Los yanquis chocan con el Mercosur

Hace pocos dias concluyó en Belo Horizonte, Brasil, la reunión de ministros de comercio de toda América (con excepción de Cuba que fue marginada) que debía fijar el temario para negociar la constitución de una zona de libre comercio para 34 países del continente. La reunión concluyó con una crisis entre Estados Unidos y el Mercosur, liderado fundamentalmente por Brasil. La reunión tuvo que pasar a un cuarto intermedio para marzo del año que viene, en Santiago de Chile, en la que participarán los presidentes.


Qué es el ALCA


El acta de nacimiento del ALCA, la sigla de la Asociación de Libre Comercio de las Américas, se remonta al 27 de junio de 1990 cuando el ex-presidente de EE.UU, George Bush, lanzó la “Iniciativa para las Américas” para conformar una zona de libre comercio de Alaska a Tierra del Fuego, dejando afuera a Cuba.


El paso siguiente tuvo lugar en diciembre de 1994, en la llamada Cumbre Presidencial de Miami. Allí, 34 presidentes de la región acordaron que el ALCA debería estar definitivamente constituído en el 2005 y que en marzo de 1998, deberían comenzar las negociaciones.


Con el ALCA, el objetivo del imperialismo norteamericano es obvio: abrir los mercados para los capitales, en ostensible ventaja respecto a Europa y Japón.


Esto resultaría en una nueva división del trabajo en toda la región; una parte sustancial de la producción latinoamericana quedaría barrida a cambio del ingreso a Estados Unidos de una selectiva cantidad de productos latinoamericanos.


Desde 1990 en adelante, Estados Unidos formó el NAFTA con Canadá y México, y emprendió una gran ofensiva comercial y financiera en toda América Latina con las privatizaciones.


Una apologista de este proceso, lo dice claramente: “Las reformas económicas (léase privatizaciones y flexibilización laboral) y la demanda insatisfecha de importaciones han hecho de Latinoamérica el mercado más dinámico para las exportaciones de Estados Unidos en los últimos años, responsable de una sexta parte del incremento total en las ventas externas de EE.UU. Una mayor apertura de estos mercados todavía altamente protegidos —suponiendo que estos países cuenten con los recursos necesarios para incrementar sus compras externas— debería continuar favoreciendo la exportación y la generación de empleo en EE.UU. De modo semejante, un clima de inversión más receptivo y una mayor protección a la propiedad intelectual (derecho de patente a los laboratorios extranjeros) —dos condiciones básicas de cualquier tratado regional— favorecerían también los intereses comerciales de EE.UU. en la región”(Sylvia Saborío, Reto a la Apertura, Libre comercio en las Américas, pag. 12).


El ALCA es, además, para EE.UU. un intento de frenar la presencia europea. Henry Kissinger volvió a alertar sobre las posibilidades de un acuerdo comercial de América Latina con Europa y recordó que el francés Chirac, en su reciente viaje por América Latina “declaró que el futuro de Latinoamérica no está ‘al norte’ sino con Europa” (Diario de Río Negro, 5/5).


El imperialismo norteamericano redobló justamente su apuesta por el ALCA a partir de la gran presencia de los capitales europeos en las privatizaciones de América Latina, las cuales provocaron también en Europa una explosión de exportaciones hacia Latinoamerica. El imperialismo norteamericano vio, y además, con bastante desagrado, la firma de un preacuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea.


El ex-secretario de Hacienda de la dictadura, Juan Alemann admitió, sin vueltas, que “lo que los EE.UU. pretenden es, en definitiva, un privilegio en materia de aranceles aduaneros frente a sus competidores de otros continentes” (La Razón, 19/5).


También Kissinger señaló que “si Norteamérica no hubiera incumplido su promesa de promover el temprano acceso de Chile al NAFTA y se hubiera mostrado receptiva a las aperturas de la Argentina en esta dirección, las posiciones relativas de negociación del NAFTA y el Mercosur no serían lo que son en la actualidad y ambas instituciones estarían en camino a convertirse en componentes complementarios de una zona de libre comercio en el hemisferio occidental” (ídem). Para Kissinger, el imperialismo europeo ‘se coló’ en su ‘patio trasero’.


