Internacionales
17/1/2018|1489
“No estamos felices de recibirlo…”
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En respuesta a la pregunta: ¿cuál fue el motivo que llevó a la diplomacia vaticana a organizar el viaje del Papa a Chile, a sabiendas de que no existe país en toda Latinoamérica en que la autoridad de la Iglesia haya caído tan vertiginosamente en las últimas décadas?, pueden ensayarse varias respuestas.
La más importante es que el viaje papal es un acto de supervivencia de la propia jerarquía eclesiástica como protagonista del Estado chileno. La confianza en la Iglesia cayó en los últimos veinte años del 80 al 36%, la cantidad de fieles del 74 al 45% (Latinbarómetro). Setenta y ocho clérigos fueron denunciados públicamente por acoso y violencia sexual contra niños, la mayoría de ellos desde el año 2000, lo que coloca a Chile entre los diez primeros puestos de este ranking siniestro.
No existe siquiera una comisión investigadora sobre estos hechos y el Papa ha sido un notorio encubridor. Nombró al sacerdote Juan Barrios obispo de Osorno, a pesar de que existían pruebas firmes de que facilitó y encubrió los abusos del pedófilo más notorio de Chile, el “padre” Fernando Karadima (Juan Barros estuvo en la primera fila del acto más importante del Papa en Santiago hace unas horas).
Llovido sobre mojado, la autoridad del Papa quedó aún más resentida cuando fue sorprendido contándole a un peregrino en Roma que los feligreses de Osorno estaban sufriendo porque eran “tontos” y “torcidos por la izquierda”.
Además del obispo Barrios está el actual arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzoti, recientemente nombrado cardenal, denunciado como encubridor de abusos.
Por si esto fuera poco, antes de su viaje, el Papa ordenó aceptar a un grupo católico de élite en Perú, a pesar que su fundador está acusado de abusar sexualmente de decenas de chicos y adultos.
La Iglesia católica es, además, cómplice y socio empresarial de terratenientes y empresas madereras en un sur militarizado contra la lucha del pueblo mapuche por la tierra. “Queremos un perdón por el genocidio, la confiscación de territorios y que se anuncie inmediatamente un plan para enmendar el daño causado” (Aucán Huilcamán, vocero del Consejo de Todas las Tierras, 12/1).
¿Por qué el Papa no puede avanzar sobre los pedófilos?
Casi no se ha mencionado que el tema de la pedofilia involucra a una jerarquía del clero fuertemente vinculada con la gran burguesía chilena. “El padre Karadima (el mayor abusador sexual de Chile) tenía estrechas relaciones con la élite de Chile, lo que haría sospechar que patrones poderosos le habían permitido actuar con impunidad durante muchos años” (The Economist, 11/1).
La Iglesia de Chile es una potencia económica, financiera e inmobiliaria, con “inversiones motivadas por el lucro, posiciones en acciones de corporaciones muy cuestionadas, ya sea por sus tratos laborales, sus impactos laborales o por ser abiertamente corruptas” (Punto Final, 15/1).
La Iglesia anunció, en 2016, la decisión de terminar con negocios que “no sean de nuestro giro”. Casi dueña de la importadora de autos Chevrolet, tenía en ese momento importantes paquetes bursátiles en por lo menos 18 empresas de primera línea, entre ellas CPMPC (Manufactura de Papeles y Cartones) inserta en el negocio de la madera y de la tierra en el sur de Chile.
Además, la Iglesia es propietaria de 388 bienes raíces declarados por 103.000 millones de pesos chilenos (140 millones de euros), a su valor fiscal, no real. Otras versiones señalan que las propiedades podrían llegar a 4.000, vía testaferros.
He aquí otra de las razones del viaje “pastoral” de Francisco. Garantizar los intereses de la Iglesia de Chile en un momento en que ha resuelto una transición gatopardista, presentada en nombre de la “Iglesia de los pobres” y la “ética”.
Al rescate de un régimen en crisis
Una tercera razón del viaje papal es eminentemente “de Estado”. Llega a un país en el que se ha producido una transformación política significativa, a partir de las movilizaciones por la reforma educativa y contra el ingreso miserable de la jubilación privada. Las estadísticas sobre el desapego creciente de los fieles hacia la Iglesia en Chile arrojan un dato interesante. En otros países de América Latina existe un desplazamiento parcial hacia las iglesias evangélicas, que en Chile es menor. Pero son hombres y mujeres de la clase media, incluso acomodada, quienes “están abandonando la fe por completo” (The Economist).
El gobierno Piñera ha surgido en un escenario de crisis: casi el 50% del padrón electoral se abstuvo en la elección que lo consagró presidente, la orden del Frente Amplio (la nueva estrella del centroizquierda) de votar por el candidato de la Nueva Mayoría, continuidad del actual, fue desoída. La Concertación está en un proceso de disgregación política. Ha surgido así un gobierno débil que debe afrontar la rebelión educativa latente, la movilización contra la jubilación privada, el alzamiento mapuche por la tierra, todo esto en el país de Latinoamérica con mayor desigualdad social.
No casualmente el Papa no propuso una sola medida en cuanto a la pedofilia o la “cuestión” mapuche, centrando todo su mensaje en un “diálogo” y la exaltación de la “democracia” que hoy rige en Chile. El régimen político chileno se sostiene sobre la herencia pinochetista -Justicia, códigos, legislación penal, apropiación del cobre por las Fuerzas Armadas, prohibición de los sindicatos por industria.
1987 y 2018
El viaje del papa Juan Pablo II a Chile tuvo por finalidad consolidar la transición de la dictadura de Pinochet al “estado de derecho” que contenía su herencia. Se hizo del Papa un factor de pacificación para aplastar las protestas que desde 1983 habían puesto a la dictadura contra las cuerdas. Una visita que vino a disolver la movilización popular. El “acuerdo nacional” de 1986 fue promovido por el arzobispo de Santiago, Francisco Fresno. La foto de Pinochet con Juan Pablo II en el balcón de la Casa de la Moneda es testimonio vivo de este pacto.
Nada indica que el papa Francisco pueda jugar este papel frente a la crisis de gobierno y régimen en Chile. “La visita del Papa no logra arraigo (…) no se ha logrado que tenga algún significado relevante para la sociedad, centrando la preparación en la recaudación de fondos y el desfile de canciones bailables…” (El País, 5/1). (Gran parte de los fieles de Santiago debió pagar hasta 8.000 pesos -13 dólares- para ver al Papa).
Más simple y más contundente: “llamó la atención la escasa presencia de fieles en las calles de Santiago” (La Nación, 17/1).