“Muy poco, tarde y sin Plan B”

El proyecto de resolusión que Bush y Blair presentaron a la ONU, para ‘devolver la soberanía a Irak’, ha desatado una crisis de proporciones aún mayores que la que se ha propuesto remediar. La propuesta no disimula su pretensión de continuar indefinidamente con la ocupación militar del país, ni tampoco con establecer un gobierno fantoche. No le tira un hueso siquiera a las potencias imperialistas cuyo apoyo busca, porque mantiene en manos de los norteamericanos el control del petróleo y de la seguridad. Para colmo, delata la desesperación que embarga a sus autores, porque fue lanzada antes de que quedara establecido si el enviado de la ONU es capaz de formar un gobierno provisorio que se haga cargo de la administración después del próximo 30 de junio. En los últimos días se ha puesto de manifiesto la completa descomposición del actual Consejo de Gobierno, al punto que el Pentágono acaba de allanar las oficinas y vivienda de uno de sus principales hombres, Ahmed Chalabi, acusándolo incluso de “agente de Irán”. Chalabi había criticado los acuerdos entre los norteamericanos y los militares de Hussein. Bush tiene que formar un nuevo gobierno sobre la completa ruina del actual y sobre el estado de ruina completa de su propio estado mayor, completamente dividido acerca del camino a seguir.


Blair y Bush decidieron presentar esta resolución inviable con el cálculo de explotar la enorme debilidad en que se encuentran las fuerzas ocupantes. Han estimado, y los hechos les han dado la razón, que sus rivales no podrían rechazarla de plano sin correr el riesgo de un derrumbe internacional que también los afectaría a ellos; como lo dice una ex asesora de Clinton, luego de caracterizar que “hemos llegado a una situación de desastre: a todo el mundo (sic) le interesa que Irak no caiga por el precipicio” (El País, 26/5). Por eso, el proyecto ha sido aceptado por los gobiernos de Alemania y Francia y por las oposiciones políticas en Gran Bretaña, Estados Unidos e Italia como un ‘borrador’, o sea, para ‘empezar a conversar’, aunque el ruso Putin ya adelantó que él sólo empezará a negociar después del 30 de junio. Frente a la magnitud de los intereses en juego, sin embargo, las posibilidades de una salida ‘conversada’ son remotas. Lo cual deja en pie que los anglo-yanquis sigan adelante solos con su plan hasta ver los resultados de las elecciones norteamericanas de noviembre. La prensa europea y la liberal de los Estados Unidos ha calificado al proyecto de resolución de “tardío, insuficiente y sin plan B”.


Las dificultades de una salida de compromiso no parten solamente de las limitaciones insalvables de la propuesta Bush-Blair. La prensa informa que la alternativa de sustituir la ocupación yanqui por una multinacional con la participación de naciones árabes, que es la posición franco-alemana, no cuenta con el apoyo, precisamente, de los árabes. Egipto, Jordania y Arabia Saudita ya han dicho que no quieren involucrarse, por lo cual, para ellos, la continuidad de la ocupación norteamericana es una especie de mal menor. Todo esto demuestra que los choques de intereses entre los distintos grupos imperialistas constituyen un factor decisivo en la crisis brutal que enfrenta la ocupación militar.


La camarilla de Bush argumenta repetidamente que una salida precipitada abandonaría a Irak a merced de una guerra civil. Lo que más le preocupa no es esto, sin embargo. El peligro mayor es que una derrota política en Irak la fuerce a retirar las bases militares que tiene construidas en los países del Golfo Pérsico y Arabia Saudita. A la luz de la crisis actual del petróleo, esta circunstancia sería inaceptable para el capital norteamericano. La crisis corriente en el mercado mundial del petróleo no obedece ni a la escasez de la oferta ni al incremento de la demanda sino a una lucha internacional por la fijación del precio –que Estados Unidos quiere hacer retornar a la franja de 22-28 dólares el barril y la Opep llevarlo a la de 32-36 dólares. En esta lucha interviene fuertemente la política de devaluación del dólar, que abarata el precio del combustible. La anarquía del mercado petrolero es enorme, a pesar de que está en manos de unos pocos pulpos. Recientemente, se vino a saber que Shell había mentido sobre sus reservas en más de 10.000 millones de barriles, lo que demuestra que el precio es manipulado a partir del secreto comercial de cada grupo. Como sea, el imperialismo yanqui no tiene la intención de abandonar su dominio del Golfo Pérsico que, para colmo, pensaba profundizar con la ocupación de Irak.


Las condiciones progresan, entonces, para convertir a esta guerra en una tumba política para los gobiernos imperialistas. Este es el corazón del asunto. Si el movimiento antiguerra llegara a poner fin al gobierno de Blair en Inglaterra, por ejemplo, la crisis que resultaría para el Partido Laborista dejaría planteada la perspectiva de un gobierno transicional de trabajadores (de la izquierda laborista, de los sindicatos y de la izquierda revolucionaria). En Italia, una caída de Berlusconi pondría rápidamente al desnudo la inconsistencia del centroizquierda y la posibilidad, por lo tanto, de un gobierno de organizaciones obreras. Precisamente en Italia, el centroizquierda acaba de presentar una moción de retiro de las tropas italianas que fue inspirada por Bertinotti del Partido de la Refundación Comunista, que al final la dejó malparada para participar, con los franceses y alemanes, de la negociación de la propuesta de Bush-Blair.


Por eso, la consigna en todo el mundo es: el 5 de junio todos a las calles para terminar con la ocupación imperialista de Irak.