Internacionales
20/11/1991|346
Medio Oriente: La imposible “pax americana”
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Ocho meses después de la masacre de Bagdad, el imperialismo norteamericano logró inaugurar su “conferencia de paz de Medio Oriente”, con el sí descartado de Gorbachov. Para Bush, la conferencia de Madrid debe servir para “estabilizar” una zona estratégicamente vital para el capital mundial, no solamente con relación al petróleo (y por) lo tanto a la lucha comercial con los europeos y japoneses, sino también para posicionarse frente a las repúblicas separatistas del sur de la URSS, de población mayoritariamente islámica.
La Guerra del Golfo, en la cual todas las potencias imperialistas y los principales estados árabes se alinearon detrás de los yanquis, convirtió al imperialismo norteamericano en nuevo árbitro del Medio Oriente, a lo cual hay que agregar la desaparición de la URSS como “potencia mundial”. Mientras Siria y la OLP ya no pueden jugar a la “carta soviética”, la Intifada palestina ha quedado empantanada al cabo de cuatro años sin que los OLP hubiera hecho nada para darle vida a su “gobierno en los Territorios ocupados”, auto proclamado hace más de dos años.
Israel
La participación de Israel en la Conferencia fue forzada por su incapacidad para liquidar a la Intifada y por el fracaso de su política de asentamientos en los territorios ocupados. Su política de valerse de los colonos judíos —apoyados por un ejército de ocupación— contra los palestinos no logró derrotar la Intifada. Según lo revelan Stanley Fisher y Hebert Stein, asesores del Departamento de Estado norteamericano sobre la economía israelí (New York Times, 14/10), la política de colonización se convirtió en una carga insoportable para el presupuesto de Israel, “un país que depende de la asistencia financiera norteamericana”. La política de asentamientos dependía del presupuesto norteamericano, de modo que su continuidad arruinaba cualquier política con relación a los árabes.
Madrid fue, para los palestinos, el escenario de concesiones fundamentales. “La decisión de Arafat y de la OLP de aceptar (bajo presión israelí-norteamericana) su exclusión de la Conferencia y de permitir que otros palestinos (aceptados por los sionistas) la representen indica su avidez por un compromiso” (The Economist, 26/ 10). Pero la OLP viene buscando un compromiso hace ya mucho tiempo, sin conseguirlo. Sin embargo, para el editor del Jerusalén Post, Abraham Rabinovich, “en Madrid Shamir pareció dejar abierta la posibilidad de concesiones territoriales en el largo plazo” (International Herald Tribune, 5/11).
Pero el otro integrante de la mesa es Siria, que recibió de Bush su parte del Líbano a cambio del apoyo a la guerra contra Irak. Para el régimen de Assad la situación no es nada fácil. El imperialismo yanqui ve en la paz la oportunidad de un gran bloque económico formado por Israel, los territorios palestinos (convertidos por un cierto período en “autónomos”) y Jordania. Tarde o temprano, esta conformación obligaría a Siria (y Líbano) a entrar en la esfera yanqui y a perder su autonomía política relativa. Siria nunca ha apoyado la reivindicación nacional palestina, esto porque rivaliza con su propia reivindicación “nacional” — absorber al Líbano y repartirse con el sionismo las “esferas de influencia”. Siria pretende un acuerdo con Israel a costa de los palestinos, mientras que Israel querrá sacar ventajas de la división árabe. El arma de negociación de los palestinos es la amenaza, nunca concretada, de tomar el poder en Jordania, donde forman el 70% de la población.
Un “acuerdo de paz” convertirá a la región en colonia política de los Estados Unidos, algo que no suena muy sólido cuando se piensa en el retroceso económico norteamericano y a que sólo pudo ir a la guerra con Irak gracias a la plata de Japón y Alemania.
Pero incluso si una “paz” de este tipo llegara a ver la luz, con un futuro “estado” palestino que no tendrá nada de tal, sus consecuencias serían un reforzamiento de la explotación económica de las masas y una más acentuada polarización social y política. El topo de la revolución socialista en el Medio Oriente se adaptaría con facilidad a las nuevas “condiciones de trabajo”.