No sólo en Bagdad habrá un “cambio de régimen”

Sección preparada por Luis Oviedo

La guerra en preparación será una catástrofe para todos los pueblos del mundo.


Los iraquíes serán masacrados por toneladas de bombas. Los kurdos y los palestinos verán reforzada su histórica opresión nacional. En Estados Unidos y en Europa, a la sombra de la guerra, se refuerzan los aparatos represivos y de espionaje para aplastar las luchas de los trabajadores. En Rusia y China, se reforzará la restauración del capital y la dominación de los parásitos que se han quedado con las empresas privatizadas. En América Latina, en Asia y en Africa, la guerra significará el reforzamiento de la opresión nacional, de las condiciones humillantes del sometimiento al capital financiero internacional, más hambre y más desempleo.


Por esta vía bárbara, el gran capital mundial pretende darle una salida a un régimen social exhausto, que sólo puede sobrevivir creando a cada paso nuevas calamidades.


Pero los que empujan a la humanidad por este camino están divididos, se enfrentan a muerte entre ellos mismos, están golpeados por la crisis económica, por las quiebras, por los derrumbes de las bolsas, por las crisis fiscales y por la resistencia de los pueblos.


En este cuadro de enormes convulsiones, el repudio de los pueblos a la guerra y su creciente movilización puede derrotar a la guerra y a sus gobiernos.


El violento enfrentamiento de Estados Unidos contra Francia y Alemania (respaldados por Rusia y China) en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no se reduce, simplemente, a Irak. En este punto, en realidad, todos acuerdan en forzar su “desarme”, poner al país bajo “control internacional” y abrir la explotación de sus riquezas petroleras a las compañías extranjeras. Ni siquiera, incluso, la causa es la guerra: tanto Francia como Alemania y Rusia declararon, más de una vez, que no descartan el uso de la fuerza como “último recurso” para imponer esos objetivos.


Lo que enfrenta a los dos bloques es más de conjunto. Para decirlo en las palabras de un diplomático francés, “lo que está en juego supera el caso iraquí (…) lo que se define es todo el sistema de relaciones internacionales en la posguerra fría” (Le Monde, 7/3). Lo que los enfrenta es el destino de la Unión Europea, de la Otan y hasta de las propias Naciones Unidas. Francia y Alemania adoptaron una posición “intransigente” frente a Estados Unidos cuando advirtieron que los norteamericanos habían logrado armar un bloque político dentro de Europa que amenazaba su propio liderazgo en el continente y que planteaba, en última instancia, su completa subordinación al imperialismo norteamericano.


La división imperialista llevó al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a “un punto muerto”. La división entre los bandos imperialistas y la “anulación” del Consejo de Seguridad revelan que la crisis mundial no puede ser resuelta en el cuadro de las relaciones internacionales existentes.


El vértigo de esta crisis ha fracturado por dentro a cada uno de los bloques enfrentados. En Estados Unidos, The New York Times (6/3) acusa a su propio gobierno de “socavar al Consejo de Seguridad” y, por esta vía, “provocar un colapso en el sistema de seguridad colectiva”. En el partido de Chirac, por su parte, ha aparecido una fracción “bushista”, partidaria de sumar a Francia al carro de guerra norteamericano (Le Monde, 6/3).


“Más que de ninguna otra cosa, de lo que realmente se trata la guerra de Irak es de demostrar la invencibilidad de Estados Unidos” (Financial Times, 7/3). “Ustedes no van a decidir si hay una guerra contra Irak. Esa decisión es nuestra y ya la tomamos”, le dejó en claro un “alto funcionario norteamericano”, según The Washington Post (27/2), a un diplomático europeo.


La guerra de Irak es la primera de una larga serie de guerras y choques internacionales que tienen como objetivo no sólo “rediseñar el mapa de Medio Oriente” sino, además, establecer lo que los funcionarios de Washington denominan un “nuevo orden mundial norteamericano”, en detrimento de Europa, Japón, Rusia, China y todo el tercer mundo. Por esta vía, el imperialismo norteamericano busca una salida a la crisis capitalista que se viene arrastrando desde hace 30 años y que se ha agravado espectacularmente con la caída de las bolsas, la quiebra de grandes grupos capitalistas y la amenaza de una deflación mundial.


