaguardia”, es decir la población civil israelí. Algunas manifestaciones tuvieron lugar en los últimos días contra los bárbaros ataques contra Gaza y Líbano. Son todavía acciones minoritarias, pero la última en Tel Aviv reunió varios cientos de personas. Además, las masas palestinas dentro de Israel manifestaron en la ciudad de Nazareth (en Cisjordania).
Una campaña inmediata de movilizaciones debe comenzar para frenar los bombardeos, intercambiar los soldados presos por prisioneros políticos mantenidos en las cárceles israelíes y por el retiro del ejército sionista de la Franja de Gaza, Cisjordania y el territorio libanés.