Obama complota con Putin y Netanyahu contra Irán

Obama anunció que Estados Unidos abandonará el proyecto de Bush de construir un “escudo misilístico” en Europa Oriental, que había sido denunciado por el gobierno de Putin como “una amenaza estratégica para la seguridad y la integridad del territorio ruso”.

Aunque la derecha republicana (David Kramer, en The Washington Post, 18/9), acusa a Obama de “capitular” ante los rusos, el anuncio debe ser colocado en otro marco. Hace unos meses, Obama envió al presidente ruso Medvedev una carta secreta “sugiriendo que Estados Unidos podría renunciar al ‘escudo’ en Europa Oriental si Moscú ayudaba a frenar el desarrollo en Irán de armas de largo alcance” (The New York Times, 3/3). El anuncio de Obama tiene que ver con este objetivo. Estados Unidos anunció que, en caso de que las negociaciones en la ONU no arriben a un “resultado satisfactorio”, se impondrán “sanciones que desmantelarán a Irán” (Stratfor, 15/9). Para eso es necesaria la participación activa de Rusia (y China).

La principal preocupación de Obama es el tratado de colaboración militar y nuclear que Rusia mantiene con Irán. Como parte de ese tratado, Rusia se ha comprometido a proveer a Irán el sistema de defensa misilístico S-300, uno de los más avanzados y sofisticados del mundo, “con un gran alcance (200 kilómetros) y muchas capacidades (…) puede rastrear más de cien blancos simultáneamente y golpear a doce al mismo tiempo” (Jerusalem Post, 18/9). Por su velocidad y vuelo a baja altura, los misiles rusos no son detectables por los radares de sus blancos. Pero esos misiles y radares todavía no han sido entregados a Irán. Las ‘concesiones’ de Obama a Moscú apuntan a que Putin-Medvedev incumplan el tratado con Irán y no entreguen el sistema de defensa comprometido.

La capacidad del sistema S-300 es abrumadora. Con los misiles en su poder, Irán tiene la capacidad de convertir un ataque a Irán en la “peor pesadilla” de la Casa Blanca (…) “la primera fase del ataque –la supresión de la defensa aérea– sería muy costosa; la segunda fase –la batalla contra la infraestructura– se convertiría en una guerra de desgaste. Estados Unidos (…) debería pagar un alto precio por ello” (ídem) (Stratfor, 18/9/07). Un analista norteamericano (Mark Gaffney) advirtió con extrema preocupación que, como consecuencia de las características del Golfo Pérsico, de sus costas y, sobre todo, del poderío de los misiles rusos, en caso de un contraataque iraní, “el Golfo se volverá rojo de sangre norteamericana”… (Telegraph, 18/1/05).

El anuncio de Obama apunta a ganar a Rusia contra Irán. Pero las “reivindicaciones” de la camarilla que gobierna Moscú son mucho más amplias que la anulación de la instalación de un sistema misilístico. Estados Unidos mantiene su pretensión de ampliar la Otan para incluir a Ucrania y Georgia, a las que las camarillas moscovitas consideran como una esfera propia de influencia. Dado que su apoyo militar y político a Irán es la carta más fuerte de negociación del gobierno ruso, la mayoría de los analistas considera improbable que se sumen al bloque contra Irán si no obtiene “concesiones estratégicas norteamericanas” en Europa Oriental y Asia Central.

El bombardeo israelí vuelve a aparecer en la escena. Israel no puede bombardear Irán sin la colaboración activa de los norteamericanos: los aviones israelíes deben cruzar el espacio aéreo iraquí, bajo ocupación de Estados Unidos –que es, además, el único fabricante de las armas requeridas para bombardear las instalaciones iraníes (y el único que puede protegerlo en caso de contraataque). La diferencia, esta vez, es que el bombardeo no aparece como una jugada unilateral, “salvaje”, de Israel sino como el resultado de un proceso político y diplomático internacional, con sucesivos actos y fases establecidas de antemano, que incluye el reclamo de que la camarilla moscovita se sume al bloque contra Irán. Obama pretende dejar a Irán indefenso para tornar exitosa una extorsión de ataque (incluso nuclear) sionista contra su territorio.

Chávez debería reflexionar acerca de la (escasa) “seguridad” que otorgan los compromisos militares con la camarilla del Kremlin.