Pinochet: Se acabó la sanata

La criminal liberación de Pinochet a lo mejor tiene algo de positi­vo. Es que pone fin a la agobiadora sanata de que su detención en Lon­dres alumbraba un nuevo derecho internacional que tendría por eje los derechos humanos. Tener que leer, escuchar o ver a gente que pretendía que los gobiernos impe­rialistas habrían dejado de lado la ley de la explotación del hombre por el hombre y el uso de la repre­sión y de la guerra para conservar este sistema de explotación social, en favor de un humanismo del ter­cer milenio, se había convertido en una penosa y cotidiana condición humana incluso en esta época en que la condición humana apenas logra sobrevivir buceando en los fondos de un tacho de residuos.


Ahora quedan los que se con­suelan con los precedentes que ha­bría establecido la detención de Pi­nochet en Londres. Seguro, pero no para los Pinochet que quedan sino que se utilizará contra los lu­chadores, especialmente contra el derecho de asilo. No sería la pri­mera vez que los precedentes jurí­dicos sufrirían semejante cambio.


El centroizquierdismo inglés que bombardeó Yugoslavia, some­te a Irlanda y ocupa Malvinas, tu­vo que liberar a Pinochet por una razón harto simple: porque es un hombre del capital y de la guardia pretoriana del capital. El que ‘sal­vó’ a Chile, es decir a los explota­dores, de una victoria de los traba­jadores chilenos que luchaban por el socialismo. El que eliminó físi­camente a la vanguardia revolu­cionaria de los explotados. Mante­ner preso a Pinochet por estos crí­menes hubiera significado para el imperialismo cavar su propia tum­ba. ¿Dónde volvería a encontrar alguna vez un verdugo, siendo un régimen que no puede funcionar siquiera un solo día sin alguno de ellos? Y por último, Pinochet fue el hombre que enriqueció a los pul­pos militares británicos, a los ban­cos y fondos de pensiones nortea­mericanos, y a las telefónicas y eléctricas españolas, y el hombre que colaboró para que el imperia­lismo conservara sus posiciones en el Atlántico sur.


“Alivio del gobierno argentino por la liberación de Pinochet”, ti­tuló Clarín citando a Storani. Al mismo Storani que tiene la res­ponsabilidad por la muerte de cua­tro trabajadores correntinos. Es que lo que une a la Alianza y a Pinochet son los mismos intereses de clase.


El presidente electo de Chile, Lagos, se mostró indignado por la excelente salud que Pinochet de­mostró al bajar del avión, cuando todo el mundo sabe que fueron él y su gobierno de concertación socialista-cristiano quienes fabricaron con Londres y Madrid la mentira de la enfermedad del criminal pa­ra justificar su liberación. Con és­ta, los chilenos no sólo deberán convivir con un criminal sino por sobre todo con un presidente que es maestro del cinismo.


La recepción militar a Pinochet demostró quién manda real­mente en Chile, algo que los demó­cratas de allá y de acá se empeña­ron en disimular -o sea, encubrir durante veinte años. La liberación de Pinochet denuncia la bancarro­ta ideológica y moral de la democracia burguesa y de sus chupa-medias izquierdistas y cristianos.