Pero Estados Unidos marcha a esta “reorganización mundial” no sólo con la oposición de Francia y Alemania sino también con el apoyo “alquilado” de sus aliados – Turquía, Europa Oriental, Jordania y, eventualmente, Rusia y China – , a los que debe pagar en dólares contantes y sonantes. El país que arma una coalición con métodos tan precarios enfrenta una crisis fiscal sin precedentes que se financia gracias al aporte de los europeos, los asiáticos y los sauditas… es decir, de las potencias a costa de las cuales se pondrá en pie el “nuevo orden mundial”. Es una contradicción mortal, pero no es la única. El gobierno que va a la guerra está “profundamente dividido” (Financial Times, 25/2).


Estos choques fundamentales anticipan el estallido de crisis políticas de fondo en todos los Estados imperialistas: Blair, Aznar, Berlusconi, Chirac y Schroëder pero también el propio Bush juegan su suerte en este enfrentamiento. No sólo en Bagdad la guerra provocará un “cambio de régimen”…


El cuadro de la presente crisis histórica, sin embargo, no se limita a la “crisis por arriba”. Con las millonarias manifestaciones contra la guerra del 15 de febrero en todo el mundo, con las movilizaciones que le siguieron ininterrumpidamente desde entonces en los distintos países, con las características revolucionarias que adquiere la movilización contra la guerra en Italia, con la formación de piquetes que impiden el paso de los trenes militares y bloquean los cuarteles norteamericanos, los pueblos del mundo han entrado a la política mundial. En Italia, en España, en Gran Bretaña, es clara la tendencia a la rebelión popular contra los gobiernos partidarios de la guerra.


Frente a la masacre que se prepara, frente a las amenazas que pesan sobre las masas trabajadoras de todo el planeta, el Partido Obrero y la IV Internacional plantean aprovechar las crisis políticas, económicas y sociales planteadas para desarrollar la rebelión popular y convertir la guerra de opresión del imperialismo contra los pueblos del mundo en una guerra social de los trabajadores contra sus explotadores.


 


Protectorado militar


Después de derrocar a Saddam, Estados Unidos pretende imponer en Irak un gobierno militar, que será secundado por una “administración civil” encabezada por un general norteamericano retirado. El gobierno militar tendrá una preocupación especial por ocupar y poner en funcionamiento los yacimientos y la industria petrolera. La presencia de los militares norteamericanos al frente del gobierno iraquí “durará mucho más tiempo del que nadie (en el gobierno de Bush) está dispuesto a admitir” (Financial Times, 28/2).


Lo que parece un “plan” es, sin embargo, la consecuencia de “una completa ausencia de claridad y de consenso (en el gobierno norteamericano) de qué pasará en Irak después de la caída de Saddam” (ídem). Existe una aguda lucha interna entre las distintas fracciones que integran el gobierno de Bush sobre cómo gobernar Irak, por lo que el establecimiento de un gobierno militar norteamericano en Bagdad surge – coinciden el Financial Times (5/3) y Le Monde (1/3) – , de la “ausencia de soluciones mejores”. Pero los propios militares llamados a ejercer el protectorado muestran “muy poco entusiasmo” en hacerse cargo del país (Financial Times, 5/3). Por otro lado, “la creación de un gobierno que parezca representativo será, probablemente, el trabajo de una década” (Financial Times, 28/2): la “restauración de la democracia” es propaganda para incautos.


El manejo militar de Irak tendrá un costo enorme para Estados Unidos. Los 100.000 millones de dólares que costará derrocar a Saddam resultará “cambio chico” frente al costo de la reconstrucción del país. Ante esta alternativa, el Departamento de Estado “desarrolla planes” para que las Naciones Unidas jueguen un “papel central” después de la guerra. Haya o no una segunda resolución, “Estados Unidos tendrá que volver a las Naciones Unid as” (Financial Times, 28/2) para manejar Irak, lo que constituye una ostensible contradicción con la afirmación de Bush de que está dispuesto a ir a la guerra sin la autorización de la ONU.


El canciller de Francia señaló que “un país solo puede ganar la guerra, pero no puede ganar la paz” (Financial Times, 8/3), poniendo en claro que la “comunidad internacional” intervendrá para gobernar Irak. El imperialismo norteamericano se verá obligado a “repartir” los negocios de la reconstrucción iraquí no sólo con sus “aliados” sino también con los que dicen oponerse a la guerra.


Un ala del gobierno yanqui se opone tenazmente a poner Irak bajo el control de la ONU. El secretario de Defensa, Rumsfeld, por ejemplo, atacó públicamente a la administración de la ONU en Kosovo y Timor Oriental, que había sido presentada por Blair como un “modelo”. Para este sector, la guerra es, en realidad, la oportunidad de “sacarse de encima” a la ONU. El enfrentamiento dentro del gobierno norteamericano es brutal: “las relaciones entre el Departamento de Estado y la dirección civil del Pentágono son peores que nunca” (Financial Times, 28/2).