Posiciones encontradas


En Belo Horizonte, los ministros no se pusieron de acuerdo por una razón sencilla. EE.UU. propuso que hasta el año 2000 todos los países bajaran aún más los aranceles de importación, y que se incluyan en la baja los servicios y los derechos de patentes. Con esto, EE.UU. se quiere asegurar un nuevo boom de exportaciones hacia América Latina.


Brasil, liderando una posición común a todo el Mercosur, planteó que Estados Unidos baje los llamados para-aranceles, que son restricciones no arancelararias como las cuotas, o topes de importación. El argumento brasileño es sencillo: EE.UU. tiene aranceles bajos pero muchas cuotas. El ex-ministro de planeamiento de Brasil, José Serra, dice que “con razón el gobierno brasileño argumenta que la implantación del libre comercio en América exige, en una primera etapa, la eliminación, total y sustancial, de las barreras no arancelarias impuestas por EE.UU. a las exportaciones de Brasil y de otros países y contrarias a los principios de la Organización Mundial del Comercio” (Folha de Sao Paulo, 15/5).


Tanto Serra como Kissinger coinciden en un punto. El objetivo que Estados Unidos perseguiría con el ALCA es, prioritariamente, el mercado brasileño. “Un área sudamericana de libre comercio está claramente emergiendo bajo el liderazgo de Brasil”, dice Kissinger. “Para los EE.UU., el éxito económico del ALCA significa, básicamente, el acceso al mercado brasileño y, no olvidemos, a las franjas de los mercados latinoamericanos hoy ocupados por Brasil”.


Serra precisa, a su vez, que “Brasil es también el país de la región cuya estructura económica es la menos complementaria en relación a los países del NAFTA”. Esto significa que un ALCA a la hechura de EE.UU. debería llevar a un desmantelamiento de las posiciones de mercado de la burguesía brasileña en una serie de ramas.


“Salame”


El otro choque tiene que ver, con la crisis planteada con las propias negociaciones. EE.UU. pretende negociaciones bilaterales, lo que para Serra sería el “método del salame”: “o sea, el ALCA iría tomando consistencia según los entendimientos parciales que los EE.UU. irían desenvolviendo sucesivamente con uno u otro país (o grupo de países), feta por feta”.


Argentina ya está criticando a Brasil dentro del Mercosur, y hay quienes ya se interrogan “si la comunidad de intereses en el Mercosur justifica una política de bloque frente a los Estados Unidos”. Juan Alemann, vinculado en cambio al imperialismo europeo, dice que “sin duda alguna, la política argentina debe concentrarse en avanzar en materia de Mercosur, tanto en lo referente a subsanar las dificultades con Brasil, como a los convenios de libre comercio” (La Razón, 19/5).


Choques


Pero en las condiciones actuales del comercio mundial, una zona de libre comercio de las Américas ofrecería a los capitales europeo instalados en el sur, un acceso privilegiado al mercado norteamericano, aunque este privilegio sólo beneficie a un sector reducido del conjunto de la burguesía europea y japonesa.


Esto explica la negativa del Congreso norteamericano a votar la “vía rápida”, que es un procedimiento de negociación que autoriza al presidente a arreglar todos los aspectos de un tratado de comercio y restringe al parlamento a rechazarlo o aprobarlo en bloque.


“Por primera vez en más de dos décadas la rama ejecutiva carece de autoridad para buscar ya la expansión del NAFTA o las negociaciones comerciales con otros grupos regionales emergentes”, reconoce Kissinger.


Las burguesías latinoamericanas sufrirán toda la presión del imperialismo yanqui. En este punto, la burguesía argentina podría ser ‘seducida’ fuertemente para que rompa el Mercosur. Los yanquis también se valdrán de la crisis financiera de Brasil para obligarlo a aceptar sus condiciones.


Se pone de manifiesto, otra vez, la inviabilidad de las tentativas de unión latinoamericana, lideradas por las burguesías nacionales.