Internacionales
18/11/2004|877
Privatización "gota a gota" de PDVSA
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En la actualidad, después del fracaso de la Coordinadora Democrática en derrotar al gobierno de Chávez, el imperialismo norteamericano y las empresas transnacionales petroleras están desarrollando un nuevo plan para apoderarse de la industria de hidrocarburos venezolana, como una estrategia mundial de controlar las reservas de energía e incidir en cambios de gobierno en Venezuela. Esto no ha sido posible, hasta el momento, por la movilización del pueblo y del proletariado venezolano durante el sabotaje petrolero.
Esta nueva política se podría estar promoviendo entre el gobierno y las empresas transnacionales, expresada en los acuerdos de la Plataforma Deltana y las concesiones del gas. Una estrategia que hemos querido llamar “gota a gota” y que es parte de una nueva iniciativa impulsada por el Departamento de Estado norteamericano y la burguesía nacional, conocida como “Diálogo productivo” (Quantum, N9 26, pág. 6, 6/9). Ahí están las reuniones del ministro de Finanzas, Tobías Nobrega, y el presidente de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, Rodrigo Cabezas, con la Cámara de Comercio venezolano-estadounidense, el 26 de agosto; esa misma Cámara que financió y ayudó a organizar el golpe de Estado y las numerosas tentativas para derrocar el gobierno de Chávez. Como dice Vicente Vicentelli, presidente de la Cámara Petrolera de Venezuela, en este sistema de diálogo y “apertura” se promueve “el plan de inversiones de Petróleos de Venezuela... planes de expansión de PDVSA... asociaciones estratégicas” (ídem, p. 19). Ibdo esto enmarcado en la entrega de concesiones al imperialismo petrolero con el proyecto de la Plataforma Deltana (Chevron Texaco y Staoil) y la carta de compromiso firmada por el presidente Hugo Chávez, el 10 de agosto de este año, para “ofertar” los ocho bloques gasíferos de los proyectos Rafael Urdaneta y Mariscal Sucre, en el norte de Paria.
En este punto hay que destacar que una parte de este gas está asociado a petróleo. Se cree que estas lluevas áreas llamadas “Costa Afuera” tienen 18 mil millones de barriles de crudo por descubrir, pudiendo llevar la producción venezolana a 2,5 millones de barriles diarios adicionales por día (ídem, N° 26, p. 11). Todo esto representaría una nueva tajada de los ya un millón de barriles que producen las transnacionales en Venezuela, sin olvidar la entrega que se viene haciendo a las transnacionales a nivel de refinación, desde antes de la llegada de Chávez. Ejemplo claro de esto es la “asociación estratégica” de Ameri- ven, que transforma 190 mil barriles por día de crudo pesado del bloque Hamaca en la faja petrolera del Orinoco de 8,5 API a 26 API, de la misma manera que se ha hecho con Sincor, Petrozuata y Operadora Cerro Negro, como política continuista de la “Nueva PDVSA” de las políticas de la vieja PDVSA.
Esta estrategia “gota a gota” tiene dos vertientes. La primera es un plan para sacar a Chávez y derrotar a los trabajadores, como lo explicó claramente Donna Hrinak, ex embajadora de EEUU en Venezuela: “La lucha de largo plazo para recuperar a Venezuela de las manos de Chávez no es fácil y debe abordarse a través de un programa sofisticado y cauto para desarrollar una alternativa viable que no enfoque simplemente en su antichavismo” (Quinto Día, N9 418, p. 10, 8-15/9). La segunda es a través del petróleo, utilizando las “concesiones” dadas por el gobierno de Chávez en el área del gas.
Historia
En este sentido es pertinente hacer un poco de historia.
Hace más de 50 años las empresas transnacionales, conocidas como las “siete hermanas”, ejercían un control monopólico del petróleo, el gas y sus derivados a través de acuerdos de reparto del mercado mundial. En el caso venezolano se expresaba por un contrato firmado en la década de los ’40, entre el Estado y las compañías transnacionales, a través de regalías (1/6 de la participación estatal en el año 1943) y la Ley del Impuesto sobre la Renta de 1942. Posteriormente, se llegó al arreglo conocido como “50:50”, en una renovación de las concesiones por 40 años más. Más tarde, en 1958 se rompe el acuerdo “50:50” y aumenta la participación del Estado a través del ISRL petrolero y se abren nuevas concesiones a nuevas empresas petroleras transnacionales, lo que culmina con un hecho importante, como es la fundación de la Opec en 1960 y la no renovación de las concesiones en 1963 y el desarrollo de la Corporación Venezolana del Petróleo (CVP). Debe indicarse que las empresas transnacionales no dejaron de invertir en infraestructura desde comienzos de los ‘60. A partir de las acciones lideradas por los países de Medio Oriente, como política de la Opec, los estados miembros toman el control sobre la producción de la industria petrolera. Dos años más tarde, en 1975, se produce la “nacionalización” de la industria petrolera nacional.
En este cuadro, aparece PDVSA; pero en la década de los '90 renace de nuevo la política de “desnacionalización" de la industria y comienza lo que se llamó el “plan de expansión y apertura petrolera”.
