Perú, Guatemala y la necesidad de una segunda Conferencia latinoamericana

La rebelión peruana que volteó al gobierno de Manuel Merino y las grandes movilizaciones en Guatemala contra el presupuesto de ajuste han sido las dos últimas expresiones de un escenario convulsivo en América Latina.

En Guatemala, el Congreso se vio obligado a suspender el Presupuesto 2021 que congelaba las partidas de educación y salud, tras una masiva manifestación en el curso de la cual ardieron las instalaciones del palacio legislativo. El martes 24, una movilización indígena arribó a la capital guatemalteca para exigir la renuncia del Congreso y del presidente Alejandro Giammatei. La efervescencia popular se combina con una aguda crisis política: el vicepresidente, Guillermo Castillo, enfrentado al primer mandatario, propuso la renuncia de ambos y la formación de una “comisión de notables”, digitada por el clero, que proponga una terna al Congreso para elegir al nuevo Poder Ejecutivo. Giammatei, mientras tanto, denuncia un intento de golpe de Estado e invocó la carta democrática de la OEA, lo que podría abrir las puertas a una injerencia de ese organismo. Ambas variantes serían salidas reaccionarias.

 

 

En Perú, dos presidentes cayeron en el curso de apenas una semana. Primero fue Martín Vizcarra, destituido por el Congreso por “incapacidad moral”. Luego fue su sucesor, Manuel Merino, del centroderechista Acción Popular, quien debió renunciar ante la conmoción social que produjo el baño de sangre que desató contra las movilizaciones en su contra: dos jóvenes fallecieron tras recibir varios perdigonazos de plomo en la cabeza y el tórax, y otros cientos fueron heridos. En las movilizaciones se instaló la consigna “que se vayan todos”, una expresión del repudio al Congreso y todo el régimen político. Francisco Sagasti, el mandatario electo por el Congreso para suceder a Merino, es un hombre con un pasado como funcionario del Banco Mundial. Representa una tentativa por recomponer la situación hasta los comicios presidenciales de abril de 2021.

Colombia, en tanto, conmemoró esta semana el aniversario de la rebelión de noviembre con nuevas manifestaciones. Si bien están por debajo de los registros de aquel entonces, el país cafetero viene de una conmoción en septiembre, en ocasión del crimen a manos de la policía del abogado y taxista Javier Ordoñez, que derivó en la quema de numerosas instalaciones de las fuerzas represivas. El gobierno de Iván Duque respondió con una represión que dejó al menos 13 muertos.

El escenario de crisis políticas, rebeliones y manifestaciones es indisociable de la agudización de la crisis capitalista, que se ha agravado al calor de la pandemia. En Guatemala, el 60% de la población se encuentra en la pobreza. En Colombia, el desempleo asciende al 20%. En Perú, esa tasa se triplicó en el período julio-septiembre respecto al año pasado.

 

 

En estas condiciones, el Partido Obrero ha emitido un llamamiento planteando la necesidad de una segunda Conferencia latinoamericana y de los Estados Unidos, que contribuya a poner en pie un polo de independencia de clase en el continente. La primera conferencia, convocada por el Frente de Izquierda-Unidad, reunió a más de 50 organizaciones de 15 países a fines de julio y comienzos de agosto. Es necesario darle continuidad a esta iniciativa.

El llamamiento destaca que “la combinación de la crisis capitalista y sanitaria ha provocado una tormenta perfecta. Los gobiernos, tanto de corte nacionalista como neoliberal, son sobrepasados por la envergadura del colapso actual. Esto revela los límites de la burguesía nacional, del cual ambas variantes son tributarias, para abrir una perspectiva superadora de salida a la crisis”.

La izquierda tiene que abrirse un rumbo independiente frente a este cuadro. “Lo que está en discusión en las filas de la izquierda es si simplemente va a quedar confinada a actuar como grupo de presión y una rueda auxiliar de los bloques y coaliciones capitalistas, o se pone a la cabeza de la organización de los trabajadores y se convierte en un motor impulsor de una estrategia dirigida a transformar a la clase obrera en alternativa de poder”, señala el llamamiento.

En este sentido, el texto retoma la polémica con los partidos y frentes “amplios” y los armados de colaboración de clases, subrayando la necesidad de poner en pie partidos revolucionarios.

Vamos por una segunda Conferencia que profundice el camino de la primera.