Movilización obrera y represión del gobierno

desde París


Una nueva manifestación contra la reforma laboral del gobierno socialista se produjo en París y las ciudades de provincia, el pasado 6 de julio. Es la décimo segunda desde que comenzó esta lucha, la más larga del movimiento obrero y la juventud contra la política capitalista de austeridad y de barbarie social. El gobierno trata desesperadamente de cerrar este capítulo. Como era de prever, resolvió el mismo día la aplicación del artículo guillotina 49-3 de la Constitución Nacional, que impide el debate y permite que un proyecto se transforme en ley, salvo si la Cámara logra hacer caer al gobierno. El primer ministro Valls hace aprobar la reforma incluso contra su propio grupo parlamentario.


 


Cerco policial


 


La movilización en París fue menor a las anteriores, con alrededor de 20.000 manifestantes. Como la semana pasada, hubo una verdadera ocupación policial de la ciudad y hubo que pasar varios controles para llegar a las columnas. Toda la manifestación se hizo con un cerco policial. No podía haber gente en las veredas, que suelen sumar miles de personas. Este espectáculo es inédito en Francia y es obvio que sólo concurrieron los militantes más disciplinados.


 


Las direcciones sindicales no mostraron ningún entusiasmo. Estuvieron enfrascadas hasta último momento en las negociaciones y anunciaron una pausa hasta septiembre. Sin embargo, las columnas y los participantes mostraban una fuerte determinación. Con todas las dificultades, decenas de miles de militantes sindicales volvieron a movilizarse contra el gobierno socialista, por el que muchos de ellos votaron en 2012. No se percibía ningún fatalismo; más bien una obstinación en quebrar de alguna manera al gobierno.


 


Hay que comprender que en estos meses se produjo un salto cualitativo en el curso de la crisis capitalista y en el callejón sin salida del régimen político francés -y en realidad, en toda Europa. En la mañana del martes, en la reunión del grupo socialista de la Asamblea Nacional, hubiera bastado un acuerdo del primer ministro para que la ley mantuviera el pago de un plus del 25% de las horas extras, en lugar del 10% para llegar a un acuerdo, evitar el 49-3 y facilitar el trabajo de las direcciones sindicales con sus negociaciones burocráticas. Pero ni siquiera esta concesión fue posible. El capitalismo necesita las manos libres para reducir salarios y liquidar conquistas y el gobierno de turno necesita mostrar su autoritarismo -su poder político no depende siquiera de las apariencias de la democracia sino del uso del aparato del Estado sin discreción.


 


Las perspectivas


 


Una de las dificultades mayores de esta movilización política de masas en Francia es que hay dos procesos militantes que parecen correr por andariveles paralelos; la intervención de decenas de miles de militantes sindicales con sus estructuras locales y regionales de la CGT y de FO y con un horizonte político democratizante y de Frente Popular y los centenares de jóvenes y militantes anticapitalistas, la mayoría de los cuales rechaza el trabajo en los sindicatos y en los partidos. Es un error definir la situación actual por esta intaervención juvenil. El fenómeno dominante es la militancia obrera, los pronunciamientos políticos de los sindicatos que obligaron a las direcciones a ir más lejos de lo que querían, la presencia en la calle de centenares de miles de manifestantes durante cuatro meses.


 


El punto nodal sigue siendo la capacidad del sector políticamente más activo de tomar un conjunto de iniciativas comunes en los próximos meses con los núcleos sindicales más militantes. Los meses del verano pueden ser muy útiles para un balance de los muy ricos últimos meses, para preparar convocatorias unitarias comunes en setiembre y octubre y para lanzar la huelga política de masas contra el gobierno socialista.