Perestroika en el Caribe

Los incondicionales del castrismo justifican cada paso del régimen cubano hacia el capitalismo y la conciliación con la reacción como una consecuencia obligada de la ‘caída’ de la URSS.  Incluso, si esto fuera cierto, tampoco justificaría nada, por la simple razón de que el gobierno castrista apoyó activamente a la burocracia rusa que ‘derribó’ a la Unión Soviética y siguió, con respecto a Cuba, la misma orientación social y política y la misma metodología de gobierno.


Pero es precisamente esto lo que explica que la política actual del gobierno cubano no hubiera empezado después, sino antes, de la ‘caída’ de la URSS. Al igual que lo que ocurría con la burocracia de Brezhnev y de Gorbachov, Fidel Castro endeudó fuertemente a Cuba con la banca internacional a partir de 1980, hasta llegar a un monto de 10.000 millones de dólares que nunca ha podido devolver; la suma representa diez veces las exportaciones cubanas y el ciento por ciento de su producto nacional.  En las negociaciones para refinanciar esta deuda, que comenzaron hace más de una década, se está contemplando ahora su rescate a cambio de la entrega parcial o total de empresas estatales. La asfixia que significó el desmedido endeudamiento con los pulpos financieros internacionales, explica mucho más la crisis económica cubana que la ‘dependencia’ de los rusos o el bloqueo de los yanquis.


También, el ‘acercamiento’ al Vaticano comenzó antes de la ‘caída’, en coincidencia con las visitas que hicieron al Papa Gorbachov y su mujer. La ‘aproximación’ fue preparada por un ‘ablande’ ideológico acerca de la religión, que empezó a ser caracterizada como una suerte de ‘humanismo’ y ya no como la manifestación típica de la alienación humana, o sea, de la pérdida de la condición humana del hombre. El cardenal Fiorenzo Angelini, jefe del ‘ministerio’ papal para la Salud desde hace once años, acaba de revelar a la agencia Ansa, en una entrevista exclusiva, “un coloquio que mantuvo con el líder máximo de la revolución cubana que puso las bases para un acuerdo sobre hechos concretos”. Esto ocurrió “en julio de 1989, es decir, cinco meses antes de la caída del Muro de Berlín. ‘Estuve tres veces en Cuba durante el transcurso de un año, dice el purpurado, —entre abril de 1988 y julio de 1989… Las tres veces hablé con el presidente Castro… Ahora se puede decir que los primeros encuentros, míos y de otros (como el cardenal Roger Etchegaray y Bernard Gantin), fueron útiles para preparar el camino de la visita del Santo Padre a Cuba’, dice Angelini” (Diario de Río Negro, 23/11).


Es necesario recordar que no solamente el Estado ha dejado de ser constitucionalmente ateo en Cuba, sino también el partido comunista, lo que significa que ha abandonado el marxismo incluso como base doctrinaria formal. No debería llamar entonces la atención que, en un futuro, un comunista clerical pueda conducir los destinos políticos de la Isla hacia un capitalismo pleno.