En el destino de Irak se manifiestan las tendencias contradictorias del propio imperialismo norteamericano frente a la crisis mundial.


 


El regreso de las “siete hermanas”


A medida que se acerca la guerra, los medios financieros describen el estado de ánimo eufórico que reina en los altos círculos de la industria petrolera mundial. Lord Browne, jefe ejecutivo de la British Petroleum, se declara “excitado por el posible retorno de su empresa a Irak”; “los competidores de BP están tan excitados” como Lord Browne. Uno de ellos, el presidente de la ConocoPhillips, por ejemplo, es inusualmente franco: “Sabemos dónde están las mejores reservas y aspiramos a tenerlas” (Financial Times, 25/2).


Lo que “excita” a estos hombres no son sólo las enormes ganancias que les dará apropiarse del petróleo iraquí, cuyos costos de explotación son los más bajos del mundo. Lo que los pone eufóricos son las perspectivas que abre esta explotación.


Puesto en el mercado mundial, el petróleo iraquí provocará una rebaja sustancial y durable de los precios del crudo. Esto les permitirá a las empresas que operen en Irak dejar fuera del mercado a numerosos competidores que operan yacimientos cuyos costos de producción son sustancialmente más altos, como, por ejemplo, Repsol-YPF. Los pulpos podrán apoderarse de estas empresas, y de sus mercados, por monedas.


Pero éste es, incluso, un “premio menor”. Con la rebaja de los precios del petróleo, caerán también los ingresos de los grandes exportadores como Arabia Saudita, Venezuela o Irán, cuyos presupuestos están basados en la venta de petróleo. Ante la caída de la “renta petrolera”, y bajo la presión de sus abultadísimas deudas externas, los grandes productores se verán obligados a privatizar sus yacimientos.


La liquidación de la propiedad estatal del subsuelo en estos países – un tema que viene siendo planteado sistemáticamente en los últimos años por los lobbys petroleros y que fue recogido por el gobierno norteamericano – es el objetivo petrolero estratégico de la guerra en preparación: el retorno a las primeras décadas del siglo pasado, cuando las llamadas “siete hermanas”, las grandes petroleras norteamericanas y británicas, monopolizaban el petróleo mundial.


 


El derrumbe de Europa


La ofensiva norteamericana todavía no derrocó a Saddam, pero ya se cargó a la Unión Europea. Bajo el impulso norteamericano, se ha formado un bloque europeo encabezado por Gran Bretaña – que integran España, Italia, Portugal y los países del Este – que desafía abiertamente la dirección franco-alemana de la “integración europea”. Todavía no se disparó un tiro, pero Estados Unidos ya logró pudrir el proceso de la extensión de la Unión Europea. “El envenenamiento del proceso de extensión de la UE – dice un columnista – (es) una prioridad política para Estados Unidos desde hace mucho tiempo” (Financial Times, 25/2).


Un profesor norteamericano observa que los aliados europeos de Estados Unidos son Estados costeros, lo que le permite a Estados Unidos retirar tropas del continente (en particular de Alemania) mientras mantiene un pleno acceso a los mares que rodean Europa. Sobre la “vieja Europa” pesa la amenaza de verse rodeada por los portaviones norteamericanos.


La crisis europea fogoneada por los norteamericanos, apenas está en sus comienzos. Francia y Alemania ya advirtieron a España y Portugal que no seguirán subsidiando el desarrollo de esos países mediante las llamadas “políticas de solidaridad” (Financial Times, 25/2). Los países de Europa del Este tendrán subsidios reducidos “y no tendrán los mismos derechos que España y Portugal en los años ’80”, cuando ingresaron a la UE (ídem). Pero, advierte Le Monde (1/3), la Unión Europea “no sobreviviría a una supresión de las políticas de solidaridad”. No hay que sorprenderse de que, en este cuadro, Francia y Alemania hayan reflotado la idea de “una Europa de dos velocidades”, en la que los aliados europeos de Estados Unidos serían excluidos de la unión política. El ex ministro socialista francés Pierre Moscovici advirtió que la participación de Gran Bretaña en una invasión a Irak sin la autorización de las Naciones Unidas sería “el fin del camino europeo de Blair” (Financial Times, 6/3). España, por su parte, denunció el plan franco-alemán como “la ruptura total de la Unión Europea” (El País, 7/3). “La crisis actual – sostiene Jacques Sapir, director de la Escuela de Altos Estudios Sociales, de Francia – combina el conjunto de contradicciones económicas y políticas (…) que existían antes de la extensión de Europa (…) Es una crisis muy profunda del camino adoptado a mediados de los años ’70 para llevar adelante la construcción europea” (Le Monde, 4/3).


