Los trabajadores de Google se organizan

Nace un nuevo sindicato en Silicon Valley.

En un hecho completamente novedoso para la vida política de Silicon Valley, la región de California que aglomera a una gran parte de los principales capitales de la industria tecnológica, los trabajadores de Google avanzaron hacia la creación del primer sindicato de la empresa. Se trata de un fenómeno peculiar, pues si algo caracteriza al universo laboral del conjunto de las compañías que operan en dicha zona, es el hecho de que no exista, por lo general, una organización sindical entre los trabajadores, lo que las mismas patronales incentivan a partir de una política persecutoria.

El anuncio sobre la creación del gremio, cuyo nombre es Alphabet Workers Union (AWU), tuvo lugar a través de una columna de opinión publicada en el periódico norteamericano The New York Times. Titulada “nosotros construimos Google, pero esta no es la clase de compañía en la cual queremos trabajar”, el artículo encierra toda una impugnación al carácter reaccionario que ha adquirido Google con sus sucesivas políticas contrarias a los intereses más generales de sus trabajadores.

AWU no ha emergido como consecuencia de un proceso espontáneo, sino que se viene estructurando hace tiempo, entre bastidores, mediante un trabajo clandestino. En lo inmediato se encuentran organizados aquí más de 225 trabajadores, entre ellos ingenieros, y cuyos lugares de trabajo no solo comprenden Google sino que incluyen otras empresas ligadas al grupo Alphabet, la casa matriz de la primera, que se hallan ubicadas en Estados Unidos y Canadá. Es por esto que todavía se encuentra lejos de conseguir el reconocimiento formal como figura de negociación colectiva en el país, ya que la ley exige que el gremio represente al menos a un 30 por ciento de los obreros de un lugar de trabajo (La Vanguardia, 5/1), por lo que mientras tanto se limitará a velar por los principios de igualdad en el trabajo –las minorías, por ejemplo, son sometidos a condiciones de trabajo más precarias- y por la “observancia de principios éticos”. Desde el punto de vista de la organización sindical, el gremio está integrado al mayor sindicato de los medios de comunicación, que es el Communications Workers Of America (CWA), cuyos afiliados ascienden -entre trabajadores del sector público y privado- a un total de 700.000 miembros, y que representara a su vez a obreros de otros colosos de las telecomunicaciones, como Verizon y AT&T.

Uno de los aspectos más progresivos de la constitución de AWU concierne al hecho de que la afiliación está colocada al alcance de todos los trabajadores del sector sin importar las características de su modalidad de contrato, es decir que incluso podrán nuclearse en él los trabajadores temporales o contratistas, quienes constituyen la mitad de la mano de obra de Google, que hoy llega a 120.000 obreros -260.000 si se tienen en cuenta los temporales y subcontratados-, pero que se encuentran desprovistos de los mismos derechos que tiene el grueso de los empleados contratados a tiempo completo. En rigor, cualquier trabajador que integre este contingente tendrá la posibilidad de sindicalizarse toda vez que abone una cuota equivalente al 1% de sus ingresos, los cuales fungirán como base monetaria para sostener las actividades del gremio, el equipo legal e incluso un fondo de huelga ante un eventual conflicto de esa envergadura.

La conformación de este sindicato, si bien se encuentra en un estado embrionario, expresa un despertar político clave al interior de una de las industrias más importantes de la economía norteamericana, y, asimismo, ha sido precedida por un acrecentamiento de los conflictos laborales en Google. En 2018, más de 20.000 trabajadores y trabajadoras de Google fueron a la huelga contra el encubrimiento por parte de la empresa a ejecutivos que abusaron sexualmente de empleadas, y levantando a su vez un pliego de reivindicaciones que incluía entre sus puntos terminar con la desigualdad salarial y de oportunidades. La lucha de los trabajadores de Google ha hecho sucumbir, además, planes de la empresa orientados a trabajar de forma mancomunada con el Pentágono en el marco de un programa de inteligencia artificial; lo mismo ha ocurrido con la caída del proyecto “Dragonfly”, un motor de búsqueda diseñado por Google para que las autoridades de la burocracia china pudieran censurar contenido web y monitorear el comportamiento de las masas. Google, al igual que otras empresas como Amazon, viene llevando adelante una política de regimentación de los trabajadores. A finales del 2019, la multinacional despidió a cuatro empleados que habían sido protagonistas de protestas internas. En octubre del mismo año, por otro lado, los trabajadores de Google denunciaron a la empresa por haber desarrollado una herramienta de vigilancia interna que avisaba a las autoridades si algún empleado creaba un evento con más de 100 participantes o más de 10 salas, de tal manera que les permitiera impedir que se desenvuelva un proceso de organización colectiva (El País, 20/1/2020).

A caballo de este fenómeno, en la empresa, a nivel más general, también se suceden otros focos de organización sindical. Los empleados de la filial suiza de Google se encuentran luchando por la constitución de un comité de empresa. En Pittsburgh, unos 90 empleados de HCL America (tercerizadora de Google), votaron sindicarse a fines del pasado septiembre. Esos focos también se desarrollan en otros lugares de trabajo, como en Amazon, donde miles de trabajadores estarán llevando a cabo en los próximos meses la creación de un sindicato en el estado Alabama.

Detrás de los aspectos superficiales de estos acontecimientos, subyace una lucha de fondo contra la división y la regimentación de la clase obrera en su conjunto. La tendencia nacional a la afiliación sindical ha venido decreciendo, en 2019 el porcentaje de trabajadores sindicalizados era de un 10,3 por ciento en comparación con el 20,1 por ciento alcanzado en 1983 bajo el gobierno de Reagan. En el sector privado, la afiliación a los sindicatos se ha reducido al 6,2 por ciento, o sea, una quinta parte de lo que significara la afiliación en el sector público, que llega al 33,6 por ciento. Visto desde una perspectiva más amplia, en 2016 Estados Unidos tenía la quinta densidad sindical más baja de los 36 países miembros de la OCDE. Los trabajadores sindicalizados de Estados Unidos, asimismo, promedian un salario entre un 10 y un 30 por ciento más alto que los que carecen de una afiliación sindical. La burguesía yanqui y su Estado, en un contexto convulsivo como el actual, atravesado por las tempestades de una crisis política y una bancarrota económica de características históricas, se valen, naturalmente, de este escenario -y de la política de contención de masas que desenvuelve la burocracia sindical- para evitar una irrupción más intensa de la clase obrera en el marco de una etapa signada por contradicciones sociales muy agudas, en la que todavía conviven las tendencias a la rebelión popular.

La clase obrera norteamericana debe tomar como ejemplo el camino emprendido por los trabajadores de Google, de esta manera se irá abriendo un camino para triunfar.