Masacre en Barcelona

Escribe Jorge Altamira.


Los medios de comunicación se han apresurado, como en otras ocasiones, en caracterizar a la masacre ocurrida ayer en Barcelona como un acto del “terrorismo islámico”. No es, sin embargo, lo que opina el columnista internacional más destacado de Clarín, quien la atribuye a “Atacantes sin líderes e incontrolables”. Marcelo Cantelmi escribe que “este terrible episodio confirma la noción de que la mayoría de los atentados de esta índole sufridos en Europa, y en menor frecuencia en los EEUU, son generados por sujetos espontáneos, en general sin entrenamiento y con antecedentes de complicada integración social”. Descarta que lo hubiera organizado el ‘yihadismo’, “ahora que la banda ha quedado desmantelada”. Más adelante cita a un especialista británico para explicar que los atentados contra las multitudes obedecen a la incapacidad de estos terroristas para atacar “blancos militares o gubernamentales”.


 


Eduardo Febbro, corresponsal de Página 12 en París, asigna la masacre por atropellamiento, del miércoles a la noche, a un “Nuevo golpe del lobo solitario”. Subraya que en las ocho anteriores, con las mismas características –con excepción de la de París en 2015– los servicios de inteligencia no descubrieron “lazos operativos evidentes entre la base del Estado Islámico y los autores de las matanzas” (18/8/17). De acuerdo al portal World Socialist Web Site, “en varios de los ataques previos, los terroristas eran bien conocidos por las agencias de Inteligencia”; pero agrega algo más severo: que ellos “eran parte de un círculo más amplio que operaba como vehículo de las operaciones de Estados Unidos y las potencias de la UE para un ‘cambio de régimen’ en Siria y Libia”. En este caso, el “terrorismo islámico” se transmuta en terrorismo de cuño imperialista.


 


Cantelmi, con un propósito más amplio, afirma que este terrorismo es oriundo “de las barriadas pobres europeas entre los descendientes de inmigrantes musulmanes sin inserción, trabajo o estudio”. Hasta poco antes de la ola de terrorismo solitario, estos sectores protagonizaban, todos los fines de año, una quema masiva de autos en la “banlieue” parisina, y en 2007 una enorme rebelión, ocasionada por el asesinato de un muchacho por “la policía de proximidad”. Pero el columnista de Clarín va más lejos en sus conclusiones, cuando incorpora en la responsabilidad política por la decepción del pobrerío de origen extra europeo, al “descrédito generalizado actual de la disputa política e ideológica que antes daba sensatez a la protesta social”. El circunloquio de Cantelmi denuncia a la izquierda democratizante de Europa, que se ha integrado al Estado y al capitalismo, y a las burocracias sindicales, llámense CGT, CGIL, UGT-Comisiones Obreras, Trade Unions, o la Allgemeine Arbeiter Verband.


 


Los primeros en salir a explotar la tesis del “terrorismo islámico” fueron los jefes de Estado de los países que siembran el terror en Medio Oriente, día sí, día no, con bombardeos apuntados a la población civil o por medio de numerosos “daños colaterales” –o, como en Palestina, mediante la demolición de viviendas y la ‘limpieza étnica’. Donald Trump propuso ejecutar exterminios masivos de los autores de los actos de terror –incluidos los sospechosos–, y ofreció como ejemplo el exterminio desarrollado por su país en las guerras coloniales del imperialismo yanqui, ilustrando a Filipinas.


 


La elección de Filipinas no es arbitraria, pues allí, precisamente, es donde el presidente Duterte ha procedido a matanzas generalizadas, con el pretexto de la lucha contra el narcotráfico y el consumo personal de droga. Trump acaba de protagonizar una nueva crisis política en su país, al apoyar a bandas racistas y antisemitas, históricamente terroristas (KKK), que se movilizaron en bandas en la ciudad de Charlotteville. El Estado norteamericano le debe a su propio país el juicio y castigo a los perpetradores de las masacres del 11.9, que no son otros que sus aliados ‘wahabistas’ –Arabia Saudita.


 


El jefe de otra potencia exterminadora, el español Rajoy, se apresuró a denunciar el “terrorismo islámico”, con la añadida intención de influir en el conflicto acerca de la separación de Cataluña del Estado Español. No por nada, reivindicó, en Barcelona misma, la supremacía del Estado monárquico español. En Europa, el terrorismo de ‘lobos’ ha servido como pretexto para una creciente militarización de la vida cotidiana, y encima de ellos para propiciar, como ocurre con Macron, el gobierno ‘par ordonnance’ –o sea por decreto. La burguesía europea se encamina por la vía del “Estado de excepción”. Las guerras imperialistas son siempre propicias para regímenes de reacción política.


 


En los días previos a la masacre reciente, en Barcelona se registraron atentados contra blancos turísticos, de grupos catalanes, con el argumento de que el turismo y los turistas están caotizando la vida cotidiana de la ciudad y llevando a las nubes los precios de los terrenos. El conflicto del turismo, no solamente en Cataluña, se encuentra acicateado por la pelea entre las cadenas de monopolios hoteleros, de un lado, y la cadena rival, por el otro, que ofrece alojamientos baratos por vía digital. Es evidente la ausencia de un planteo urbano progresista, como la nacionalización del suelo y de los grupos inmobiliarios –como condición eficaz de un planeamiento urbano que beneficie al mundo del trabajo.


 


La conclusión que se desprende de una caracterización adecuada de los actos y masacres terroristas, es que, aquí también, “son responsables los Estados y los gobiernos”, en primer lugar los servicios de inteligencia y espionaje, que están doblemente vinculados al espionaje interno y al que tiene que ver con las intervenciones militares en numerosos países y continentes. Por esto es improcedente y contrarrevolucionaria cualquier forma de unidad nacional con estos Estados, incluso cuando fingen su oposición al terrorismo, y precisamente por esta cínica ficción. El fascismo está potencialmente representado por los Estados imperialistas, no por los ‘lobos solitarios’.


 


Por otra parte, el fascismo ‘sui generis’ del Estado Islámico, en el Medio Oriente, debe ser combatido con los métodos de la revolución socialista, o sea con una lucha para expulsar al imperialismo, arrancar la autodeterminación palestina (incluido el derecho al retorno), con el combate a los gobiernos reaccionarios, y por dar una nueva vida a “las revoluciones árabes”, para alcanzar la Unidad Socialista de todos los pueblos del Medio Oriente.


 


La proliferación de atentados terroristas es una expresión de la atomización política de la clase obrera, en especial en Europa, que es la encargada históricamente de poner fin a la explotación social, a las rivalidades nacionales y a las violencias reaccionarias de toda clase.


 


Guerras imperialistas, terrorismo, militarización, gobiernos de excepción y barbarie, o Revolución Mundial.