¿Milosevic y Tudjman en la cuerda floja?

La guerra ha terminado de destruir la economía de la vieja Federación yugoslava. Tanto en Croacia como en Serbia, la caída de la producción es abismal, el desempleo supera el 30% de la población y el número de empresas en funcionamiento apenas alcanza el 10%. La hiperinflación se ha convertido en el medio de que se valen las burocracias de Tudjman y Milosevic para financiar la guerra genocida, convirtiendo en nada el salario de los pocos obreros que mantienen su empleo.


La política de restauración capitalista que ha llevado a la lucha armada entre las camarillas burocráticas para apoderarse de los medios de producción y de las tierras de la ex Yugoslavia, ha convertido la vida de las masas en una terrible pesadilla. Por eso, el descontento crece entre la población trabajadora, a pesar de la violenta represión contra los “traidores” (opositores) tanto en Croacia como en Serbia.


En Croacia, “el gobierno del primer ministro Sarinic ha sido sacrificado por haber cristalizado el descontento de una población que debe hacer frente a una caída del nivel de vida” (Le Monde, 21/3).         Pero pocos días después de la caída del gabinete estalló un gran escándalo relacionado con las denuncias de enriquecimiento de los funcionarios gubernamentales, estafas, truchaje de los balances de las empresas a privatizar y su compra por parte de los burócratas mediante préstamos subsidiados de la banca estatal.


En Serbia, los sindicatos protestan y “sus reivindicaciones son frecuentemente satisfechas por un gobierno que recurre a la máquina de imprimir billetes para preservar la paz social” (Le Monde, 8/4). Pero la quiebra de los dos mayores bancos privados de Serbia —y la consiguiente expropiación de decenas de miles de ahorristas— amenazan ahora con liquidar el ansiado “plan social”: ya se han registrado varias manifestaciones de los ahorristas estafados que fueron reprimidas por las fuerzas de seguridad.


“Los bancos privados (que acaban de quebrar) jugaron un papel central en la sobrevivencia del gobierno de Milosevic” (The New York Times, 7/4). Por eso, la caída de esos grandes bancos privados amenaza llevar a Serbia a un auténtico colapso económico y a una hiperinflación aún más descontrolada. Amenaza con derrumbar al propio gobierno de Milosevic, ya que la dueña del “Dafimet” —el mayor de los bancos privados serbios, en quiebra— “se había convertido en el poder detrás del trono del presidente serbio” (ídem). Las condiciones de vida de las masas se agravarán violentamente como consecuencia del colapso financiero y “Milosevic pagará las consecuencias”, advierte “The New York Times”.


El devastador efecto, económico y político, que tiene la quiebra de los bancos para el régimen burocrático ilustra qué lejos han avanzado los burócratas en la destrucción de las relaciones sociales de la vieja Federación y en su conversión en propietarios. ¿Puede hablarse de la existencia de un “Estado obrero degenerado” cuando la banca es la columna vertebral —económica y política— de un régimen político?


Los regímenes burocráticos se resquebrajan, precisamente en el momento en que se aprestan a recoger los “laureles” de sus conquistas militares. El colapso económico y la pauperización de las masas —en medio del enriquecimiento de un puñado de burócratas y privilegiados— plantean la perspectiva de una rebelión popular contra las burocracias de Milosevic y Tudjman.