Ofensiva en gran escala de la patronal alemana

Casi solitariamente, el PO caracteri­zó el desenlace de la huelga metalúrgica de mayo en el este de Alemania como una “victoria de la burguesía”, y a la política de la burocracia de la IG Metall como “una traición” (ver Prensa Obre­ra ^391, 17/5). Después de dos sema­nas de huelga parcial, la burocracia aceptó posponer por dos artos y medio la igualación salarial entre los metalúrgicos del este y los del oeste y. por sobre todo, aceptó una “cláusula de salida” que autoriza a las “empresas en dificulta­des” a no cumplir los términos del acuer­do… A poco de firmado el acuerdo, la cámara patronal informaba que más de la mitad de sus asociados estaba en condiciones de acogerse a la “cláusula de salida”. 


Algunos partidos de izquierda que siguen de cerca las luchas del movimiento obrero europeo no dudaron, sin em­bargo, en calificar el acuerdo como “un límite a los apetitos patronales” (Lutte Ouvriere, 21/5) y hasta como una “victo­ria de los trabajadores” (The Militant, 31/5). No hacían más que reproducir la “primera impresión” de la prensa burguesa, que fue casi unánime en caracte­rizar el acuerdo como una victoria de la dirección sindical.


Con el correr de los días se fue clarificando “lo que panda como una victoria sindical y parecía como una derrota patronal” (The Economist, 22/ 5). Ya a los pocos días del levantamiento de la huelga, en ocasión de comentar la forzada renuncia del presidente de la IG Metall por la realización de operaciones especulativas con las acciones de Mer­cedes Benz, el “Financial Times” (26/5) declaraba abiertamente que el sindicato no había sido el ganador del conflicto porque había sido forzado a aceptar la postergación de la igualación y especial­mente la “cláusula de salida”. Para el diario de los financistas londinenses esto último era lo “más serio”, dadas las enormes presiones patronales para im­poner una cláusula similar en los conve­nís en et oeste.


El levantamiento de la huelga fue la señal de lanzamiento de una violentísi­ma campaña patronal-gubernamental contra los salarios y las condiciones de trabajo de los trabajadores de toda Ale­mana.. k) que vino a confirmar que el resultado de la huelga no fue una “victo­ria de los trabajadores”.


El ministro de economía presentó un plan de “flexibilidad horaria” que tiene poco que envidiarle al decreto 470 de Menem; alarga la jomada en determinadas épocas del ario, establece el tra­bajo sabatino, acorta las vacaciones y abole la prohibición del trabajo femenino nocturno. El ministro de finanzas, por su parte, presentó un plan para “combatir el déficit ttscaTqje reduce los benefi­cios de la asistencia social y el subsidio al desempleo, acorta el periodo del sub­sidio al desempleo, congela tos salarios en el sector público y cancela la garantía del pago de los jornales no trabajados por mal tiempo en la construcción. Nin­guno de los burócratas olvidó incluir en su “plan” la exigencia de aumentos salariales por debajo de la inflación. La “oposición” socialdemócrata -partido al cual están afiliados los dirigentes sin­dicales— ya ha anunciado que no piensa combatir estos planes sino que, por el contrario, “algún tipo de compromiso es necesario” (Financial Times, 28/6).


La burguesía intenta descargar so­bre los trabajadores el peso de la brutal crisis capitalista que ha llevado a Alema­nia a la recesión. La burocracia sindical se ha adaptado completamente a la pre­sión burguesa Hace pocos días, “la IG Metall ofreció abandonar su tradicio­nal posición negociadora basada en la demanda de mayores salarios a cambio de mayor participación de los trabajadores en la industria”, enfoque fue presentado como “una contribu­ción de la IG Metall a la solución de la crisis económica” (Financial Tines, 23/6). Franz Steinkuhler, el renunciado presidente de la IG Metall, fue más claro: afirmó que el sindicato debía aceptar en los próximos cinco años acuerdos sala­riales que apenas recuperaran la infla­ción.


Pero no se trata sólo de declaracio­nes. En una gran fábrica de ómnibus de Stuttgart, la patronal y la IG Metall han timado un convenio para volver a las 40 horas semanales de trabajo (el convenio fija actualmente 35 horas se­manales); el fabricante de bujías. Bosch, ha firmado con la burocracia metalúrgica un convenio particular que te permite el trabajo sabatino en sus plantas. “Ya son más de 2.000 las empresas que tienen acuerdos a nivel de planta, muchos I de ellos con peores condiciones de – trabajo que el convenio colectivo” (ídem). En los hechos, la burocracia de la IG Metall ya ha extendido “al oeste la “cláusula de salida” que ha firmado en el este.