Nieva en Davos

Las tendencias a la recesión global y el temor a las rebeliones populares dominan el Foro Mundial del gran capital.

El llamado Foro Económico Mundial, que se realiza todos los años en la villa suiza de Davos, es el escenario en el que se encuentran los grandes magnates capitalistas y representantes gubernamentales de todo el mundo para disertar sobre la marcha de la economía mundial y explorar dónde hacer negocios. Sin embargo, la agenda de este año estará dominada por el fantasma de una nueva bancarrota y nuevas rebeliones populares, en perjuicio de la agenda oficial que versa sobre los problemas ambientales.


En el inicio de las actividades ya se discutía acerca del informe del Fondo Monetario Internacional sobre las Perspectivas de la Economía Mundial. Ese relevamiento se titula, sugestivamente, “¿Tenue estabilización, lenta recuperación?”, y en él se recortan las previsiones de crecimiento publicadas por el organismo en octubre. A nivel global se ajustaron a la baja tanto las proyecciones de 2020 como de 2021 calculando que la economía crecerá 3,3% y 3,4% respectivamente, tras una expansión estimada en 2,9% en 2019.


Son cifras muy modestas, y según consta en el propio informe están enteramente expuestas a nuevas caídas en la medida en que perdure la guerra comercial (y las guerras propiamente dichas) o se propaguen las protestas sociales que han sacudido a numerosos países en todos los continentes.


Un ejemplo de ello es América Latina, donde el FMI pronostica un módico crecimiento del 1,6% tras bajar las previsiones por estimar un peor desempeño de México y por los efectos de la rebelión chilena, aunque mantiene una proyección alcista a la espera de que las reformas laborales y jubilatorias den a Brasil un gran rendimiento. La inquietud que genera en los empresarios cariocas la caída del precio internacional de la soja anticipa que ese precario crecimiento será una meta difícil de alcanzar.


“Debemos acostumbrarnos a la nueva realidad que está marcada por la incertidumbre”, comentaba la titular del FMI, Kristalina Georgieva. Más aún, reflexionó que “el inicio de esta década trae recuerdos inevitables de los años veinte del siglo XX: elevada desigualdad, rápido desarrollo tecnológico y grandes retornos en el ámbito financiero”, en alusión a los años que precedieron al colapso que estalló tras el crack de 1929. El capital financiero está encendiendo las alarmas.


En palabras de la economista jefe del FMI, Gita Gopinath, la política estadounidense se ha convertido en uno de los factores de riesgo indirectos para la economía mundial. El diario español El País (21/1) destaca que en la misma semana en que Estados Unidos y China sellaban la tregua, el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, pronunciaba un discurso donde pedía a las multinacionales tecnológicas estadounidenses que se deshicieran de sus negocios comunes con empresas chinas, en medio de la carrera que tiene en el despliegue de la tecnología 5G un capítulo encarnizado.


Las tendencias sombrías de la economía mundial fueron también el principal dato arrojado por una encuesta realizada a los CEOs de las grandes firmas. El 53% de los directivos encuestados prevé una mayor desaceleración en el próximo año, lo que representa más del doble de los que habían augurado problemas el año pasado, y diez veces más que el anterior. Según los autores del relevamiento, en 2020 el crecimiento mundial podría caer hasta el 2,4%.


Sin embargo, las tendencias evidentes a una recesión global y a una agudización de los choques entre las principales potencias económicas se desprenden del propio desarrollo capitalista, y no de anomalías. En primer lugar, de la tendencia a la concentración y a la sobreproducción de capitales. Ese es también el telón de fondo de los planes de ajuste y de reformas antiobreras que en simultáneo se ensayan en todos los puntos cardinales. Para empezar, en el propio Foro de Davos, el presidente de Ecuador, Lenin Moreno, anunció que volverá a la carga con su paquete de reformas que había desatado en octubre una rebelión en todo el país, liderada por las comunidades indígenas, que lo obligaron a retroceder con el recorte a los subsidios a los combustibles que había adoptado a propuesta del FMI.


La contracara de esto es la irrupción de las masas trabajadoras en las más diversas latitudes, en particular contra estas políticas fondomonetaristas. Pretender anular estas rebeliones a base de impuestos redistributivos es una utopía reformista. El dato, difundido en estos días, de que 2.153 richachones tienen más dinero que 4.600 millones de personas juntas no se explica por malas políticas tributarias, sino por la tendencia inherente del capitalismo a una polarización social cada vez mayor. Finalmente, quienes se reúnen en Davos buscan hacer sus negocios a costa de los trabajadores y de mayores imposiciones a los países oprimidos. La crisis capitalista plantea nuevas perspectivas para la lucha por la revolución socialista.