Internacionales
25/3/1999|619
Pinochet: de la cárcel y las cadenas
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La Federación Internacional de Derechos Humanos, una de las más antiguas y prestigiosas agrupaciones internacionales de derechos humanos, determinó lo que todo el mundo sabía y habíamos recalcado en este periódico: es imposible juzgar a Pinochet en Chile. Lo impide la ley de autoamnistía de 1978, el código de justicia militar que impone tribunales militares para los delitos imputables al dictador, y la inmunidad de Pinochet como senador, que sólo puede ser removida por organismos nombrados por el propio Pinochet {Clarín, 17/3).
Más allá de lo legal, no hay sector de la clase dirigente que esté interesada en un juicio a Pinochet: no digamos las fuerzas armadas, ni siquiera la democracia cristiana y el socialismo quieren remover el avispero y enfrentar un debate nacional sobre la represión del golpe de 1973.
Por eso el presidente chileno Eduardo Frei, cuando sale a afirmar que “en mi país están dadas las condiciones para que haya un juicio” (Clarín, 18/3), miente en forma consciente y rutinaria, porque todos los políticos burgueses están entrenados para mentir hablando generalidades. Las trabas para un juicio a Pinochet están férreamente implantadas en la “institucionalización” chilena.
A todo esto, en momentos en que sale este periódico a la calle, los lores británicos dictaminan, por segunda vez, si Pinochet puede ser extraditado a España o cuenta con inmunidad diplomática y debe ser liberado.
El dictador, ante los lores, tuvo dos defensas: el estado chileno argumentó que se violaba la soberanía de Chile, en tanto la defensa puesta por el mismo Pinochet negó todo tipo de delito, defendió la necesidad “patriótica” de los asesinatos y la tortura y se ganó, finalmente, el rechazo unánime de la opinión pública europea.
Como planteamos luego del primer fallo: “en la medida en que un juicio contra Pinochet pueda convertirse en un proceso contra los crímenes pasados del imperialismo; o en la medida en que la crisis económica en curso lo convierta en factor de crisis política; en cualquiera de estas o parecidas variantes, la justicia imperialista encontrará la vuelta para liberar al criminal.” (Prensa Obrera, N° 612)