Pedofilia, relato y barbarie


El Vaticano acaba de anunciar, en estos días, la creación de un tribunal especial para juzgar a los obispos que encubran la pedofilia en la Iglesia. El organismo, sin embargo, no consideraría la complicidad de los jefes eclesiásticos con los pedófilos, sino el llamado “abuso de poder”, un eufemismo jurídico impreciso del “derecho canónico”. Una “justicia” que siempre consideró los abusos contra los niños un “pecado” más que un delito.


 


El tribunal de marras dependerá dela Congregación para la Defensa de la Fe, organismo derivado de la vieja Inquisición. Sustrae así a los encubridores de los abusos contra los niños de la legislación penal criminal de los países en los cuales se han cometido las viles fechorías mediante el abuso de miles y miles de niños. Esto es lo que reclamó una resolución del Comité de la ONU de defensa de los derechos de la niñez en febrero de 2014: que el Vaticano entregara a los delincuentes con sotana a los jueces de los países en los que actúan, en lugar de protegerlos con traslados o castigos inocuamente “canónicos”.


 


El Comité también acusó al Vaticano de violar los convenios contra la práctica de la tortura, por adoptar políticas que permitieron a sacerdotes violar y acosar a miles de niños, así como por negar a abrir sus archivos sobre pedófilos y sobre los obispos que ocultaron sus crímenes. La gente de Bergoglio tachó el documento de la ONU de… “anticristiano”. Y responde ahora con las disposiciones de este tribunal, concebido para el encubrimiento y la impunidad.


 


El universo de denuncias sobre la pedofilia en la Iglesia es monstruoso, desde que tomó fuerza en las décadas del '80 y '90 del siglo pasado. Sólo en Estados Unidos involucra 100.000 víctimas (sí, cien mil) y miles de victimarios. Las atrocidades en Irlanda, Alemania, España, Bélgica, no le van en zaga e incluyen todo tipo de tropelías espantosas en orfanatos, en los cuales se robaba la identidad de niños y niños, y se los entregaba en adopción para el trabajo semiesclavo, esto con una rutina que se extendió durante décadas. En Estados Unidos se han pagado miles de millones dólares en indemnizaciones y decenas de diócesis fueron declaradas en quiebra (fraudulentas).


 


La monarquía vaticana es irreformable. Es lo que acaba de declarar Bárbara Blaine, presidente de la Red de Sobrevivientes de Abusos Eclesiásticos de los Estados Unidos: “mientras los curas que han cometido crímenes sexuales vayan a ser juzgados por otros curas nada cambiará; deben reformarse las leyes seculares (concordatos y acuerdos de los Estados con el Vaticano) para que los miembros del clero que lastimen niños y los que los encubran puedan ser perseguidos penalmente”. Así es.