Internacionales
27/4/2006|943
Primicia: “Inminente gobierno obrero en Israel”
La última del "Chavo-Marxismo"
Seguir
El balance de las elecciones de Israel que realiza la tendencia de Alan Woods (1) no tiene desperdicios. Es así que nos informa que el partido de Sharon y el laborismo ganaron las elecciones porque “la mayoría de los israelíes están hartos de las colonias”. Pero los dos partidos que recibieron más votos plantean la anexión a Israel del 70% de las colonias existentes en Cisjordania (que incluyen las mejores tierras de labranza y las mejores fuentes de agua palestinas) y de la totalidad de Jerusalén oriental. La manipulación es evidente: si los israelíes que están “hartos de las colonias” votaron por el Kadima y el laborismo, los partidos de Olmert y Peretz serían partidarios de la “descolonización”. El balance lo dice textualmente: “El programa (del laborismo) en la cuestión nacional es similar al del Kadima, es decir el retiro unilateral de partes de Cisjordania”. No hay, sin embargo, ningún plan de “retiro” israelí de la Cisjordania: el mantenimiento de puestos militares, controles camineros, bloqueos y el estacionamiento del ejército israelí en el valle del río Jordán significan, simplemente, que el sionismo no “abandonará” los territorios ocupados.
Fantaseando sobre las “intenciones” de los votantes, califica de “centroizquierda” a la coalición encabezada por el partido de Sharon. “La mayoría de los israelíes —dicen los “marxo-chavistas”— no quieren las colonias y quieren que el dinero sea invertido en programas sociales”. Más aún: “Las cuestiones principales, en la mente de la mayoría de los ciudadanos de Israel, son las socio-económicas y no la llamada cuestión de seguridad”. Con este pase mágico, la cuestión nacional en Palestina pasa a la caja de los recuerdos. ¿Se puede hacer mejor servicio que este al imperialismo y al sionismo?
Para justificar su voto por el laborismo, los “chavo-marxistas” se libran a una fantasía desaforada. “Es sólo una cuestión de tiempo que la clase obrera comience a luchar aquí como en Francia”, dice el balance. “Esto planteará la cuestión de la transformación socialista o de una terrible derrota a manos de la derecha”, concluye. La “clase obrera” a la que se refiere aquí es la de origen judío —que en su mayoría rechaza cualquier confraternización con la clase obrera árabe y con la autodeterminación nacional y el retorno de los refugiados en Palestina. Woods asegura que va a desarrollarse una movilización “revolucionaria” que planteará la “revolución socialista”... Si este delirio tuviera algún sentido tendríamos un ‘estado obrero’ que oprime a la nación palestina.
La “ofensiva obrera” —que según el balance “ocurrirá durante la vida del próximo gobierno”... es decir en algún momento dentro de los próximos cuatro años— “transformará al partido laborista (...) Esta lucha llevará al crecimiento de la oposición de izquierda dentro del partido laborista (...) la dirección revolucionaria que la clase obrera tanto necesita saldrá de este proceso”, dice el balance. Enfervorizado, el autor del balance se imagina que “el partido laborista, bajo el impacto de la lucha de la clase obrera, se convertirá en un partido que luchará por los intereses de los trabajadores y los pobres, un partido que luchará por un gobierno de los trabajadores...”.
En otras palabras, el partido que fundó el Estado de Israel; que organizó durante más de medio siglo la confiscación de los árabes; que fue la correa política de la Agencia Judía (dueña del patrimonio inmobiliario de Israel); que lo condujo durante las principales guerras que libró el Estado sionista; que llevó adelante de una manera implacable y sistemática la política de colonización y expulsión de la población palestina; este partido burgués e imperialista, se convertirá en un partido revolucionario que luchará por el gobierno obrero y el socialismo. Estamos ante un macaneo político sin precedentes, que no oculta su filiación sionista.
Todo este ridículo —un partido revolucionario sionista, formado a partir del propio aparato del Estado sionista (al cual está plenamente integrado el laborismo)— tiene el único objetivo de justificar el voto al sionismo (en su versión laborista).
En Israel no viene ningún gobierno obrero ni hay en curso la formación de ninguna dirección revolucionaria dentro de las filas laboristas. La población israelí es un rehén político del Estado sionista y de su nuevo gobierno Kadima-laborismo y, particularmente, de su “política de seguridad”. Ganaron los partidos que promueven la integración de las colonias a Israel y la “separación” con los palestinos... después de haberse apropiado de las mejores tierras palestinas.