La crisis de Blair tiene un impacto “transatlántico”. “El futuro de Bush está en las manos de Blair”, afirma Linda Bilmes, catedrática de Harvard. Pero precisamente esto pone a Blair al borde de su caída. En su intento de atacar a la Unión Europea, Bush puede terminar golpeándose a sí mismo.


¿Qué alternativas enfrentan Francia y Alemania? Según el mencionado Sapir, les caben sólo dos caminos. El primero, un enfrentamiento abierto con Estados Unidos, lo que provocará “una sucesión de crisis europeas con el ascenso de posiciones cada vez más nacionalistas”. Lo que lleva entonces a la “segunda solución: que Francia y Alemania acepten la tutela norteamericana. Con consecuencias claras: la declinación de nuestras industrias y de nuestras tecnologías (es decir, de “nuestros capitales”), que resultaría de su integración en los sistemas e investigación y desarrollo norteamericanos” (ídem).


Los representantes políticos e intelectuales del capital europeo son plenamente concientes de que lo que está en juego no es la suerte de Saddam.


 


Rusia: “El día después”


El presidente ruso, Putin, justificó la oposición de Rusia al ultimátum presentado por Estados Unidos y Gran Bretaña en las Naciones Unidas afirmando que “(las divergencias) no son sobre Irak (sino) sobre el día después” (Financial Times, 7/3).


Precisamente, sobre “el día después” la diplomacia rusa está desarrollando febriles negociaciones con Estados Unidos (y también con Francia y Alemania), para “sacar los mayores dividendos posibles antes del estallido de una guerra que considera inevitable” (Le Monde, 1/3).


Para obtener esos “dividendos”, Putin recibió en Moscú al alemán Schroëder y envió a Washington a Alexandre Volochine, jefe del gabinete presidencial y “representante notorio de los grupos de interés económico, especialmente petroleros privados rusos establecidos en la era de Yeltsin” (ídem). La “lista” que llevó Volochine a Estados Unidos incluía el respaldo norteamericano al ingreso de Rusia a la Organización Mundial del Comercio, la ratificación del tratado de desmantelamiento de misiles, la garantía del pago de la deuda de Irak con Rusia (8.000 millones de dólares) y de la presencia de las petroleras rusas en el Irak “post-Saddam”, y la inclusión de trece organizaciones chechenas en la lista de “grupos terroristas” de Washington.


Después de las reuniones directas entre Volochine y Bush, el gobierno norteamericano empezó a dar a conocer una serie de medidas tendientes a ganar el apoyo de Rusia para la guerra: anunció que derogaría las leyes que restringen el comercio entre los dos países, que respaldaría el ingreso de Rusia en la OMC, que el Senado norteamericano ratificaría el “tratado de Moscú” sobre reducción de arsenales nucleares y, finalmente, que agregaría tres organizaciones chechenas a su lista de “grupos terroristas”. En cuanto a sus intereses petroleros, Rusia no tiene mucho que esperar de Saddam después de la anulación del contrato de la Lukoil, la mayor petrolera rusa. “En estas condiciones, la mejor manera de preservar los intereses petroleros de Rusia en Irak es acercarse a los Estados Unidos” (Le Monde, 25/2). Semejantes “ofertas”, y lo poco que ofrecen Francia y Alemania, “puede convencer a Putin de que Washington, y no París y Berlín, es la capital a la que hay que prestar atención” (Financial Times, 7/3).


Los intereses sociales de la camarilla restauracionista, y en particular los intereses petroleros, empujan al gobierno de Putin al carro de guerra norteamericano. Pero la guerra plantea serios riesgos para Rusia. El primero es que la rebaja de los precios del petróleo, que sería la consecuencia de la puesta en funcionamiento de los yacimientos iraquíes, hoy apenas explotados, pondría a Rusia – cuyo presupuesto se basa en los ingresos petroleros – ante una grave crisis financiera y presupuestaria. La gran crisis financiera rusa de 1998 coincidió, precisamente, con la caída de los precios internacionales del petróleo después de la crisis asiática. El segundo es que el bloque político armado por Estados Unidos con los países de Europa del Este no sólo apunta contra Francia y Alemania sino también contra Rusia.


Las “habilidades diplomáticas” de Putin no le evitarán al régimen restauracionista ruso los golpes de la crisis mundial.