Internacionales
22/3/2018
MOSCÚ 1, LONDRES 0
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El episodio del envenenamiento de un ruso, ex espía doble, y su hija, en Londres sigue tan confuso como al comienzo. Tres semanas después, Londres no ha presentado aún a Moscú las evidencias recogidas en la investigación. Es precisamente este escamoteo de pruebas lo que denunció el líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, en la Cámara de los Comunes. Varias denuncias del gobierno británico acerca de la extensión del envenenamiento a otras personas cercanas al lugar de residencia del espía retirado, fueron desmentidas por las autoridades del hospital de la ciudad. Ninguna de estas desmentidas, sin embargo, cancela la posibilidad de un atentado criminal de parte del gobierno de Putin, que tiene un verdadero récord de liquidación de adversarios políticos, en especial en la propia Rusia. Matar a un espía propio que pasó al servicio de una potencia rival, es, después de todo, un método de advertencia hacia adentro de los servicios de seguridad del Estado.
Lo que da una relevancia política a este incidente es que la represalia del gobierno británico contra Rusia se confina a una expulsión recíproca de diplomáticos. Como en casos anteriores, Gran Bretaña evita adoptar sanciones contra los oligarcas rusos vinculados política y económicamente al Kremlin que residen en Londres o tienen negocios e inversiones enormes. La City se ha convertido desde hace mucho en el destino de preferencia de los capitales que se fugan de Rusia – la razón principal de la crisis repetidas que sufre el sistema bancario ruso. Es obvio que el gobierno de Theresa May no quiere disparar un tiro contra la City, que se fue trasformando con el tiempo en un enorme paraíso fiscal. La primera ministra actual tuvo a su cargo la cartera de Interior en las administraciones precedentes, de modo que no es la primera vez que protege a los capitales rusos de las consecuencias de los roces políticos o criminales de su país con Rusia. Actuó de la misma manera bajo el gobierno del ex primer ministro, David Cameron. Para resumir la cosa: la dureza de la denuncia contra Putin no pasa de una escenificación.
¿Cuál es el propósito de todo esto?
La prensa internacional destacó, en forma unánime, que la posición británica no fue apoyada por los países de la Unión Europea ni tampoco de Estados Unidos – lo que, además de interesante, es una pista política para entender lo que está ocurriendo. Gran Bretaña, enfrascada en un Brexit en el que está llevando todas las de perder, es una potencia declinante y por sobre todo aislada. Lo prueba el cariz que están tomando estas negociaciones para salir de la UE, en las cuales está entregando hasta la ropa interior. El número de compañías financieras que está cambiando su sede social de Londres a París, Frankfurt y Dublín, supera a las que emigraron de Cataluña a otras localidades de España en la reciente crisis independentista. La Corte británica acaba de fallar a favor de la admisibilidad de una reversión del Brexit por el Parlamento, relegando a un segundo plano el apoyo que recibió en un referendo. En síntesis: ha fracasado el intento del acorralado gobierno británico de usar el incidente criminal (no importa quién haya sido el responsable de él) para extorsionar un apoyo político de sus aliados y para valerse del ‘peligro ruso’ para amortiguar los golpes que recibe en la negociación del Brexit. Si el gobierno ruso tenía, con antelación, esta caracterización política de la situación del gobierno de May, su elección de la oportunidad de ajustar cuentas con un traidor, seis años después de su salida de Rusia, podría calificarse de un ‘golpe perfecto’.
La consistencia del apoyo a Gran Bretaña, por parte de sus aliados, se puso a prueba apenas se conoció la victoria de Putin en las elecciones del domingo pasado en Rusia. Trump lo felicitó con efusividad, y en escala apenas descendente Merkel y Macrón. No es el trato que se espera hacia el responsable de un crimen en territorio extranjero. La intención británica de obtener la aplicación del artículo 5 de la Otan, para que se considere la acción rusa como un ataque a todo el bloque, fracasó en forma miserable. May tendrá que hacer frente, de aquí en más, a un agravamiento de la crisis política. Con ribetes más escandalosos, la residente en Downing Street pretendía que ‘Occidente’ boicotease el Mundial de Fútbol.
Es que Trump no ha renunciado a valerse de Rusia y de Putin en la pelea comercial, financiera y política que ha desatado con los socios históricos de Estados Unidos, ni en negociar un acuerdo internacional entre el shale gas y el shale oil norteamericano con las petroleras de Rusia y Arabia Saudita. Está ejerciendo presión para que la saudita Aramco (más de un billón de dólares de activos) cotice en la Bolsa de Nueva York, y no en Londres. Merkel, por su lado, le ha impuesto al bloque del euro el gasoducto Northstream, que llevará el fluido ruso a Alemania, en un acuerdo entre los bancos germanos y Gazprom. Lo mismo ocurre con Italia, cuya empresa de bandera, la petrolera ENI, obtiene concesiones de exploración y explotación en el Ártico.
Cuando el excéntrico ministro de relaciones exteriores de GB, Boris Johnson, no vaciló en poner en el mismo plano al Mundial de Fútbol con las Olimpíadas de 1936, en el Berlín de Hitler, quedó claro que su gobierno ha perdido el GPS. Un ‘relato’ inconvincente. Es más probable que la selección inglesa acabe yendo a Moscú, a que el gobierno de May siga en funciones en julio próximo.