Perú: Ollanta Humala, ‘ahora gobernemos con Keiko’

La caída estrepitosa de la Bolsa de Lima, al día siguiente de la victoria de Ollanta Humala, pudo haber inducido a más de un ingenuo a imaginar que el domingo pasado Perú había ingresado al universo antiimperialista. El derrumbe del 12% en un solo día fue, sin embargo, la avivada de unos gringuitos, encabezados por el ex ministro de Economía de Fujimori, Pablo Kuczinki, quien el día anterior había anticipado un colapso financiero de Perú como consecuencia de los resultados de las elecciones. El martes y el miércoles siguientes, la Bolsa había superado las marcas que había registrado antes de los comicios. En resumen, los ‘mercados’ acabaron dando su voto al ‘nacionalista’ -y los avivados que ‘compraron’ el lunes se quedaron con beneficios espectaculares.

Siempre fue claro que esto sería así, desde el momento en que el gobierno de Brasil -o sea las constructoras de este país, como Oeberdrecht o Andrada Gutiérrez y las mineras encabezadas por Vale do Río Doce o la petrolera Petrobras- decidiera que Ollanta valía un Perú. Los pulpos de la construcción no solamente pujan por las obras de infraestructura de los carriles interoceánicos que parten de San Pablo o Manaos; por sobre todo compiten con gigantes como Caterpillar en la extracción minera y en el petróleo, donde Perú ocupa los primeros puestos internacionales. El ‘establishment’ brasileño ya tiene una larga foja en este tipo de aventuras políticas -es así como impuso a Funes, en El Salvador (incluso contra la voluntad de los jefes guerrilleros del FMLN), o el reciente retorno de Zelaya a Honduras. Enfrente, Keiko Fujimori representa a la competencia norteamericana y, por sobre todo, a las mafias del ‘establishment’ de los servicios de seguridad de Estados Unidos.

Ollanta Humala tuvo dos grandes punteros electorales: el principal, Mario Vargas Llosa, quien se arrepintió de haber caracterizado a Ollanta como un ‘cáncer’ luego del primer turno electoral. Vargas Llosa operó como testaferro de Brasil, de cuyo ex presidente Lula es ferviente admirador. Vargas Llosa se atrevió a hacer lo que todos los K prometen pero nunca ejecutan: romper con el Clarín de Lima -el diario El Comercio- por la propaganda difamatoria de este periódico contra Humala. Un ‘neoliberal’ como el premio Nobel de Literatura fue suficiente para desnivelar el voto entre las llamadas clases medias. El otro puntero de Ollanta fue el ex presidente Alberto Toledo, quien tempranamente declaró su apoyo al ‘nacionalista’, apenas quedó excluido él de la carrera electoral. El respaldo de este otro ‘neoliberal’ a Ollanta mostró la división de la oligarquía peruana y de las multinacionales -o sea que éstas nunca estuvieron unidas en el apoyo a Keiko. Después de todo, la única promesa ‘redistributiva’ de Ollanta Humala en la campaña electoral fue aumentar algunas alícuotas del impuesto a la minería para financiar alguna suerte de ‘asignación por hijo’ o, en versión brasileña, ‘bolsa familia’.

Concluido el escrutinio, que extrañamente fue aceptado por todos enseguida, a pesar de la escasa diferencia (0,8%) entre los contendientes, Ollanta ratificó su compromiso de formar un gobierno de “unidad nacional” -o sea que los ‘fujimoristas’ ingresarán al gabinete, o sus chirolitas. Lo que es claro es que el Banco Central y el ministerio de Finanzas ya están reservados para un representante de la banca internacional. Ollanta se hizo famoso cuando en Perú proliferaban las rebeliones populares -en especial contra la carestía del agua. Aunque ahora goza de la enorme de la demanda china y de precios fabulosos para los minerales, esta ventaja también incentiva la depredación minera y petrolera, con la consiguiente rebelión popular en aquellas comarcas. El propósito de la ‘unidad nacional’ dejará en claro muy rápido si Ollanta manda a una prisión común al criminal Alberto Fujimori, que hasta ahora ha estado ‘atendiendo’ en una mansión de quinientos metros cuadrados. Ollanta deberá exhibir algo más que ‘cariño y amor’. Otras crisis serán provocadas por la inevitable tendencia de Brasil a querer convertir a Perú en un semi-protectorado -hasta, claro, que los embates de la crisis capitalista mundial achiquen los sueños de grandeza de la pequeña burguesía que gobierna en el Palacio do Planalto.

¿Había que haber dado un ‘apoyo crítico’ a Ollanta, frente a la aniñada Keiko Fujimori, heredera del genocidio paterno? A diferencia de Vargas Llosa, pensamos que no. Hace mucho que Ollanta Humala dejó de representar un movimiento de lucha en ascenso -con sus expectativas e ilusiones y en ningún momento la contienda electoral fue vista como una pugna entre candidatos de principios diferentes. Una cosa es acompañar una experiencia de las masas, desde un planteo socialista, otra es asustarse de los temores propios. En Perú, la cuestión prioritaria es la delimitación del nacionalismo pequeño burgués (de contenido proimperialista), para superar la enorme crisis de dirección de los luchadores peruanos a partir del derrumbe de la experiencia de la izquierda después del gobierno militar de 1968-71 y del nefasto período de Sendero Luminoso.