México: Victoria a lo Pirro

Las elecciones mexicanas fueron, como cabía suponer, un fraude descomunal. La duplicación, triplicación y hasta cuadruplicación de votos por parte de militantes del PRI; la exclusión del padrón de nueve millones de votantes; las “urnas embarazadas»”(con votos antes de empezar el comicio); el voto por  la fuerza de empleados públicos y el voto de los muertos; todo esto fue, según la prensa, la “norma”, sin mencionar el manejo fraudulento del presupuesto estatal en favor del PRI, el manejo discrecional de los sistemas informáticos por parte del gobierno y la disposición absoluta de los medios de comunicación.


El apoderado del derechista Partido de Acción Nacional “indicó que en el 30 al 40% de las casillas electorales, el número de las boletas extraídas de las urnas no coincidió con el de boletas asignadas”, mientras que el apoderado del centroizquierdista PRD anunció que su partido “había impugnado 32.976 del total de 96.000 casillas instaladas en todo el país” (Página 12, 31/8).


En Chiapas, el fraude fue fenomenal, como lo comprobaron los zapatistas (que) interceptaron el sistema de comunicaciones de las cabeceras municipales con la capital del Estado y pudieron así corroborar que en la elección a gobernador, el candidato de la sociedad civil, Amado Avendaño Figueroa, superaba en 2 a 1 al candidato del PRI”. “Alquimia electoral” mediante, ese resultado se transformó en un “3 a 2” … en favor del candidato oficialista.


Las “leyes electorales” que promovió el gobierno en los últimos meses, sólo sirvieron, como lo corrobora el corresponsal de Brecha (26/8), “para calmar las inquietudes de algunos opositores”, es decir, para “maquillar” el fraude. En este cuadro, los resultados, que dan al oficialismo el menor porcentaje de su historia (48% para el PRI, 26% para el PAN y 17% para el PRD), son apenas un “dato”, que expresa la conciencia del propio oficialismo sobre su retroceso electoral y político.


PRD: capitulación política y colapso electoral


El fraude tuvo también su apoyo en la complicidad de la oposición y, más precisamente, en el “acuerdo democrático” firmado a fines de febrero por los candidatos presidenciales del PRI, PAN y PRD para, decía, “garantizar la limpieza de las elecciones”. En Prensa Obrera (nº412, 24/2) caracterizamos el “acuerdo democrático” como “una descomunal trampa contra el pueblo mexicano … una caución al fraude electoral y un apoyo anticipado al próximo gobierno”.


El centroizquierdista PRD basó toda su campaña electoral en este acuerdo, presentándose como la mejor garantía para su cumplimiento. Cárdenas, precursor del “Cavallo” Alvarez,  se presentó como el mejor garante de la continuidad, y aun de  la profundización de la política del gobierno de Salinas, cuyos “logros”, dijo, estarían “amenazados” por “la falta de democracia” (“es vital que los inversores y la gente de buena voluntad  comprenda que el gobierno y su partido no garantizan por mucho tiempo la salud económica”, escribió en  The Wall Street Journal, 12/8).


Precisamente, en el mismísimo diario de los financistas norteamericanos, Cárdenas planteó que “aceptamos el Nafta” (y) “estamos preparados para ir más allá de los actuales términos del acuerdo comercial”. “Creemos que los aumentos salariales —señaló también— deben ser el resultado de los beneficios generados cada año por el aumento de la productividad … El gobierno democrático no apoyará más las estructuras sindicales corporativas …”. El título que el propio Cárdenas puso a su artículo enThe Wall Street Journal (12/8) sintetiza su programa: “La izquierda de México está comprometida con la reforma de mercado”. Es lógico entonces que The New York Times (25/8) hubiera caracterizado que “los puntos económicos y sociales de su plataforma no son tan radicales —(sino) en parte semejantes a las propuestas de Zedillo (PRI) y Fernández (PAN)”.


El colapso electoral del PRD radica, precisamente, en que se trata de la derrota de la política del Foro de San Pablo, que como señalamos en Prensa Obrera hace ya tres años, “se preparan para ser gobierno” como agentes del imperialismo, pero hasta ahora sólo han cosechado fracasos (en El Salvador hace unos meses).


Precisamente, cuando parecía que tenía el gobierno al alcance de la mano, el PRD sufrió un espectacular retroceso electoral: con el 17% de los votos recogió, apenas, la mitad de los votos que en 1988. Ahora, “El partido está tan dividido —declara un asesor de Cárdenas citado por The New York Times (25/8)— que para todos los propósitos prácticos puede desaparecer como fuerza política después de esto”.


Bastó la irrupción de un movimiento de lucha de las masas (Chiapas) para que la integración al régimen político, la subordinación al imperialismo y el derechismo de los “izquierdistas” quedara en evidencia y el tan mentado “respaldo de la gente” se viniera abajo como un castillo de naipes.


 


Una crisis política aguda


Poco después de las elecciones, The New York Times (27/8) señaló que el nuevo gobierno enfrenta “una realidad bastante más incierta que lo que sugieren Zedillo, su partido y los votos recibidos”. Ciertamente.


Después de cinco años de estancamiento (la tasa de crecimiento económico fue la más baja de las últimas décadas; en 1994, directamente el crecimiento económico es nulo) y habiendo acumulado una deuda externa fabulosa (sólo en 1993 ingresaron 23.000 millones de dólares) y un espectacular déficit comercial, la economía mexicana está al borde del colapso. La devaluación del peso respecto del dólar (10% en el último trimestre) traduce la fuga de divisas y la ausencia de las tantas veces anunciadas «inversiones del Nafta». Al mismo tiempo, el crecimiento de las carteras impagas de los grandes bancos (el 40% sólo en los primeros meses de este año) y el derrumbe de sus beneficios, refleja una tendencia a las quiebras que ya es más que evidente en miles de pequeñas y medianas empresas.


Zedillo, rehén de las camarillas que se disputan el dominio del PRI, no tiene elementos políticos para superar la crisis. Las organizaciones campesinas de Chiapas anunciaron movilizaciones y ocupaciones de tierras, mientras los hacendados reclaman, abiertamente, una “solución militar” y el EZLN denuncia que el ejército ha aumentado sus vuelos de reconocimiento sobre la zona dominada por la guerrilla, en preparación de nuevos ataques.


Un gobierno fraudulento, un partido oficialista en retroceso y agudamente dividido y una oposición aplastada y en descomposición: las elecciones que acaban de pasar no le han dado al régimen político mexicano los instrumentos para superar la brutal crisis que enfrenta.