¡No es un desastre natural!

La clase obrera de Turquía ha sufrido una enorme catástrofe por el terremoto que sacudió, en las primeras horas del 18 de agosto, la región de Mármara, en el oeste del país, con epicentro en la ciudad de Izmit, una gran ciudad industrial a 90 kilómetros al sudeste de Estambul. El recuento oficial de los cuerpos encontrados alcanza ya a 12.000, pero funcionarios de socorro de la ONU han declarado que es probable que el recuento final supere los 40.000. Al menos 45.000 personas fueron heridas, entre 60 y 100 mil edificios han sido totalmente destruidos o han quedado inhabitables y millones de personas entraron literalmente al ejército de los ‘sin techo’ de la noche a la mañana. El costo estimado de la reconstrucción de los edificios destruidos es de 4.000 a 8.000 millones de dólares y el costo económico total para el país, en términos de producción perdida, reconstrucción e infraestructura, de acuerdo con cifras preliminares, se estima alrededor de los 25.000 a 40.000 millones de dólares. (Esta cifra, sin dudas una subestimación, debería compararse a la pérdida económica que se estima sufrido por Yugoslavia como resultado de la guerra de la Otan, según calculos de la Economist Intelligence Unit de 64.000 millones de dólares).


Pero no es el poder del terremoto lo que ha causado semejante devastación sino el orden socioeconómico capitalista y el corrupto sistema del gobierno central y de los gobiernos locales, dedicados exclusivamente a salvaguardar los intereses de la burguesía turca y sus aliados imperialistas. Las causas fundamentales de la escala de la devastación son, sin dudas, las desenfrenadas prácticas capitalistas de los llamados ‘contratistas’ de la industria de la construcción que, de una manera descarada, pisotean todas las regulaciones usando materiales de mala calidad en su búsqueda avara de beneficios. Los gobiernos (…) y las mafias locales (…) son cómplices complacientes de estas prácticas (…). Las decenas de miles de personas cuyas viviendas se derrumbaron en medio de la noche son víctimas no de las fuerzas de la naturaleza sino del voraz apetito de beneficios del sistema capitalista. (…) Incluso una semana después del terremoto, toda la región sigue en absoluto caos (…) y el riesgo de epidemias amenaza con superar la devastación del terremoto.


Este acontecimiento ha mostrado gráficamente, una vez más, que los llamados ‘desastres naturales’ tienen un impacto diferente sobre las diferentes clases sociales en la sociedad capitalista. Fueron en su gran mayoría las casas de los trabajadores y los pobres las destruídas por el terremoto. Sin embargo, este particular acontecimiento tiene un carácter muy específico: el terremoto sacudió al corazón de la clase obrera de Turquía. La región de Mármara es el centro industrial de Turquía. Es también la región donde poderosas luchas de la clase obrera en los ‘70 y a fines de los ‘80 dejaron una marca indeleble en la conciencia de los trabajadores.


Este terremoto es, por lo tanto, un acontecimiento fundamental de la lucha de clases en un país ya desestabilizado por la guerra kurda de liberación nacional, por la agresiva política exterior ‘neo-otomana’seguida a través de toda la década del ‘90 y la crisis económica que ha llevado a una profunda recesión, desde el colapso económico ruso de 1998. Dada la atmósfera de bronca y rabia contra el Estado en la población en los días posteriores al terremoto, es altamente probable que haya serios conflictos sociales por las cuestiones de la reconstrucción en el futuro próximo. Víctimas del mismo orden social, los sólidos batallones de la clase obrera de Turquía enfrentan ahora la misma situación, aunque por diferentes razones, que los campesinos pobres del Kurdistán, que han perdido decenas de miles de su parientes en la guerra sucia y, por millones, han quedado sin viviendas. Es hora de que la clase obrera enfrente la dura y represiva política del Estado turco, que el heroico pueblo kurdo ha estado resistiendo por años.


Los marxistas revolucionarios de Turquía harán de la lucha alrededor de las cuestiones planteadas por el terremoto una prioridad (…). Nos oponemos a los intentos de sofocar las luchas populares mediante la declaración del estado de emergencia en la región y reclamamos que todos los problemas de techo, alimento y salud de las víctimas del terremoto sean atendidos inmediatamente mediante métodos colectivos; que todos los daños sufridos sean compensados por el Estado; que los esfuerzos de rescate y reconstrucción sean considerados prioritarios; que masivamente se construyan viviendas para las víctimas en el período más breve posible; que toda la tierra de la región sea nacionalizada como un recurso contra la especulación; que se rechacen todas las medidas destinadas a descargar el peso económico del terremoto sobre las espaldas de la población trabajadora y que los patrones paguen el costo de la ayuda y la reconstrucción mediante un impuesto especial. Para luchar por esas reivindicaciones y otras más, planteamos la formación de comités de víctimas en cada vecindario, debidamente centralizados, y la formulación de un programa obrero por los sindicatos y las organizaciones de masas para dirigir las actividades de ayuda y reconstrucción con rigurosa independencia del Estado.


Llamamos a los marxistas revolucionarios de todos los países a canalizar la actividad de solidaridad, en la medida de sus posibilidades, a través de los sindicatos y partidos socialistas de Turquía. Pero incluso más importante, para que la clase obrera de Turquía comience a luchar contra la intolerable injusticia de este cruel sistema, llamamos a nuestros hermanos y hermanas de otros países a extender su mano de ayuda a las víctimas de este terrible acontecimiento.


 


24 de agosto de 1999