Re-privatización
Con la llegada de Chávez se produce un freno en las políticas de privatización de la industria. Se para la privatización directa y se detiene el endeudamiento con las garantías de las reservas petroleras; se aplica una política cambiaría para frenar la desestabilización monetaria. Los planes de los “meritocráticos”, la burguesía parasitaria petrolera nacional, expresada en teóricos como los gol pistas Luis Yusti, Alberto Quiroz Conradi, o el antiguo amigo de Chávez, el general Guaicaipuro Lameda, quedan como en una especie de incubadora, que poco a poco comienza a tomar cuerpo de nuevo para ser llevada a cabo en el período de gobierno Chávez-Miquelena.
Esta estrategia tomó un giro violento con el golpe de abril del 2001 y la huelga petrolera.
La Coordinadora es derrotada, y después del golpe y la huelga los trabajadores, el pueblo y las fuerzas armadas dan un giro a la correlación de fuerzas. Sin embargo, estos planes continúan, claramente esbozados por otro de los teóricos de la privatización como es Ramón Espinasa (ver revista SIG 664,665,667, del año 2004), donde palmariamente expresa (revista SIG 667, pág. 304) que “los imperativos económicos se van a imponer por encima de las consideraciones de carácter político e ideológico en cuanto al origen del capital para reconstruir, consolidar y expandir la industria petrolera nacional: será necesario la inversión privada nacional y extranjera”. Esto, aunque no lo creamos de un vendepatria como Ramón Espinasa, es coincidente con las políticas del gobierno de Chávez, al permitir que la expansión de la industria (explotación Costa Afuera, Plataforma Deltana, proyectos Rafael Urdaneta y Mariscal Sucre, complejos refinadores y algunos pozos “marginales”) se haga con capital privado, ya sea de las compañías norteamericanas o a través de capitales nuevos, como rusos y chinos. Expresándose en la actualidad una manera nueva de desnacionalización. En esta misma retórica anda el golpista Guaicaipuro Lameda, ex presidente de PDVSA en el gobierno de Chávez, quien mencionó: “Estos son tiempos buenos para el ‘big oil’ (negocios grandes en petróleo)... como se mantengan los precios altos, las compañías extranjeras pueden ayudar a invertir, y PDVSA puede gastar su dinero en programas sociales" (The Wall Street Journal, 24/8).
Para aclarar más este panorama citaremos algunas expresiones de los grandes estrategas mundiales del imperialismo petrolero. Ali Moshiri, el presidente de Chevron Texaco para Iberoamérica, dijo durante un discurso delante de Chávez, cuando iniciaron la primera perforación de gas: “Estamos preparados para entrar en negocios con la nueva ley de hidrocarburos”. Fadel Gheit, un analista del petróleo y gas de la firma New York Oppenheimer, indicó: “Es el momento para ganar-ganar Venezuela y las compañías del petróleo”. Steven Tholen, el director de finanzas de HNR, empresa petrolera con sede en Houston, que tiene negocios actuales con PDVSA, indicó: “Estamos muy ansiosos por tratar de incrementar nuestra presencia en Venezuela” (The Wall Street Journal, 24/8). Como se ve, la retórica antiimperialista no ha espantado a las empresas extrajeras. Tampoco creemos que el reciente incremento de las regalías petroleras del 1 al 6% lo va a hacer, pues se trata de políticas que indudablemente le pegan al bolsillo de las compañías, pero que dejan intacta la penetración del capital extranjero y el enraizamiento en el negocio del petróleo que podría llevar a la larga a una estrategia para apoderarse de la industria nacional.
Más capital extranjero
Es pertinente mostrar algunas cifras. La cantidad de la producción diaria controlada por compañías imperialistas de petróleo en negocios con PDVSA (“ganancias" compartidas) subió de 368.000 barriles en 1998 a 1,1 millones en 2004 (The Wall Street Journal, 25/8).
La estrategia del gobierno nacionalista burgués de Hugo Chávez no presenta una política clara de reorganización del Estado y de puesta del petróleo, en sus fases de exploración, ex
tracción, refinación y comercialización, en manos del Estado, bajo el control de los trabajadores y el pueblo, sino un reparto capitalista distinto que puede ser transitorio y rápidamente cambiado si se da el “plan sofisticado y cauto” para sacar a Chávez, en la estrategia planteada por la ex embajadora norteamericana Donna Hrinak.
Los bienes y servicios de la industria están siendo suministrados, en su mayoría, por empresas extranjeras, como la genocida Halliburton, o las franquicias de las llamadas “empresas nacionales” subsidiarias de pulpos energéticos extranjeros.
Ante este panorama de desnacionalización es necesario que los trabajadores petroleros, en la discusión del nuevo contrato, establezcan igualmente cláusulas para la protección de la industria petrolera, contra la privatización “gota a gota”.
No al entreguismo de la explotación, refinación y comercialización al imperialismo mundial.
Por una política independiente de expansión y desarrollo de la empresa petrolera nacional.
Por la creación de empresas gestionadas por los trabajadores que suministren bienes y servicios a la industria energética nacional. Desenmascarar las empresas “nacionales' que son franquicias de las transnacionales.
Llamar urgentemente a los sindicatos petroleros y las organizaciones populares a discutir la política del gobierno en materia petrolera. No se trata de repartos “mejores” de las regalías, impuestos y beneficios puntuales; se trata, como una defensa de las luchas de los trabajadores y el pueblo, de derrotar el proceso desnacionaliza- dor que se está implementando “gota a gota”.
Octubre 2004