Más sobre el caso TikTok: las prohibiciones de Trump

Monopoly, el viejo juego.

Mientras Donald Trump y su secretario de Estado, Mike Pompeo, insisten en que van a prohibir la aplicación china TikTok, por constituir una amenaza a la nación, a su política exterior y a la economía, una nota de New York Times se preguntaba: “TikTok ¿es más un problema para los padres que una amenaza a la seguridad?” (7/8). La respuesta de los dos periodistas, especializados en temas de seguridad, fue concluyente: lo único suficientemente demostrado es que millones de estadounidenses están preocupados por la obsesión de sus hijos adolescentes con los videos virales. Incluso las fuentes de inteligencia consultadas reconocen que la aplicación podría servir para interceptar datos, pero que no había evidencia alguna en ese sentido.

Otra nota analiza “las cuestiones legales detrás de las prohibiciones” (The Verge, 10/8), ya que Trump invoca la Ley de Poderes Económicos Internacionales de Emergencia, que le permite prohibir transacciones entre entidades estadounidenses y extranjeras, pero nadie tiene en claro si, en relación con una aplicación de contenidos en video, esto es o no constitucional.

Ni uno ni otro artículo advierten lo obvio: Trump –y más extensamente los Estados Unidos- no precisan de evidencias ni de legalidades cuando se trata de defender sus intereses monopólicos.

Oportunidad de negocios

Apenas Trump anunció que prohibiría TikTok, Microsoft informó que se ponía a disposición de los planes presidenciales. Satya Nadella, CEO de la compañía, “habría discutido esta adquisición directamente con Donald Trump” (Hipertextual, 8/8). De concretarse la venta compulsiva, TikTok se partiría en dos: la nueva en manos de Microsoft para los Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda; y Bytedance para los restantes mercados del mundo (la original en China es Douyin).

El monto de la operación se calcula entre 10 y 50 mil millones de dólares, lo que en principio dejaría afuera a otro competidor interesado, Twitter. La empresa del pajarito cuenta con la ventaja de ya estar instalada en las redes sociales. La adquisición de TikTok le permitiría capturar un público menor a los 25 años que le es esquivo y, con eso, interesar a las empresas anunciantes que quieren torpedear ese mercado con sus avisos y productos. Sin embargo, su capitalización -29 mil millones de dólares- no parecería calificar para embolsar al gigante chino.

A la corporación Microsoft, en cambio, le sobra capacidad para financiar la compra, si bien su mercado es el del software con sus tres productos estrella y monopólicos: el sistema operativo Microsoft Windows, Microsoft Office y su navegador Internet Explorer. La corporación de Bill Gates podría desembarcar en las redes sociales y posicionarse como un competidor de YouTube (Google) y de Instagram (Facebook). Con todo, el interés sería más básico: capturar datos. Microsoft cuenta con todos los datos necesarios para el uso comercial del software, “pero no ha tenido éxito con los servicios de consumo puro en los últimos años, lo que ha dejado a la compañía con un vacío de conocimiento sobre el comportamiento de los consumidores” (ídem). De ese modo, podría acceder a una enorme cantidad de información acerca de los intereses –usos, tipos de interacciones- de un amplísimo público juvenil para desarrollar y vender nuevas aplicaciones.

En este juego de Monopoly, Facebook suma a la mesa a Reels, una aplicación idéntica a TikTok, que ya conquistó el mercado indio –el segundo país consumidor de estos videos-, apenas el presidente Narendra Modi prohibió esta y otras tantas aplicaciones chinas. En estos días lanzó su producto en más de 50 países, incluidos los Estados Unidos, Reino Unido, Japón y Australia.

La historia de este nuevo episodio de la guerra económica entre los Estados Unidos y China cierra con una paradoja imperialista: el comité antitrust del Congreso yanqui arrastra desde hace más de un año un juicio contra Amazon, Apple, Facebook y Microsoft por sus prácticas monopólicas, pero a la única que “desmonopolizan” es a la corporación china. Y con la velocidad de un tuit presidencial.