Más sobre el asesinato de Rabin

“De acuerdo al ritmo en que las cosas se están dando a publicidad,  mañana me van a contar que el que asesinó a Yitzhak Rabin es el Shin Bet”, declaró el diputado Ran Cohen a los diarios, el 19 de noviembre. Cohen pertenece a la coalición izquierdista Meretz, integrante del gobierno de Peres.


No era para menos; dos días antes, en el programa de mayor audiencia de la televisión israelí, el periodista Aharon Abramovich anunciaba en forma oficial que Avishai Raviv, uno de los implicados en el asesinato y líder del grupo Eyal (al cual estaba ligado el asesino,  Yigal Amir), era un agente doble del Shin Bet desde hacía dos años.


En junio de este año, la policía recibió la denuncia de un estudiante de la (religiosa) Universidad de Bar Ilan, en la cual estudiaba Amir, Shlomo Halevi, de que “un joven de origen yemenita y de baja estatura” estaba por atentar contra Rabin. Si bien Halevi, según los testimonios, ocultó la identidad de Amir, el Shin Bet archivó dicha información sin proceder a verificarla.


Yigal Amir, de origen yemenita, era uno de los dirigentes más vistos en las manifestaciones derechistas en la Universidad de Bar Ilan y en los ‘asentamientos’ de los territorios. Como tal,  apareció en varios videos de los noticieros israelíes y, por supuesto, en filmaciones que el Shin Bet y la policía debieron haber realizado.


Es más, Yigal Amir participó en el verano de 1992 de una misión semi-secreta a Riga, capital de la ex-República Socialista de Letonia, como miembro de seguridad de la misma. La misión fue llevada a cabo en el marco de las actividades de un organismo llamado “oficina de conexión” o Nativ, paralelo al Mossad y dependiente del despacho del primer ministro. Nativ es una organización de espionaje y actividades sionistas en la ex-URSS, fundada en los años ‘50 por orden del entonces primer ministro David Ben-Gurión. Esta organización no ha sido desmantelada, a pesar del derrumbe de la ex Unión Soviética. En este organismo, como en muchos otros la derecha religiosa está metida hasta el caracú.


Según uno de los comentarios que más circularon esta semana, no es el Shin Bet el que se infiltró en las organizaciones derechistas religiosas, sino la derecha religiosa la que está integrada dentro del Shin Bet (Ha-aretz, 24/11/95). Hace tres meses, por ejemplo, se  informó que uno de los lugartenientes del director del Shin Bet, conocido por el seudónimo “Q”, está por renunciar para dirigir el comando electoral del Partido Nacional Religioso.


La comisión investigadora del crimen, ordenada por el gobierno, ha comenzado sus inquisitorias a puertas cerradas. Está encabezada por el juez Meir Shamgar, el mismo que encabezó la investigación de la masacre de Hebrón y, como en el caso anterior, dudosamente dé a conocer las conclusiones, por el simple hecho de que las instituciones fundamentales del estado judío y del sionismo están presentes en este complot. Seguramente, su informe se limitará a mostrar los ‘errores’ cometidos en la organización de la guardia y en la recolección de datos por parte del Shin Bet.


El primer ministro entrante, Shimon Peres, ha llevado adelante una política de acuerdos para evitar la fractura del estado. En todas estas semanas ha evitado por todos los medios la renuncia del director del Shin Bet (presentada varias veces al gobierno), e incluso la persecución y el encarcelamiento de la derecha religiosa, responsable de la agitación contra el gobierno.


Bajo la consigna “No a la violencia, Sí a la tolerancia”, el laborismo, el izquierdista Meretz y Paz Ahora han hecho todo lo posible para despolitizar las expresiones masivas de repudio al asesinato. La mayor expresión de esta política es la integración de un rabino al gabinete, en calidad de ministro sin cartera, y la promoción del ex-general en jefe del ejército, Ehud Baraq, a ministro del exterior, Junto con ello, el laborismo hafirmado un pacto político con el Partido Nacional Religioso e intenta integrar al gobierno a otros pequeños partidos derechistas.


El rol que ha jugado la OLP no es menos revelador de esta política de acuerdos, apoyada por el imperialismo norteamericano, para evitar la crisis del estado sionista. Arafat ha expresado el pánico de la llamada autoridad palestina ante el asesinato y ha producido un verdadero ‘blanqueo’ de la historia política de Rabin, al presentarlo como un ‘líder de la paz”.


En este marco, no hay que olvidar que una semana antes de la muerte de Rabin se produjo en Malta el asesinato del máximo dirigente del Jihad islámico, Fathi Shekaki, por un comando de ‘desconocidos’. Por supuesto, Rabin dijo no saber quién estaba detrás del atentado, aunque “no se lamentaba por la muerte de Shekaki”. Esta fórmula ha sido repetida una y mil veces por los máximos dirigentes sionistas a la hora de la liquidación de palestinos por el Mossad.


Este crimen fue parte de una maniobra política destinada a disciplinar al Hamas, el otro grupo islámico palestino, quien ha firmado un acuerdo con Arafat para participar en las próximas elecciones de la ‘Autonomía’, reconociendo así los acuerdos con el sionismo y el imperialismo norteamericano. Tres días después del asesinato de Shekaki, en un reportaje al diario Al-Nahar, el Dr. Mahmud El-Zahar, vocero oficial del Hamas, afirmó que su organización estaba dispuesta a una tregua con el estado sionista. En dicho reportaje, el Dr. El-Zahar no dudó en reconocer que el acuerdo entre Arafat y su organización sirve a los intereses de Israel.


(Jerusalén, 25/11/95)