Pakistan: Autogolpe con la 'luz verde' de Washington

El general Pervez Musharraf, presidente y jefe del ejército de Pakistán, puso al país bajo “estado de emergencia” y destituyó a la Corte Suprema que se aprestaba a declarar la ilegalidad de su reelección, votada recientemente en el parlamento, donde sólo están los partidarios del militar.


Pakistán es una potencia nuclear y es considerado por el imperialismo como un “aliado estratégico en la guerra contra el terrorismo”. Precisamente, Musharraf justificó el golpe en los “obstáculos” que la Corte Suprema pondría a esta lucha. Pero para el Financial Times (5/11) “(Musharraf) ha permitido el florecimiento de los grupos fundamentalistas, parcialmente como un contrapeso a los partidos políticos establecidos en los cuales desconfiaba”. Los grupos islámicos cuentan, además, con la protección de una parte de los servicios de inteligencia del ejército, que los utilizan para hostigar a la India en el disputado territorio de Cachemira.


El fracaso de la ocupación de Afganistán y el resurgimiento de los talibanes han creado "un sentimiento de que el ejército está perdiendo la batalla contra los militantes pro-talibanes en las áreas tribales, de que los soldados ni siquiera están seguros de si quieren luchar” (Financial Times, 5/11).


Al mismo tiempo, Musharraf debía enfrentar una creciente oposición democratizante, encabezada por la Corte Suprema, que reclamaba el fin del gobierno militar.


Bajo la presión contradictoria de los islámicos y los democratizantes. Estados Unidos intentó una salida hilvanando un acuerdo entre Musharraf y la ex primer ministro Benazir Bhuto, cabeza de uno de los partidos más populares; el general continuaría como presidente con Bhuto como primer ministro. Pero el día que Bhuto regresó a Pakistán, un atentado mató a más de 140 personas que habían ido a recibirla; la ex primer ministro responsabilizó a los organismos de seguridad.


El fallo de la Corte sobre la legalidad de la reelección de Musharraf amenazaba con hundir el plan montado por los norteamericanos. En estas condiciones, Musharraf lanzó el autogolpe.


Se trata de una apuesta peligrosa. El destituido presidente de la Corte Suprema llamó a la “rebelión contra la dictadura”. Bhuto rompió su acuerdo con Musharraf y se sumó a las movilizaciones populares (de las que su partido no tomó parte en los primeros días). Ante la presión, Musharraf anunció que no se postergarán las elecciones parlamentarias (como había anunciado inicialmente). “El régimen empieza a ceder”, concluyen las agencias de noticias. ¿Le alcanzará? El corresponsal del Financial Times en Pakistán pone en duda que se mantenga la “lealtad” del alto mando si las movilizaciones populares se extienden.


El respaldo norteamericano


Apenas conocidas las noticias, la canciller norteamericana Condoleezza Rice declaró para la tribuna su “preocupación” y reclamó el “rápido cese del estado de emergencia”.


“Pero a pesar de su formal expresión de desagrado, Washington puede haberle dado al general Musharraf la luz verde para su autogolpe: el almirante William Fallon, jefe del Comando Central, que dirige las guerras de Afganistán e Irak, se reunió con él en Islamabad exactamente antes de que se proclamara la emergencia” (ídem). Un vocero del Pentágono anunció que el autogolpe “no modificará” la ayuda militar a Pakistán; Rice declaró que “se sorprendería mucho” si alguien en el gobierno de Bush planteara tal alternativa (ídem).


Con Irak y Afganistán en el pantano, y Turquía amenazando con invadir el Kurdistán iraquí, el autogolpe de Musharraf puede incendiar a toda la región.