Milosevic se queda sin sus curas y sin sus milicos

La dictadura del clan Milosevic marcha a paso acelerado hacia su desintegración. Tras casi 2 meses de impresionantes movilizaciones callejeras diarias, el bandido de Belgrado está siendo abandonado por sus apoyos más sólidos: la iglesia y el ejército. El giro militar comenzó a fines de diciembre, cuando una importante unidad de Nis, la segunda ciudad más importante de Serbia, se solidarizó con los estudiantes con una carta abierta.”Los tanques de guerra —decía— apuntarán sólo contra los enemigos y si es necesario nos pondremos de parte del pueblo y asumiremos la conducción” (El Cronista, 31/12). Días después, el “jefe militar más importante de Yugoslavia, el general Momcilo Perisic”, se reunió con representantes de los estudiantes y de la oposición, en una “confirmación de que las fuerzas armadas desobedecerían la orden de disolver las protestas” (La Prensa, 8/1).


También “la Iglesia Ortodoxa de Serbia condenó firmemente al presidente Milosevic” (Le Monde, 4/1); así “pierde a un aliado vital” (The Guardian Weekly, 5/1). Después que el dictador “fortificó sobremanera y recompensó generosamente” a la policía, al punto “que cuenta con un hombre cada 265 habitantes, una de las proporciones más altas de toda Europa” (El Cronista, ídem), “los analistas creen que la estrategia del presidente no es simplemente aumentar el número de ellos sino importar deliberadamente policías que no conozcan a los manifestantes y no resistan órdenes de atacarlos” (La Prensa, 8/1). Ahora, Milosevic “ni siquiera domina totalmente a la policía … algunos pueblos no cederán sus efectivos para el traslado a la capital” (ídem).


Esto explica que “en el gesto de apertura más significativo en las últimas ocho semanas, (Milosevic) anunció una revisión ‘a la mayor brevedad’ de los resultados de los comicios”, “respetar ‘hasta el fin la voluntad electoral de los ciudadanos’, y prometió que los responsables del fraude serán castigados” (La Nación, 12/1). Dos semanas antes, el gobierno había reconocido una victoria parcial de la oposición en municipios menores, y varias cortes electorales locales denunciaron el fraude. En Nis, “Ljubisa Ristic, presidente de la Unión de Izquierda, el partido encabezado por la mujer de Milosevic, dijo saber que por lejos había ganado la oposición” (The Militant, 6/1), lo que había llevado al gobierno a decir que “no ha ‘terminado de estudiar’ los resultados del escrutinio en Nis” (Le Monde, 6/1).


La coalición opositora Zajedno y el imperialismo mundial se empeñan en evitar que se ‘desestabilice’ el régimen, para lo cual reclaman un acuerdo nacional que permita elecciones legislativas limpias para fines de año, e incluso “un gobierno de coalición” (La Nación, 13/1), aunque la ‘oposición’, frente al cuadro de crecientes movilizaciones, se ha negado a integrarlo (ídem). La desintegración del régimen, mientras tanto, avanza:”funcionarios del gobierno… criticaron a los extremistas del partido y a la prensa estatal, un hecho sin precedentes” (ídem).


La prensa mundial ha confundido deliberadamente al movimiento popular de oposición a Milosevic, que tiene su epicentro en la movilización estudiantil, con la ‘oposición’ política reunida en Zajedno. Es evidente, sin embargo, que “los estudiantes insisten en distinguirse de los partidos de la oposición… ¿quién nos garantiza —se preguntan— que la oposición llegada al poder, se comportaría diferentemente de los actuales gobernantes?” (El Cronista, 31/12). Según informa The Militant, los estudiantes denuncian una ‘campaña de prensa’ en su contra de parte de los grandes medios (6/1). Los estudiantes le habrían dado a sus reclamos un carácter abiertamente antiimperialista: las consignas voceadas en las primeras movilizaciones frente a la embajada norteamericana en Belgrado fueron “USA, USA, queremos el cambio” (La Gauche, 22/11); llaman en sus escuelas a los representantes de los países imperialistas “embusteros” y “escoria americana” (Times, citado en The Militant, 6/1). Según Brecha (31/12), los estudiantes “han creado una‘policía’ propia. Nadie puede entrar en los predios de la Facultad de Filosofía, en el centro de la capital, si no demuestra que es estudiante”. Las consignas con las que han pintado los ‘campus’ universitarios son un síntoma del carácter revolucionario democrático del movimiento: “Apaga la tele y enciende tu cerebro” (Le Monde, 11/12). Nada indica que el movimiento esté ganado por planteos ‘nacionalistas’, como se insinuó: “Los estudiantes recuerdan cuando la ley los obligaba a cumplir su servicio militar a los 18 años, mientras que ahora ha sido modificada permitiendo su aplazamiento hasta los 27 años para los estudiantes inscriptos en la universidad, para favorecer a ‘Marko’…” —el hijo de Milosevic— (ídem). El gobierno acaba de conceder una importante reivindicación estudiantil, “prometiéndoles considerar la rápida destitución del rector de la Universidad de Belgrado” (La Nación, 12/1).


Otro aspecto de la crisis yugoslava es la actitud ‘prescindente’ de los gobiernos de Croacia y de Bosnia. Las burocracias restauracionistas de esas naciones, se han colocado objetivamente en el campo de la defensa del que acusaban de ‘criminal de guerra’ . La burocracia de Izetbegovic arguye su ‘temor’ a un gobierno que “no tenga suficiente autoridad para controlar al ejército y la policía” (Le Monde, 1/1).


La lucha hace madurar constantemente a las masas y a la situación en su conjunto. Una masacre de Tien An Men, como sueñan los partidarios del ‘estado obrero’ del bandido Milosevic, acabaría con los masacradores.