Marcos sin pasamontañas

La caravana del movimiento zapatista que debe llegar en pocos días más a la Ciudad de México, ha desatado a su paso un limitado interés popular y bastante curiosidad. Lo esencial es que ha dejado en evidencia las limitaciones de sus planteos: Marcos va al Congreso mexicano a reclamar una ley de derechos indígenas que obvia lo principal: la expropiación de los latifundistas y la entrega gratuita de la tierra a los campesinos. Gran parte del articulado de la proyectada ley ya ha sido acordado; el resto levanta objeciones de la derecha que atribuye al proyecto un exceso de autonomía regional que pondría en peligro la unidad del país. Pero el propio Marcos rechaza este propósito como absurdo. No en vano el presidente Fox alienta la caravana, de la cual espera un acuerdo que le permite proseguir con el gran mito que hoy prevalece en México: que con la derrota del PRI y el ascenso del derechista Fox, el país ha ingresado en una revolución democrática.


La gran alternativa a la globalización capitalista, como la seudoizquierda europea ha presentado al enmascarado Marcos, no llega a la altura de un planteo de revolución agraria, que en México, luego de la experiencia de la revolución de principios del siglo XX, sólo puede tener un carácter anticapitalista. También está ausente el planteo de la unidad socialista de América Latina, es decir un plan de lucha continental para arribar a gobiernos obreros y campesinos. Estas carencias son lógicas, porque Marcos ha repetido más de una vez su fe en la democracia, desconociendo que ésta es la forma engañosa de una dictadura de clase. El programa que finalmente expondrá Marcos, nada menos que ante los legisladores, pone en ridículo a los izquierdistas argentinos que se vistieron con la efigie de Marcos anunciando amaneceres radiantes.